Tiempo "Libre"

Desde que volví de Granada (paciencia, dentro de poco escribiré sobre el viaje), he estado de aquí para allá haciendo cosas, que por minúsculas que sean, me han consumido mucho tiempo. Por eso he tenido que romper la cadena muy a mi pesar, porque me gusta mucho escribir. Ello me ha hecho pensar en esa falacia tan difundida del “tiempo libre”: esa creencia popular del que no tiene trabajo u ocupación regular está simplemente sin hacer nada. Lamento decepcionarlos, pero nada más lejos de la realidad. Lo que he descubierto en estas semanas de cambio de actividad ha sido básicamente lo que he denominado el “Síndrome Compulsivo de Ocupación del Tiempo”. En otras palabras, que el tiempo libre no existe.

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De improviso

Como parte de mi “terapia de desintoxicación mental”, esta tarde me voy a Granada, tal y como lo había contado hace unos días. Lo mejor, aunque a algunos les parezca algo normal, es que no he tenido la necesidad de planificarlo todo minuciosamente, con semanas de antelación y cuidando hasta el último detalle, costumbre muy arraigada en mi, que como muchos otros, veo el control como una forma de seguridad.

El próximo paso será irme a un aeropuerto o estación de bus/tren y tomar el primero que salga! Pero vamos poco a poco… Por ahora, nos vemos a la vuelta.

Placeres Simples

El otro día escribía que muchas veces enfocamos todas nuestras energías hacia la consecución de ciertos objetivos que nos parecen correctos, pero que en realidad muchos de ellos han sido impuestos por la sociedad (un buen trabajo, un sueldo alto, un buen coche, la pareja perfecta, la casa de ensueño, con jardin y perro, el poder y el éxito, etc.), y la mayoría de las veces nos dejamos llevar sin oponer demasiada resistencia, porque creemos que es “lo que hay que hacer”.

He tenido la oportunidad de vivir de primera mano muchos de ellos, y al final me he percatado que cuando pasan la emoción y alegría iniciales, se convierten en hechos del pasado, carentes del sentido que les dimos cuando comenzamos a tratar de obtenerlos. En particular, la experiencia con el dinero ha sido una especie de montaña rusa: cuando no lo tienes, quieres tener mucho, y cuando comienzas a disfrutarlo, el tener más se convierte en el nuevo objetivo, pero el grado de satisfacción no aumenta de la misma manera, contradiciendo aquel principio económico de la insaciabilidad: el tener más no implica necesariamente ser más felices o disfrutar en mayor medida. Y comencé a pensar que a pesar de ser necesario, el dinero nunca nos permite acercarnos a nosotros mismos de manera honesta y sincera, principalmente porque lo destinamos en la mayoría de las ocasiones, a satisfacer necesidades ajenas (impuestas) o por nuestro afán de compararnos con los otros y “ser mejores”.

A que viene todo esto? A una cosa muy concreta: el recuperar los pequeños placeres de la vida satisface mucho más y no tiene precio, pero lo olvidamos frecuentemente gracias a la idea preconcebida de que lo exterior es más importante que lo interior.

Hoy estuve tomando un refresco con un amigo al que no veía hacía mucho (Alberto: lo tenemos que repetir más a menudo y sin prisas!) y luego de despedirnos, me puse en marcha. Por el camino decidí que quería dar un paseo y estuve pedaleando sin pensar en nada durante casi una hora, sintiendo el esfuerzo de mis músculos y el aire en la cara. Al final, aparqué la Beixo y me senté en un banco a contemplar el rio que pasa cerca a mi casa, cómo se mecían los árboles con el viento y la gente que pasaba por allí. Volví a casa lleno de energía y con una sensación de tranquilidad fantástica. Y todo esto no me costó absolutamente nada…

Las primeras 48 horas

10:30 AM. Heme aquí, como casi todos los días, en frente de la pantalla. Como dije antes, todavía tengo la sensación de que tarde o temprano volveré a mi rutina diaria de levantarme, aseo y vestimenta y luego al trabajo. Lo primero que se me viene a la cabeza es que es realmente dificil desconectar y “bajar de revoluciones”, es decir, sigo pensando en las mil y una cosas que podría / debería / me gustaría hacer cada día. 

