Recortes, ajustes y similares


Tijeras y Recortes

Por estos días el panorama económico español está muy revuelto. Se anuncian medidas cuasi draconianas para contener el gasto y evitar consecuencias similares o aún más traumáticas que las de Grecia: recortes de consideración en salarios públicos, congelación de pensiones y la cancelación de numerosas ayudas sociales. Si bien es cierto que ya era hora de que alguien cogiera el timón y plantara cara a la crisis económica, este movimiento da para muchas reflexiones. He aquí algunas preguntas e ideas que se me ocurren, que no son de difícil aplicación, que de una forma u otra podrían, creo yo, ayudar un poco.

¿Por qué se hace pagar las consecuencias de la avaricia de los especuladores a un sector tan específico de la población? Sabemos que los bancos, en su afán de inflar aún más sus ya abultadas ganancias, mintieron y engañaron a cientos de miles de personas concediendo créditos basura que finalmente desencadenaron una situación sin precedentes que afectó al conjunto de toda la economía, generando desempleo, desconfianza y un profundo sentimiento de desesperanza (porque del daño moral casi nadie se acuerda). Todos sabemos que los gobiernos de medio mundo han invertido sumas ingentes de dinero para retrasar o paliar el colapso de un sistema corrupto e inmoral, a costa de los impuestos y contribuciones que pagamos todos para financiar la sanidad, las carreteras y los servicios públicos. Y ahora tenemos que nuevamente “pagar la factura” de todas estas estupideces de alto nivel.

¿Donde están los impuestos del 30 ó 40% a las compras de lujo, como vehículos de alta gama, mansiones de más de 500.000 euros / dólares, segunda, tercera, cuarta o quinta residencia? O un porcentaje generoso de “contribución social” para este tipo de adquisiciones?

¿Qué pasa con las bonificaciones para los altos ejecutivos de bancos y multinacionales? Donde están las medidas para que tributen entre el 40 y el 50% de lo que ganan por “buen desempeño”?

¿Donde están las medidas de control de la función pública, para detectar ineficiencias y bajos rendimientos de personal, procesos o instituciones? ¿Y  los mecanismos expeditivos para despedir personal público ineficiente o que no cumple sus funciones correctamente?

¿Qué pasa con las funciones duplicadas y triplicadas del gobierno central y las autonomías? ¿Por qué pagar varias veces por los mismos resultados? ¿Qué tan viable sería suspender las competencias autonómicas por un tiempo limitado hasta superar el bache?

¿Donde están las medidas de urgencia para regular precios de los productos básicos de consumo, los combustibles y el transporte? ¿Qué hay de incentivar la creación de micro-empresas o de mejorar y equiparar las condiciones de los trabajadores autónomos con las de quienes trabajan por cuenta ajena?

¿Qué hay de “adelgazar” el tamaño del estado y desincentivar a los jóvenes sobre el hecho de que la única alternativa para un trabajo estable es la de trabajar para el gobierno?

¿Por qué no se simplifican los trámites para crear y gestionar una empresa, haciendo así que quienes aún no se han animado comiencen a generar empleo?

¿Donde está la presencia del estado para crear un clima de confianza que incentive las inversiones y la generación de puestos de trabajo? No basta con aparecer de vez en cuando a decir que “España va bien”, sino traducirlo en medidas concretas a nivel local que den visibilidad a las acciones gubernamentales. Lo que alguien dio en llamar “Política de Proximidad”.

¿Qué se está haciendo para incentivar el consumo de productos nacionales? ¿Qué pasa con la política arancelaria a las exportaciones no esenciales?

¿Por qué razón no se reduce el gasto militar, en forma de “misiones de paz” o mantenimiento de cuerpos y fuerzas de seguridad de tamaño excesivo, para el mantenimiento de una imagen disuasoria?

¿Qué pasa con los subsidios a la iglesia, los sindicatos y demás organismos que los reciben por tradición y no en función de sus aportes reales?

