Ayer, una amplia mayoría (62% sobre 22% de su más inmediato rival), reeligió al presidente Alvaro Uribe, por otros 4 años. Era un resultado esperado, porque la gran mayoría de la población ha decidido respaldar su política de seguridad que si bien ha incrementado la violencia y degradado de algún modo la calidad de vida de los menos favorecidos, también ha puesto al país en una mejor posición, tanto interna como externamente, para afrontar su dificil situación. Un fenómeno curioso es que el liberalismo (Colombia ha sido siempre un estado bipartidista) ha dejado de ser la segunda fuerza más importante del país, dando paso al movimiento del Polo Democrático, claramente de izquierdas, liderado por Carlos Gaviria.
En mi opinión, Uribe podrá este periodo dedicarse a gobernar, sin tener la presión de conseguir la modificación de la legislación para poder ser reelegido. La historia ha demostrado que 4 años es un periodo muy corto para hacer reformas de fondo en un país con tantos y tan variados problemas.
Mucha suerte presidente y que la Fuerza lo acompañe.
A propósito…
Una vez llegó a la selva un búho que había estado en cautiverio, y explicó a todos los demás animales las costumbres de los humanos.
Contaba, por ejemplo, que en las ciudades los hombres calificaban a los artistas por competencias, a fin de decidir quienes eran los mejores en cada disciplina: pintura, dibujo, escultura, canto…
La idea de adoptar costumbres humanas prendió con fuerza entre los animales y quizá por ello se organizó de inmediato un concurso de canto, en el que inscribieron rápidamente casi todos los presentes, desde el jilguero hasta el rinoceronte.
Guiados por el búho, que había aprendido en la ciudad, se decretó que el concurso se fallaría por voto secreto y universal de todos los concursantes, que, de este modo, serían su propio jurado.
Así fue. Todos los animales incluido el hombre, subieron al estrado y cantaron, recibiendo un mayor o menor aplauso de la audiencia. Después anotaron su voto en un papelito y lo colocaron, doblado en una gran urna que estaba vigilada por el búho. Cuando llego el momento del recuento de los votos de aquel transparente acto electoral, gala del voto universal y secreto y ejemplo de vocación democrática, como había oído y decir a los políticos de las ciudades.
Uno de los ancianos saco el primer voto, y el búho, ante la emoción general gritó:
– El primer voto, hermanos, es para nuestro amigo el burro!
Se produjo un silencio, seguido de algunos tímidos aplausos.
– Segundo voto, ¡ El burro !
Desconcierto general.
– Tercero : ¡ El burro !
Los concurrentes empezaron a mirarse unos a otros, sorprendidos al principio, con ojos acusadores después y, por último, al seguir apareciendo votos para el burro, cada vez más avergonzados y sintiéndose culpables por sus propios votos.
Todos sabían que no había peor canto que el desastroso rebuzno del equino. Sin embargo uno tras otro, los votos lo elegían como el mejor de los cantantes. Y así, sucedió que, terminando el escrutinio, quedó decidido por libre elección del imparcial jurado que el desigual y estridente grito del burro era el ganador.
Y fue declarado como la mejor voz de la selva y alrededores!
El búho explicó después lo sucedido: cada concursante, considerándose a si mismo el indudable vencedor, había dado su voto al menos cualificado de los concursantes, aquél que no podía representar amenaza alguna.
La votación fue casi unánime. Sólo dos votos no fueron para el burro: El del propio burro, que creía que no tenía nada que perder y había votado sinceramente por la calandria, y el del hombre, que, cómo no, había votado por sí mismo.