Supongo que ahora soy un poco más consciente de las circunstancias y me dejo estar. Por eso, y a pesar de que mi casa esté un poco patas arriba y de las múltiples ocupaciones que me he inventado en estos dos días, lo que más tiempo me ha consumido ha sido la Nintendo DS! Hace mucho que no me dejaba “absorber” por el mundo de fantasía de un juego (en este caso The Legend of Zelda: The Phantom Hourglass), sin prisas y disfrutándolo, sin querer terminarlo de golpe. Me he reido mucho al darme cuenta que estoy “oxidado” y que me cuesta bastante más que antes resolver los acertijos que me voy encontrando en el transcurso de la aventura, más teniendo en cuenta que llevo jugando (en general) más de 20 años…

Me gusta que haga buen tiempo. Creo que el sol da alegría y esperanza. Aunque los días frios o lluviosos también tienen su encanto, creo que en este momento necesito mucha luz. Podría ir a volar (y estrenar una cometa que acabo de comprar, además del cerdito que mis compañeros me regalaron amablemente en mi despedida) pero no quiero hacer nada por obligación. El doctor Kawashima dice que cuando nuestro cerebro detecta que algo “tiene” que hacerse, pierde el interés y puede incluso resultar contraproducente, incrementando los problemas asociados a la edad y a la falta de uso, así que mejor no tentar al destino…

Por otra parte, y siendo fiel a mis principios geeks, me he comprado un bonito móvil nuevo, que hasta ahora estoy conociendo. Tiene tantas cosas que creo que pronto encontrare el botón / menú para decirle que saque al perro que no tengo y que me ponga una copa… Lo mejor de todo es que no es el último de lo último y los problemas o pegas que pueda tener están bastante identificados, además de tener un coste razonable. Eso de pagar por el “privilegio” de tener lo más nuevo a veces (casi siempre) sale muy caro.

Qué viene ahora? Hoy cine por la tarde con posiblemente un paseo por el parque y poco más. La próxima semana me voy a Granada, un sitio que siempre he querido conocer. Lo mejor de todo es que el viaje surgió espontáneamente y no hubo necesidad de pensarlo y repensarlo tantas veces. Me gusta eso de estar rompiendo paradigmas, así me sienta un poco descolocado…

A wild new world

Como habrán podido notar, he tenido este lugar un tanto descuidado desde la semana anterior, básicamente porque no he parado de hacer cosas, y porque los últimos siete días han sido especialmente intensos en todo sentido. Pero vayamos por partes.

Hace varios meses tomé la decisión de no aplazar más uno de esos planes que venía acariciando desde hacía mucho pero que por una u otra razón, no había podido o querido llevar a cabo. Era algo así como el “Santo Grial” de mis metas, y hoy, 1 de abril de 2008, puedo decir con satisfacción que finalmente me he atrevido y comienzo un periodo sabático de duración indeterminada, para dedicarme única y exclusivamente a mis proyectos personales.

Para mi es un punto de inflexión importante que marcará un antes y un después, tanto en mi vida personal como profesional. Atrás quedan los días del trabajo como medio de aceptación social e indicador del nivel de “éxito”, olvidando lo más importante: el disfrute y la pasión por lo que se hace.

Vengo de un año lleno de noticias tristes y preocupantes, y creo que es el mejor momento para ver las cosas con otra perspectiva y “dejarme estar”, asimilando lo que la vida pueda traerme de una forma distinta y más abierta.

Confieso que me siento un poco desubicado en la nueva situación (hasta este momento nunca había estado sin trabajar), sobre todo porque todavía tengo la sensación de que estoy “de vacaciones” pero que en algún momento del futuro cercano volveré al trabajo. Supongo que con el tiempo este sentimiento irá dejando paso a vivir cada momento tal y como venga, sin tantos planes o “normas”, esas que nos sirven para que nuestro mundo tenga coherencia y un cierto sentido del orden. Curioso, por fin tengo tiempo para darme tiempo!

Por lo tanto, a partir de ahora los contenidos de esta web cambiarán un poco y el foco serán mis experiencias y sensaciones en esta nueva condición de disfrute de uno de mis sueños. Por supuesto seguiré escribiendo sobre los temas que me interesan, pero incidiré mucho más en mi propia visión del mundo y lo que pasa en él.

Así que para los que me quieran seguir acompañando o para aquellos que acaban de llegar, espero que este nuevo camino les inspire, les haga reir y reflexionar de manera un poco menos seria sobre lo que hacemos sobre este pintoresco planeta… Y listo o no, allá voy!

La última vez

Por estos días estoy terminando y cerrando varias cosas. Ello ha implicado que tenga que viajar mucho y despedirme de bastantes personas con las que he tenido relación en los últimos años. Lo que en principio era una serie de viajes “rutinarios”, han adquirido una nueva dimensión al tratarse de los últimos que hago en ciertas circunstancias.

Es curioso, pero siento que a veces necesito algún “llamado de atención” para comenzar a ver las cosas de otra manera. El hecho de decir adios y de ser consciente de que posiblemente no vuelva a ver a muchos de quienes me despido me genera sentimientos variados. Por una parte, algo de tristeza y nostalgia al dejar atrás a aquellos con los que he compartido aventuras y desventuras, y por otro la emoción de ver acercarse nuevos retos y posibilidades.