¿Y los regímenes tributarios especiales para los miembros de la nobleza y otros cuerpos privilegiados, como los servicios diplomáticos o misiones en el extranjero?

Supongo que todas o muchas de estas medidas ya se les habrán ocurrido a los gurús de turno encargados de sugerir acciones en una u otra dirección, pero no está de más recordarlas, porque cuando estamos en medio de un grave problema, a veces se pierde la perspectiva…

¿Antanas o Juan Manuel?


Antanas Mockus y Juan Manuel Santos

Por estos días hay emoción en el ambiente electoral colombiano, y en general, en toda la gente de a pie que vive en esas tierras. Gracias a la decisión de la Corte Constitucional de impedir la modificación de la carta magna para permitir que el presidente Alvaro Uribe se presentara a un tercer periodo consecutivo, la carrera por llegar al Palacio de Nariño se animó de repente, ya que si Uribe se hubiese presentado, el resultado era previsible, dados sus altos niveles de aceptación y popularidad por parte de la población.

Sin embargo, ahora hay dos candidatos con posibilidades reales: Juan Manuel Santos, representante del oficialismo y continuismo uribista, y Antanas Mockus, cabeza visible de un triunvirato que fundó el Partido Verde.

El primero, ex-ministro de defensa de Uribe, proveniente de una familia altamente influyente, hasta hace poco propietaria de uno de los periódicos más leídos en el país, representa la política tradicional, el establecimiento y las viejas costumbres corruptas (sin decir con esto que el candidato lo sea) del clientelismo, los gamonales locales y el reparto de prebendas, particularidades estas que han caracterizado a la política colombiana por décadas. Sin embargo, cuenta con el efecto “arrastre” de su ex-jefe, debido a que la gente lo asocia con los logros y éxitos de la política de Seguridad Democrática, bandera en los 8 años de gobierno de Alvaro Uribe.

Mockus, por otra parte, es un académico que fue alcalde de Bogotá en dos ocasiones y rector de la Universidad Nacional, representa el hastío del pueblo que no tiene en la mayoría de las ocasiones ni voz ni voto en los asuntos de estado, que se cansó de la máxima que sostenía que “el fin justifica los medios” y que ha creído siempre que la educación es la llave para acabar con la intolerancia y  crear un nuevo punto de vista en las personas, sin importar su condición social o ideales sociales o políticos.

El desenlace puede ser histórico en el país, acostumbrado a que unos pocos decidan quien será el mandatario y por cuanto tiempo estará en el poder, ya que por primera vez hay un movimiento de masas originado en el mismo pueblo, que no responde a los patrones electorales tradicionales. El uso de las redes sociales, el boca a boca y sobre todo, la sensación de vivir en una falacia monumental, mostrando logros militares de importancia relativa, mientras la situación social y de empleo se deteriora rápidamente, han hecho que el candidato verde haya pasado de ser una simple anécdota a estar empatado técnicamente en las encuestas con el representante del oficialismo.

Hay nerviosismo en la campaña de Santos. Se están moviendo millones de dólares para contrarrestar lo que se ha llamado la “Ola Verde”, contratando a asesores de probada eficacia (como en la campaña de Obama) y hasta personajes de dudosa reputación que no reparan en usar todo tipo de tácticas para desprestigiar al rival y conseguir la victoria a cualquier precio, lo cual indica que hay un “peligro” real de un cambio sustancial en las esferas de poder.

Ya es hora de un giro importante. El usar la fuerza durante ocho años para acabar con la guerrilla no dio los resultados esperados y por contra, exacerbó una cultura de la violencia que no ha dejado avanzar al país durante casi 50 años. La polarización en que está sumido el país no tiene precedentes. Habría que remontarse a la época de la violencia (a mediados del siglo 20) para observar comportamientos similares. Ojalá que en esta ocasión la historia no se repita para que podamos crecer y avanzar en una dirección alejada de la agresividad, la corrupción y el amiguismo que caracterizan a la sociedad colombiana.

