Hace ya un tiempo (casi dos años) comenté sobre la nueva generación de máquinas de Apple, basadas en procesador Intel. En su momento se vendieron como equipos revolucionarios que acelerarían la experiencia del usuario de una manera bastante notoria, al introducir nuevos procesadores con una arquitectura que se apartaba del PowerPC de IBM que tan famosos los había hecho por su estabilidad y rendimiento. Pues bien, heme aquí con el eterno dilema y, desafortunadamente, también con las restricciones de siempre. Si bien es cierto que el hardware ha evolucionado de manera espectacular y las prestaciones son mayores, todavía estamos lejos de conseguir algo realmente útil, rápido y sobre todo: portátil!
Me explico: Cual es mi idea de un portátil? Hay dos opciones: o que sea mi máquina principal, para usarla en todo momento y situación, tanto en casa como fuera, y que me dé el rendimiento necesario para no tener que recurrir a un segundo equipo en mis tareas habituales (correo, internet, procesamiento de textos, hojas de cálculo, producción esporádica de videos caseros, composición musical, escuchar y organizar música, videos y fotos, mensajería instantánea, VoIP y edición de páginas web (HTML y PHP principalmente)) o que sea un segundo equipo para cuando estoy fuera de casa, con funcionalidades mínimas (correo, internet, proceso de textos y hojas de cálculo y composición musical, además de gestión de música, fotos y videos).
Al parecer la “moda” de casi todos los fabricantes es la de sustituir el equipo de escritorio por un portátil que deja de serlo en cuanto se les ocurre adaptar esta idea. Ahora tenemos monstruos de casi 3 kilos de peso, con pantallas de 17″ (en formato Wide Screen, lo que las hace inútiles para cualquier otra cosa que no sea ver video), que son literalmente un dolor para mover de un sitio a otro. El concepto de portátil desaparece entonces…
Hace tiempo ya que decidí que las máquinas Windows no eran la mejor opción y me pasé a Mac. En términos generales estoy muy contento. El rendimiento y estabilidad de estos equipos supera con creces todo lo que he visto hasta ahora que esté basado en el software de los señores de Redmond. Son fáciles de usar y configurar, además de muy seguros. Mi primera experiencia fue con un iBook G4, que vendí hace poco. Luego compré un Mac Mini, que es mi equipo principal en este momento, pero estoy considerando un portátil nuevamente dado que estoy viajando bastante a menudo y no me gusta estar tan “desconectado” cuando lo hago. Además, ciertas tareas exigen que los medios estén presentes cuando ataca la inspiración (como el componer música por ejemplo) y el tener que esperar a llegar a casa para plasmar esa idea fantástica que se nos ocurrió contemplando el paisaje no es muy recomendable (yo al menos, no puedo hacerlo).
Cuál es la oferta actual? Macbook y Macbook Pro. El primero es elegante, delgado y rápido, pero no tiene la potencia ni la capacidad para crecer del segundo. Por otro lado, el hermano mayor es muy rápido, expandible, pero pesado (el de 17″ 3,5 kgs!) y “desagradable al tacto” por dos razones: el teclado sigue siendo convencional (me encanta el de los Macbooks) y se calienta en exceso, lo que lo hace inviable para sentarse en cualquier parte con el equipo sobre las piernas.
Qué por qué me importa tanto la capacidad de expansión? Porque uso máquinas virtuales que necesitan muchísima RAM (el ver funcionando un Windows XP con 256 Mb de RAM en el Macbook de mi novia, que tiene 1 Gb, es desesperante). Además, el poder cambiar el disco duro con facilidad es crítico, sobre todo en esta época en que el espacio se ha vuelto un bien imprescindible para tantos vídeos y música descarg… perdón, comprados en internet. A este respecto, las dos máquinas permiten ampliar la RAM y acceder al disco duro con facilidad, a diferencia de sus antecesores.
Ahora bien, los dos sabores vienen con la dichosa pantalla en formato Wide Screen, que sinceramente no me hace mucha gracia. Cuando quiero ver una película, la convierto a un formato entendible para el iPod y la conecto al televisor con unos cables diseñados para el efecto. No me atrae la idea de pasar 2 o más horas viendo una película en un monitor de ordenador, sentado en el estudio…
Resultado? Las opciones no son muy halagueñas que digamos. Si a esto le sumamos el que el tema de la virtualización por hardware está en etapa embrionaria (al menos en estos equipos), la oferta resulta todavía menos atractiva. Mi portátil ideal es este: Pantalla de 12 o 14″ máximo, cuadrada, con un peso que no supere los 1,8 kgs, procesador Core 2 Duo o superior de al menos 2,2 Ghz, 2 Gb de RAM y disco duro SATA de 160 Gb de serie, webcam integrada, teclado “chiclet”, 3 puertos USB, 2 Firewire 400/800, tarjeta de video de 256 Mb no integrada, tarjeta de red 100/1000, DVD-RW, Bluetooth, WiFi 802.11n, trackpad con interpretación de gestos, y sobre todo y muy importante, dos cosas: virtualización por hardware y un precio razonable (entre 1500 y 2000 euros). Será mucho pedir?