Tal vez el título suene algo pretencioso, pero cuando vean el video entenderán cual es su razón de ser. Cada vez más creo que es importante volver a lo sencillo, a lo que hacemos con las manos concentrándonos por completo en la tarea. Disfruten por favor.
Un poema
Hoy publico un breve pero poderoso poema del maestro Dōgen, que describe, desde mi punto de vista, a la perfección la experiencia de vivir el aquí y el ahora, así como la falsa necesidad de tener o ser cada vez más. Vale la pena leerlo y releerlo con atención…
“Voy caminando por este mundo ilusorio
parecido a un sueño,
ni siquiera miro las huellas
que pudiera haber dejado.
El canto del cuco
me hace señas para que vuelva a casa.
Al oírlo giro la cabeza
para ver quién me dice que vuelva.
Pero no me preguntéis donde voy.
Viajo en este mundo sin límites
por donde no sé
y cada uno de mis pasos
es mi propia casa, mi propio hogar.”
El pasado es impredecible
Los que me conocen sabrán que desde hace tiempo tengo interés en el budismo, y he estado leyendo sobre las diferentes ramas de esta filosofía de vida para ilustrarme y saber un poco más. Después de pensar que el budismo tibetano era lo que más se ajustaba a mi forma de pensar (o viceversa), comencé a investigar sobre el zen, concretamente la escuela Soto de Japón. El sábado pasado tuve la oportunidad de asistir a una sesión introductoria al zazen, o meditación sentada, propia de esta rama.
La experiencia fue muy interesante porque pude eliminar algunos tópicos que tenía en mi cabeza sobre el tema, y sobre todo, porque la mayoría de las prácticas y consejos que he recibido han venido a través de libros, páginas web, audiolibros, pero nunca de una persona en vivo y en directo, y constaté la importancia de un(a) guía para adentrarnos en estos caminos.
Debo confesar que al principio me parecía un poco tonto ir a un lugar a estar sentado en silencio con más personas, y encima tener que pagar por ello, pero gracias a Antonio y a algunos de los asistentes, pude aprender el verdadero sentido de estas sesiones y conocer de primera mano cómo se puede practicar el zazen, además de entender la importancia del guía o de una mano amiga que nos indique los primeros pasos.
El local era pequeño, pero perfectamente adecuado para lo que allí se hace. El ritual es sencillo y la enseñanza que imparte quien dirige la sesión, de alguna manera, no sé si por el estado de relajación que predomina, cala más hondo en el consciente y el inconsciente. Al final, como no podía ser de otra manera por estas tierras (!), terminamos departiendo en un bar cercano, comentando los pormenores de la sesión y compartiendo experiencias.
Me gustó lo que sentí, a pesar de la incomodidad inicial y de mi poca resistencia para llegar al final de la segunda sesión de meditación (para los que no saben, una sesión de zazén se compone de 5 partes: preparación, zazén, kinhin o meditación caminando, preparación y nuevamente zazén. Durante estos períodos, la mente pasa por muchos estadios diferentes, que no había observado con atención antes.
Esta práctica consiste en encontrarse con uno mismo, simple y llanamente, sin adornos ni ceremonias excesivas. Para algunos, puede ser un volver a casa, para otros, una horrible sensación de indefensión. No hay nada que aprender, ni nada que enseñar. Simplemente se está allí dejando pasar cuanto ocurre en nuestra mente, lo cual es extremadamente complicado a veces… Para terminar, el título de este post lo escuché durante la charla posterior a la sesión y debo decir que todavía estoy reflexionando sobre sus implicaciones. Va mucho más allá de lo que nuestro lado racional quiera explicar, pero como dice una definición: “Zazén significa practicar lo que no puede ser explicado”.