Por primera vez en muchos años tenemos la posibilidad REAL de escoger entre dos propuestas diferenciadas. Por una parte, un modelo probado pero con grandes visos de agotamiento y por otra, la novedad con un enfoque completamente distinto para no abandonar a nadie por el camino como “bajas colaterales”. Un momento que, pase lo que pase, quedará registrado en la historia como el despertar colectivo de una sociedad agobiada por las luchas internas y la cultura de la informalidad y la ilegalidad.

No hay que tener miedo a lo desconocido, ni a aquello que pueda parecer “excéntrico”. Las mejores ideas normalmente vienen de quienes no pertenecen al sistema o que viven en él observándolo y cuestionándolo constructivamente, porque tienen una perspectiva mayor que hace que puedan analizar las situaciones en su conjunto y no como hechos aislados. El darnos la oportunidad de ver un punto de vista sustancialmente diferente podría ser la mejor cura contra la intolerancia que lastra al país desde tiempos inmemoriales.

El comienzo de una nueva era

Supongo que todos ustedes ya sabrán que el candidato demócrata Barack Obama ganó las elecciones para convertirse en el presidente número 44 de los Estados Unidos de América. Fue una elección distinta, porque los estadounidenses, hartos del intervencionismo sin sentido de Bush (a quien, sin embargo, eligieron dos veces!) optaron por un cambio de dirección con la esperanza de recuperar el liderazgo y sacar al país de la profunda crisis en la que se halla inmerso.

Debo admitir que en un principio no pensé que fuera posible lograr un cambio de conciencia a tanta escala, y más conociendo la trayectoria política de ese pintoresco país. Recuerdo todavía los debates encarnizados entre Hillary Clinton y el ahora presidente electo, en una lucha que sólo parecía beneficiar a los republicanos, hasta que finalmente la ex-primera dama reconoció la fuerza mediática y el carisma del candidato de Hawai y le ofreció su apoyo, casi me atrevería a decir que demasiado tarde.

Obama es un “recién llegado” a esto de las lides políticas, y eso parece ser que lo ha favorecido. No ha hecho una carrera larga, ocupando varios cargos importantes, como casi todos sus antecesores, pero ha estado en contacto con la gente incluso antes de iniciarse en el mundo político. Fue curioso escuchar en un documental de la MSNBC fechas cómo 1990, 1999, etc., cuando McCain, su rival demócrata, contaba sus traumáticas experiencias en la guerra de Vietnam. Lo cierto es que su atípica carrera puede darle una significativa ventaja a la hora de encarar los viejos vicios que plagan el quehacer de gobierno de una de las naciones más poderosas del planeta. La llamada “Mente del Principiante” puede obrar milagros para renovar las ya desvencijadas estructuras de poder de los Estados Unidos.

Sin embargo, tengo también que decir que “amanecerá y veremos”. Ya estoy cansado de escuchar promesas que a la larga no se cumplen y tener que conformarme con ser un espectador de los contínuos errores y desaciertos que aquellos que se autoproclamaban como “la solución” cometen impávidos, sabedores de que mientras detenten el poder, nadie podrá cuestionar su autoridad de manera eficaz (aparte de impeachments y otras fórmulas usadas en raras ocasiones). El senador de Illinois promete y mucho, representa la esperanza de millones de personas que alzaron su voz para decir “ya basta”. Habrá que ver si es realmente un catalizador y canal del cambio o simplemente sus buenas intenciones se diluyen en las veleidades del poder.

Para terminar, un deseo para el nuevo presidente: “Trabajo, trabajo y trabajo”. Y por supuesto, mi frase favorita “がんばって ください” o “Hazlo lo mejor que puedas”.

Suma y sigue

Ayer fue asesinado otro ciudadano (más) a manos de ETA. Isaias Carrasco, ex-concejal de una pequeña población de la Comunidad Autónoma Vasca, ya no se encontraba participando en política y no tenía escolta (!), como si lo hacen todos los demás miembros de las colectividades que no comulgan con las ideas nacionalistas.

