Desde que volví de Granada (paciencia, dentro de poco escribiré sobre el viaje), he estado de aquí para allá haciendo cosas, que por minúsculas que sean, me han consumido mucho tiempo. Por eso he tenido que romper la cadena muy a mi pesar, porque me gusta mucho escribir. Ello me ha hecho pensar en esa falacia tan difundida del “tiempo libre”: esa creencia popular del que no tiene trabajo u ocupación regular está simplemente sin hacer nada. Lamento decepcionarlos, pero nada más lejos de la realidad. Lo que he descubierto en estas semanas de cambio de actividad ha sido básicamente lo que he denominado el “Síndrome Compulsivo de Ocupación del Tiempo”. En otras palabras, que el tiempo libre no existe.
Me explico: la sociedad en la que vivimos está claramente orientada hacia el hacer, y el que no cumple con este precepto básico, está mal visto o simplemente es apartado del mal llamado “ciclo productivo”, calificándosele como elemento inútil al que hay que reintegrar a toda costa al sistema. Pues bien, siempre he creído (y ahora lo estoy comprobando) que el hacer de manera compulsiva simplemente nos hace caer en la rutina y olvidarnos de nuestra parte creativa y emocional. Al parecer, el llenar nuestro tiempo de actividades variopintas hace que nos sintamos más seguros y tranquilos, con algo a lo que asirnos para no perder el rumbo y cumplir con lo que se supone se espera de nosotros.
Y así vamos llenándonos de obligaciones y compromisos para poder demostrar y demostrarnos que somos elementos útiles y que contribuimos con nuestro trabajo, sin importar lo más o menos efectivo que pueda ser, al “desarollo y avance de la sociedad”, creyendo que el trabajo es una forma esencial de realización personal, olvidándonos por el camino de lo que realmente nos motiva o apasiona. Le tenemos pánico a estar, como se diría en inglés, “idle” o sin hacer nada, pero, por las paradojas de la vida, siempre estamos añorando tener tiempo para cambiar de actividad y poder “descansar”.
Lo cierto es que una vez que disponemos de ese tiempo, no sabemos que hacer con el y nos desesperamos. Incluso hay gente que nos dice cosas como “Conociéndote, en poco tiempo te aburrirás y querrás volver a trabajar”. Y lo peor de todo es que sucumbimos a la tentación de lo conocido y sin darnos la oportunidad de descubrir qué es realmente el tiempo libre y poder dejar de hacer lo que hacíamos cotidianamente, le damos la espalda y volvemos a la rutina de hacer y hacer, preguntándonos por qué cada día estamos más y más cansados e insatisfechos.
Tengo dos noticias: una buena y otra mala. La primera es que es posible tener tiempo libre y disfrutarlo, sin atosigarnos con cuanta cosa nos bombardea la sociedad a través de la publicidad o los mitos populares, sino tomándonos el tiempo necesario para descubrir que muchas veces no queremos hacer absolutamente nada, sin sentirnos culpables, como forma de encontrar lo que realmente nos motiva. La segunda es que no es fácil y requiere tiempo y paciencia, pero el resultado vale la pena!
Creo que más de uno se sorprenderá al descubrir lo poco que se necesita para estar tranquilo y feliz, y que mucho de lo que le rodea y que creía tan necesario, sólo hace bulto y al final estorba.
Se animan a hacer este exámen de conciencia?