Me acabo de encontrar con este artículo de Martha Aguirregomezcorta, publicado hoy en el periódico El País, donde se muestra en toda su dimensión, la mezquindad absoluta del Estado Español hacia sus connacionales en el extranjero, aún en tiempos de máxima necesidad. Había escuchado historias desagradables sobre funcionarios perezosos que no hacían el menor caso a una persona a la que le habían robado su pasaporte un domingo en un país extranjero, porque “no era muy urgente”, pero esto rebasa todos los límites. Juzguen ustedes:
“Ricardo Rodríguez, vecino de Almerinar, en el El Ejido (Almería), recibió hace una semana una carta de la Agencia Tributaria en la que se le reclamaba 200 euros, más un “recargo de apremio ordinario” del 20%, es decir, 40 euros más. En la misiva se le informaba de que tenía que haber pagado esos 200 euros antes del 27 de enero pasado y que si no lo hacía el próximo 5 de octubre se procedería al embargo de sus bienes. Ricardo Rodríguez, comercial del departamento de ventas de una empresa de coches en Almería, no entendió nada. ¿Por qué tenía que pagar esa cantidad? Empezó a deshilar la madeja. Llamó a su gestor. Llamó a Hacienda. Alguien le dijo que aquella cantidad correspondía a algo que se había negado a pagar. Terminó llamando al Ministerio de Exteriores. Allí le dijeron que su deuda correspondía a los 200 euros que había recibido por parte de la Embajada Española en Bangkok (Tailandia).
Cayó en la cuenta. El 27 de diciembre pasado Ricardo Rodríguez había conseguido llegar a la Embajada, tras sobrevivir al tsunami en Phuket, localidad en la que pasaba unos días de vacaciones, y después de 20 horas de viaje en coche. “Estaba en bañador, con la pierna destrozada, sin dinero y sólo con el pasaporte y la cámara de fotos colgada al cuello”, cuenta al otro lado del teléfono desde Almería. “Allí me dieron 200 euros en metálico y me hicieron firmar un montón de papeles [uno de ellos en el que se comprometía a reintegrar esa cantidad al Tesoro] que no sabía bien a qué se referían. Estaba muy aturullado”, añade. Con esos 200 euros Ricardo Rodríguez -que llevaba viajando solo desde hacía dos meses por toda Tailandia- se compró ropa, comida y pagó dos noches en un hotel que la propia Embajada le buscó. También pagó la asistencia sanitaria que le dispensó un hospital en Bangkok, donde tuvo que asistir dos veces para que le hicieran las curas de la pierna. El 29 de diciembre regresó a España.
“Falta de humanidad”
Nueve meses más tarde, Ricardo Rodríguez está enfurecido y decepcionado con el Estado español. “No es el dinero, los 240 euros me dan igual, sino el detalle, por la falta de humanidad que han mostrado. Es increíble que el Estado no cuente con fondos para ayuda humanitaria”, asegura. Desde Hacienda, un portavoz explica el porqué de este reclamo: “Las embajadas no dan dinero a fondo perdido. Son préstamos. Se entiende que las personas son afectadas por las catástrofes, pero no que no tengan recursos. Otra cosa es cuando se trata de un indigente; entonces, no han de pagar”. Hasta el pasado 10 de mayo, Ricardo Rodríguez ha estado de baja por prescripción médica. Pero aún hoy ni rinde en el trabajo, ni tiene ganas de atender a los clientes, ni duerme bien. La pesadilla que le toco vivir en Tailandia todavía da coletazos. El último, la reclamación de los 200 euros, más intereses, que la Embajada le prestó en Bangkok”.