Me genera tristeza y a la vez rabia ver cómo estas cosas siguen pasando. Como hay gente que todavía piensa que matando a sus rivales solucionará sus problemas. Como el uso de la violencia es la única manera de defender un ideal político o social. Me produce asco ver como estos grupos se siguen financiando con dineros públicos “en aras de la democracia”, aprovechando la buena fe de los electores y los subterfugios legales para seguir delinquiendo. No entiendo como no condenan la violencia aquellos que ostentan cargos públicos, como no son capaces de alzar la voz y usar el sentido común para parar a los elementos más violentos de sus filas políticas por miedo o con la indiferencia que caracteriza a los cobardes.

Tal vez seré ingenuo, pero no creo que nadie crea firmemente que el asesinato, la amenaza y la descalificación pública son los medios adecuados y necesarios para convencer a unos u otros de cierta postura o ideales, del color que sean. Aquellos que ordenan estos actos ni siquiera tienen la valentía de llevarlos a cabo por si mismos, sino que tienen que recurrir a las mentiras y la ideología barata para convencer a uno o más jóvenes inexpertos e ignorantes de que la causa así lo requiere, y de que serán “mejores personas” si ejecutan estas barbaridades.

Hasta cuando los radicalismos? La intolerancia? Los anacronismos ideológicos? Estamos condenados a no poder vivir nunca en paz y armonía? Podremos evolucionar alguna vez hacia la convivencia pacífica, donde las ideas de unos pocos no agredan a los deseos de la mayoría?

Paz en la tumba de Isaias y fortaleza para sus familiares y amigos.

Se volvieron locos todos?

Acabo de leer la noticia referente a la ruptura de relaciones diplomáticas entre Colombia y Nicaragua, como resultado de la incursión en territorio ecuatoriano por parte del ejército colombiano para dar de baja al guerrillero “Raul Reyes”.

Para aquellos que no sepan cual es el origen de todo este embrollo, lo explico brevemente: A principios de este mes, las fuerzas de seguridad colombianas localizaron al guerrillero Reyes en un campamento situado a menos de dos kilómetros de la frontera con Colombia, en territorio ecuatoriano, y procedieron a efectuar una operación militar que permitió darle de baja, junto con otros miembros de su escolta personal. Reyes era el número dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, un movimiento guerrillero que lleva casi 50 años asolando al país.

En un principio, se habló de coordinación entre los cuerpos armados de ambos países para dicha operación y de que el presidente Uribe había informado de la operación a su homólogo ecuatoriano, pero más tarde se supo que el ejército colombiano bombardeo el campamento de los guerrilleros ubicado fuera de su territorio. Adicionalmente, algunos de sus miembros ingresaron en suelo ecuatoriano para recuperar los cadáveres de los insurgentes y así evitar el ocultamiento que suelen hacer las FARC de estos para desacreditar al gobierno colombiano, a través de la táctica de disfrazar a los muertos de campesinos y sostener que se está asesinando a civiles indefensos (como ellos vienen haciendo desde hace muchos años, con la diferencia de gozar de una impunidad casi absoluta).

A raíz de esto, y sin tener absolutamente nada que ver en el problema, Venezuela anunció que rompía relaciones diplomáticas con Colombia, acusando nuevamente al gobierno de este país de ser un “títere de los Estados Unidos” y de “querer desestabilizar la región con sus tácticas militaristas”. Seguidamente, el presidente Correa, aliado “natural (?)” de Chávez, hizo un anuncio similar, al que se sumó el de Nicaragua que comenté al principio.

Lo que no termino de entender es cual es el interés que tienen venezolanos, ecuatorianos y ahora nicaragüenses (!) en apoyar a un grupo terrorista como son las FARC. Si bien es cierto que el gobierno colombiano obró mal al no contar con Ecuador para esta operación, lo que no se puede admitir es que los países vecinos permitan que los guerrilleros y sus colaboradores campen a sus anchas en sus territorios cuando se ven acosados y perseguidos por las fuerzas del orden colombianas, a sabiendas de todos los crímenes que han perpetrado durante el tiempo de su existencia. Es algo así como que un ladrón que roba en una casa se refugie en la del vecino que pertenece a otro barrio, y al ir a buscarlo la policía, se les impida la entrada.

