Violencia gratis en una esquina cerca de usted

Me he retrasado un poco publicando la nota del día 25, porque sinceramente, no me cabía en la cabeza cómo escribirlo, además, ahora que estoy leyendo esto, me percato del estado primitivo en el que nos encontramos todavía, en términos de evolución.

Imagínense esta situación: el ayuntamiento de cualquier ciudad de este pintoresco país, decide colocar, para reorganizar el tráfico y facilitar el siempre engorroso proceso de aparcar, zonas de pago con los correspondientes parquímetros y vigilantes de los mismos. Los vecinos, como siempre, se quejan, ya que tienen que pasarse por las oficinas municipales a gestionar la tarjeta de residente para aparcar sin problemas y demás, lo cual es un trámite que no deja de ser algo incómodo. Hasta aquí, todo normal. La resistencia al cambio, digo yo, pero al cabo de algunos días comienzan a aparecer parquímetros arrancados o destruídos a golpes. Vandalismo? En absoluto. Y eso no es todo. Los vigilantes municipales comienzan a ser objeto de amenazas y lo que es peor, de agresiones por parte de “desconocidos” por el simple hecho de hacer su trabajo y controlar el buen uso de las nuevas zonas de aparcamiento de pago.

La hipótesis de la banda que se dedica a destruir el mobiliario público por placer queda descartada. Son los mismos vecinos que han decidido tomar la “justicia” por su mano, por llamarlo de alguna forma. Es increíble ver la dependencia que tienen algunos de sus coches, pero lo más triste son dos cosas: el egoísmo extremo (aquí aparco yo, y los demás que se vayan al carajo) y los medios primitivos que emplean para manifestar su descontento contra personas u objetos que no tienen ninguna influencia en las decisiones municipales.

Es importante mencionar que en ciertas zonas de la ciudad donde vivo, desde que se ha implantado el sistema de pago, el ir con el coche hasta ellas ha dejado de ser una odisea. Incluso con la tarjeta de residente se puede aparcar en zonas distintas a la que nos fue asignada sin tener que pagar. Por lo que son más los beneficios que los inconvenientes. Pero claro, los protagonístas de nuestra historia, en su ignorancia, son de los que cogen el coche hasta para ir a comprar el pan, y quieren siempre aparcar en la puerta de su casa. Si quieren tal comodidad, hay disponibles aparcamientos privados para quien lo desee (y pueda permitírselo), pero no exijan más de lo que deben de los espacios públicos. En muchos otros lugares del mundo no hay zonas gratuitas de aparcamiento y la gente es mucho más consciente. Dejan su coche en sitios en las afueras de la ciudad habilitados para ello y emplean el transporte público, por un módico valor mensual. Resultado? Menos contaminación, menos estrés, menos uso de combustibles fósiles (con el consiguiente ahorro para nuestros bolsillos) y más conciencia social.

Y no, no soy peatón. Tengo coche y lo uso regularmente…

A tenor de todo esto, me pregunto: qué seguirá después, atentados contra el carnicero porque la chuleta ha subido de precio? Secuestros contra el dependiente de la farmacia porque no tiene el medicamento que necesitamos y nos hace caminar dos calles más? Amenazas contra la familia de la cajera del supermercado porque no nos ha atendido lo suficientemente rápido para no perdermos nuestra serie de televisión preferida?

Y ya para terminar, les digo a estos seres: les suena de algo la palabra tolerancia?