Esta semana tuve la oportunidad de conversar con una persona que ha sido y es muy importante para mi, sobre todo en el tema laboral, y compartió con quienes le estábamos escuchando la siguiente historia:
Durante la búsqueda de un/a candidato/a para un puesto de trabajo y después de revisar muchísimos CVs, finalmente apareció la persona al parecer ideal para ocuparlo: cualificaciones académicas excelentes, recomendaciones de un sinfin de personas que habían trabajado con él, amplia experiencia en el campo sobre el cual se desempeñaría el trabajo, buena presencia física, un profundo conocimiento del mercado local… En fin: casi que hecho a medida.
Al finalizar la entrevista que podría definir si se le contrataba o no, se le preguntó si tenía alguna duda o si quería formular alguna consulta sobre el trabajo, condiciones y demás, a lo que respondió que si, que tenía una petición que hacer.
– “Y cual es esa petición?”, preguntó el posible empleador.
– “Es sencillo”, contestó él, “simplemente quiero comentarles que deseo trabajar sólo a media jornada, con la consiguiente reducción de salario que ello implica.”
– “Imposible!”, contestó el empleador, “Este trabajo requiere de dedicación completa dada su complejidad”.
-“Entonces lamentablemente tendré que declinar la oferta”, dijo él.
El empleador, visiblemente sorprendido, le preguntó cual era la razón para tal decisión.
– “Es sencillo”, contestó, “Las otras 20 horas las dedico a practicar Yoga. Y si se pregunta por qué, la respuesta es aún más fácil: el Yoga me brinda estabilidad física, buena salud, tranquilidad mental y espiritual, buena calidad de sueño, buen humor y me permite saber quien soy. Por estas razones, no voy a renunciar a algo que es tan positivo en mi vida por una cantidad de dinero y tiempo”. Y dicho esto, se levantó y despidiéndose con cortesía, abandonó la sala de reuniones.
La primera reacción que puede desencadenar el leer esta historia es la de asombro, es decir: “Qué idiota! Dejar pasar oportunidad como esa sólo por el yoga?”Es lo que solemos escuchar cuando se la contamos a algún/a desprevenido/a interlocutor/a para pasar el rato. Sin embargo, si indagamos un poco más, la coherencia de esta persona y su lealtad consigo misma es para, como mínimo, quitarse el sombrero y reflexionar sobre nuestras propias actitudes hacia la vida.
Cuantas veces nos hemos “traicionado” a nosotros/a mismos/as por resolver un problema puntual o satisfacer una necesidad pasajera? Cuantas veces hemos renunciado a nuestros principios por dinero o algún beneficio similar? Cuantas veces hemos sacrificado nuestra salud y tiempo personal para “cumplir” con algo que al final no resulta ser tan relevante?
Ciertamente, el “pensar, decir y hacer lo mismo” no resulta nada fácil en nuestra vida diaria, sin embargo, historias como esta me hacen pensar que de alguna manera es posible si nos aplicamos de verdad para conseguirlo…