Lo que queda claro es que los únicos títeres y lacayos de esta historia no son los colombianos, sino los ecuatorianos y nicaragüenses que, sin voluntad ni sentido común, y solamente siguiendo las órdenes de un dictadorzuelo de pacotilla, comienzan a levantar la voz por el riesgo de quedarse sin los petrodólares con que los apoya su amigo caribeño.

Colombia lleva casi cinco décadas librando una guerra de baja intensidad (que es un conflicto en toda regla, pero sin que sea reconocido como tal por la comunidad internacional) en contra de los grupos subversivos que sólo han causado daño y pobreza al país con sus crímenes atroces e ideales caducos. Y la mejor muestra del odio y hastío de la población hacia ellos fue la marcha multitudinaria del 4 de febrero, donde varios millones de personas en todo el planeta dijeron “basta ya” a los desmanes de las FARC, haciendo ver al mundo la verdad sobre este grupo terrorista y dejando al descubierto las condiciones infrahumanas y vejatorias a las que tienen sometidas a las más de 700 personas que tienen secuestradas, en algunos casos desde hace casi 10 (!) años. A pesar de todo esto, han hecho oídos sordos, no solamente los criminales guerrilleros sino los gobiernos de los países vecinos…

Lo más triste desde mi punto de vista, es que la población de estos países, que sufre en su gran mayoría graves problemas de pobreza, inseguridad y desempleo, no se manifieste en contra de las políticas erráticas y claramente demagógicas de sus gobernantes, porque estoy seguro que a ningún ecuatoriano, venezolano o nicaragüense de a pie le interesa entrar en guerra con una nación con la que existen vínculos históricos, comerciales y sociales que datan de varios siglos, y están pensando más bien en cómo resolver sus problemas del día a día, esos que quedan en el olvido a cambio de la resonancia internacional y las portadas de los periódicos. Porque está claro que vende más una declaración de ruptura de relaciones que una solución efectiva contra la pobreza o el hambre…

Esta no es precisamente la idea bolivariana de unión y colaboración que imaginó el Libertador y que ahora está siendo pisoteada y deformada grotescamente por el coronel de cierta república bananera que me recuerda peligrosamente al protagonista del “Jinete de Bucentauro“, genial obra de Alfredo Iriarte, donde queda reflejado de una forma magistral el sino tragicómico de quienes, autoproclamándose como mesías, terminan crucificados en medio del alivio generalizado y posterior indiferencia y rápido olvido de la población.

Y la comunidad internacional? No ha guardado silencio del todo, pero su reacción no ha sido especialmente efectiva hasta el momento. Tal vez hay muchos intereses ocultos en la región que buscan la prolongación del conflicto…

Pueda ser que el colectivo latinoamericano entre en razón de una vez por todas en un futuro no muy lejano y se de cuenta que los experimentos extremistas, del color y partido político que sean, nunca terminan bien, que los milagros y las soluciones mágicas para los problemas de base no existen y que las únicas víctimas directas son los asalariados y ciudadanos comunes, que seguirán teniendo que soportar la estupidez crónica de quienes han elegido como gobernantes hasta que no comprendan que el voto informado es el arma más valiosa en contra de la ignorancia y el populismo.

Guerra en Los Andes!

Acabo de leer un artículo publicado en el periódico El País de España escrito por Moisés Naim, que reproduzco integramente, donde analiza la situación actual de las relaciones entre Colombia y Venezuela. Vale la pena percatarse de la cortina de humo que quiere levantar Hugo Chavez para ocultar el fracaso de sus políticas económicas y sociales, desviando la atención hacia un conflicto inexistente, que perjudica los intereses de Colombia, que se haya inmersa desde hace más de 50 años en una lucha sin cuartel contra grupos terroristas como las FARC, el ELN y los paramilitares.