Ahora, cuando voy a estos sitios en los que estuve muchas veces, comienzo a descubrir cosas nuevas. Incluso en una ocasión al recorrer un camino que creía que sabía de memoria, me encontré perdido porque comencé a notar detalles que antes habían pasado desapercibidos y me alarmé pensando que me había equivocado de ruta! Esto demuestra que la cabeza muchas veces está a miles de kilómetros del lugar donde nos encontramos físicamente, concentrados en ese futuro y esos “problemas tan importantes” que nos quitan la atención del presente, dándolo todo por hecho y sentado.

Lo mejor de todo ha sido ese “caer en cuenta” y sobre todo, que la sensación de atención al ahora no desaparece. Creo que mi manera de pensar y de observar y vivir el momento presente ha cambiado. Me parece que soy más sensible a los detalles y disfruto más de lo que ocurre en cada instante, sin atosigar mi cerebro con ideas de futuros inciertos que muchas veces nunca llegan a materializarse.

Incluso he mejorado mi constancia y disciplina de alguna manera, porque me he percatado que el ahora es lo único que existe. El pasado es estático y el futuro borroso, por lo que concentrarse en ellos o dejar que nos influyan no es muy sano que digamos.

Voy a extrañar algunas cosas, pero llevo conmigo los conocimientos, experiencias y sensaciones acumuladas durante estos años de intensa travesía personal y profesional, además de la amistad y el aprecio de quienes me han acompañado en esta andadura. Y se ve una vez más que de todo se aprende, por insignificante que sea.

Adios Simón

Por estos días mi madre se ha movido de casa. Como algunos de ustedes saben, hace un poco más de un año ocurrió algo que hizo que todos los miembros de mi familia reconsideráramos muchas cosas. Pues bien, después de más de 30 años, el hogar donde me crié ha dejado de existir. La casa ha sido vendida.

Supongo que era algo natural y necesario, una manera de cerrar un ciclo y de pasar página. Incluso yo estoy atravesando por un momento importante en mi vida (del que hablaré otro dia). Para bien o para mal “life goes on”, la vida continúa.

Sin embargo, en estos cambios siempre hay efectos colaterales. Algunos no tan evidentes, otros incluso necesarios. El problema es cuando alguno de ellos es doloroso, no tanto para quien lo ocasiona sino para el afectado. Anteponemos la comodidad inmediata sin medir las consecuencias de nuestros actos, y más si se trata de un ser que no puede manifestar su descontento claramente o que no puede defenderse.

Estoy hablando de Simón, el Schauzer de mi hermana menor. Un perrito nervioso y pequeño como casi todos los de su raza, pero que brindaba compañia y alegraba la vida a quienes quería. Desafortunadamente, ya no había cabida para él en el nuevo hogar de mi madre y mi hermana. La conclusión fue que eran más importantes las cortinas y los pisos nuevos que tomarse un poco de tiempo para permitir que el animalito se acostumbrara a su nuevo entorno. Ya no había nadie que se ocupara de él, así que se convirtió en una carga.

La solución? Simplemente dárselo a otra persona. Problema resuelto, pensarán algunos, pero no. Los perros, como todos los seres vivos, son capaces de percibir lo que ocurre a su alrededor. Tienen conciencia social y un fuerte sentido de pertenencia que se va acrecentando a medida que pasan los años. No es igual cambiar de dueño a un cachorro que apenas está descubriendo el mundo en el que vive, que a un perro adulto que ya ha establecido un orden “mental” sobre quienes son los “líderes” de su grupo.

Es una experiencia traumática, pero total, si simplemente es un animal… Lo que voy a decir puede sonar a una comparación fuera de órbita, pero pasa algo parecido cuando una pareja con hijos decide que ya no es posible continuar con la vida en común y toman la decisión de separarse. Los hijos siempre sufren, por más que todo se haya hecho de la mejor manera posible (por cierto, cuál es la mejor manera, digo yo?) y si los padres no se llevan bien, la carga sicológica que deben soportar puede ser muy pesada. Y el problema mayor es que están menos preparados para afrontar este tipo de situaciones (Teniendo en cuenta que algunos adultos no llegan a superar estas circunstancias).

En fin. Como dije antes, la vida sigue, y en esta sociedad cómoda e inmediatista en la que vivimos ya no hay lugar para ciertas consideraciones éticas o compasivas. Nos deshacemos de lo que estorba sin dudarlo, sin pensar en qué puede pasar o los efectos que estamos causando. Lo importante es quitarnos el problema de encima como sea. Sólo quedan las tristes víctimas de nuestra indolencia, sean personas, plantas o animales, que casi nunca pueden decidir por si mismos y deben soportar estoicamente las veleidades de quienes se han convertido en sus improvisados señores…