En estas últimas semanas la vida se ha encargado, no sé si amable o despiadadamente, de recordarme que ocuparse de lo realmente importante es lo único necesario para continuar transitando por este plano de una manera tranquila. Y no me refiero a asumir una actitud seria y de pesadrumbre ante lo que pasa, olvidando todo lo demás. Por el contrario, el darse cuenta (una vez más) de todas las distracciones que buscamos activamente para evitar ocuparnos de lo que ES, ayuda mucho a volver a recuperar el centro cada vez con menos esfuerzo para evitar el fatalismo con que solemos asumir todo aquello que nos aleja del supuesto “bienestar” o “placer” que tanto anhelamos.
Esta experiencia es lo que es, y si finalmente aprendemos a verla tal cual, el supuestamente inevitable sufrimiento se evaporará como el rocío matinal cuando comienza a brillar el sol: de manera grácil y sin apenas esfuerzo.
Si seguimos prestando atención a aquello que nos distrae de ver la realidad que tenemos frente a nosotros, o a todos los filtros que nos empeñamos en usar para edulcorar la experiencia real de existir, la cadena de desventuras que nos espera es infinita y variada.
Eso si, nadie puede hacerlo por nosotros. Qué se necesita? Paciencia y persistencia, o como dijo el Maestro, una seriedad y compromiso sin límites…