“Sus compañeros en la academia militar nunca imaginaron que pudiese llegar a ser presidente. Pero los avatares de la política con frecuencia propulsan a sorprendentes personajes a las más altas posiciones. Si bien es cierto que esto pasa en todas partes (ver: Bush, George W.) también lo es que en América Latina sucede con penosa frecuencia.

Por ejemplo, este militar latinoamericano, cuyo rápido ascenso sorprendió a sus colegas, llegó al poder gracias a un golpe de Estado que impulsó su carrera política. Pero una vez en el poder las cosas se le complicaron: la economía en picado, protestas callejeras frecuentes, la oposición ganando terreno, pésima relación con uno de sus países vecinos y cada vez menos amigos en quien confiar.

Ante este panorama, nuestro personaje decidió que ir a la guerra era lo mejor que podía hacer. Pensó que, comparados con una guerra, todos los demás problemas pasan a ser secundarios. Además, las guerras aderezadas con propaganda patriótica y desinformación sobre la maldad del enemigo unen a la población en apoyo al Gobierno. Y las críticas son fácilmente despreciadas como actos de traición a la patria. La guerra permite a los gobernantes centralizar el poder, censurar los medios de comunicación y, en general, ignorar los derechos individuales.

Estas tentaciones fueron demasiadas para el general Leopoldo Galtieri, presidente de facto de una Argentina plagada de problemas, y quien en abril de 1982 ordenó a las fuerzas armadas argentinas invadir las Malvinas, remotas islitas en el océano Atlántico que el Reino Unido llama Falklands y considera suyas.

Esta decisión del general Galtieri tuvo cuatro consecuencias: la primera es que en Argentina las manifestaciones callejeras en contra del Gobierno fueron brevemente reemplazadas por otras apoyándolo. La segunda es que para sorpresa de nadie, excepto de Galtieri, Margaret Thatcher, la entonces primera ministra del Reino Unido, no respondió a la agresión apelando a la diplomacia sino con toda ferocidad militar. La tercera es que los británicos propinaron una devastadora derrota a los argentinos. Y la cuarta es que el Gobierno de Galtieri se desmoronó.

¿Qué tiene que ver esta aventura bélica en el sur del Atlántico de hace casi tres décadas con una posible guerra en los Andes ahora? Ojalá que nada. Una guerra entre Venezuela y Colombia sería tan demencial e irresponsable como lo fue la de las Malvinas. Pero la guerra de las Malvinas, desquiciada y criminal, ocurrió. Las actuales circunstancias en los Andes tienen parecidos que dan que pensar. Y asustan.

Al presidente Chávez, otro militar cuya carrera, al igual que la de Galtieri, también ha sorprendido a quienes le conocieron desde joven, las cosas tampoco le están saliendo bien. La rapidez con la que se han inflado los precios en Venezuela es sólo superada por la rapidez con la que se ha desinflado su prestigio internacional. Internamente, su hegemonía política también ha comenzado a resquebrajarse. Tanto millones de votantes como centenares de antiguos aliados le han dado la espalda. A pesar de la escasez de alimentos y medicinas, el presidente Chávez compra armas a una velocidad y en volúmenes preocupantes. Estas armas, sin embargo, no han servido para darle más seguridad a los venezolanos: tanto el crimen organizado como las bandas callejeras hacen que los fines de semana en Caracas con frecuencia sean más sangrientos que los de Bagdad. Las encuestas indican que el descontento popular crece.

En estas circunstancias, una guerra podría ser una distracción muy tentadora. Especialmente, si como dice el presidente Chávez, son otros quienes la provocan: “Acuso al Gobierno de Colombia de estar fraguando una conspiración, una provocación bélica contra Venezuela, por orden de Estados Unidos, para obligarnos a dar una respuesta que pudiera prender una guerra”, ha dicho. Además, Chávez piensa que el presidente de Colombia, Álvaro Uribe (que tiene un 80% de popularidad), es: “Cobarde, mentiroso, cizañero y maniobrero… Más digno de ser jefe de una mafia que presidente de un país”. Chávez, siempre aclara que su hostilidad no es contra el pueblo de Colombia sino contra la oligarquía colombiana, “esa misma que traicionó al libertador Simón Bolívar”. Quizás por esto, Chávez acaba de crear una comisión presidencial para investigar cómo murió Bolívar. La sospecha, por supuesto es que fue asesinado. Ya se imaginan por quién…

¿Qué hacer? ¿Cómo evitar esta locura? Quizás lo más importante es impedir que Chávez cometa el mismo error de Galtieri, quien apostó a que el mundo no reaccionaría en su contra ante su aventura bélica. A Chávez debe hacérsele ver con total claridad que su belicosidad empujará al mundo al lado de Colombia. Las dádivas petroleras con las que cuenta para ganar aliados internacionales pueden no ser tan potentes como él cree. En esto cabe esperar que países como Brasil y organismos como la Organización de Estados Americanos jueguen un rol más activo y menos ambiguo del que han jugado hasta ahora. Éste es el momento de mostrar liderazgo.

Lo segundo es reconocer, aplaudir -y rogar que se mantenga- la paciencia y la mesura del Gobierno y del pueblo de Colombia, quienes no han respondido a los insultos y provocaciones tanto verbales como de muchos otros tipos que el Gobierno venezolano y sus agentes les dirigen con frecuencia. Una manera inmediata de hacerlo es participando en una marcha que mañana, 4 de febrero, tendrá lugar en muchas ciudades del mundo para protestar contra las FARC y sus malvadas crueldades. Estas marchas serán multitudinarias en Colombia y en otros países. Pero especialmente en Venezuela, donde su presidente no oculta sus simpatías por este grupo terrorista. Millones de venezolanos y colombianos impedirán que los profundos lazos que los unen sean rotos por un Galtieri del siglo XXI. mnaim@elpais.es”.

La incoherencia de la guerra en Colombia

En este artículo publicado en el periódico El Pais por Joaquin Villalobos, se muestra una vez más la incoherencia e inutilidad política e ideológica del principal movimiento insurgente del país, analizada esta vez por alguien que ha vivido de cerca el conflicto en una nación cercana a Colombia. Si bien es cierto que es de sobra conocido que de los errores y experiencias de los demás se aprende, por qué estos señores no miran hacia los que han conseguido solucionar los mayores problemas a través del diálogo o defendiendo ideas políticas razonables y con el bien común como causa primigenia? No son necesarias muchas explicaciones para entender la idea principal que quiere transmitir. Juzguen ustedes.

Y ahora qué?

Hoy se produjo la esperada y publicitada liberación de dos de los más de 800 secuestrados que tienen las FARC en su poder desde hace casi 10 años. Después de haber quedado en ridículo ante la opinión pública internacional, al mentir sobre el paradero del hijo de una de las rehenes puestas en libertad, este grupo insurgente demostró (!) que no son necesarias zonas neutrales o negociaciones sin fin para liberar a la gente que tienen retenida en contra de su voluntad.

Creo que el peor delito que puede cometerse contra un ser humano es privarle de la libertad. Y es un mal que hemos padecido en Colombia desde hace muchos años, sin que nadie haga nada por evitarlo. De poco han servido las manifestaciones de repulsa por parte de todos los estamentos públicos y privados para que esta lacra desaparezca, porque como ya se ha visto y ha quedado en evidencia más de una vez, los guerrilleros de las FARC no tienen ningún ideal u objetivo que les permita entender o justificar el dolor innecesario que causan a familias inocentes por su afán de lucro o notoriedad en esta guerra sin sentido que lleva más de 40 años lastrando al país. Bien es sabido que la violencia engendra violencia, y los sentimientos de quienes han estado en poder de estos señores no pueden ser otros que los de la venganza. Así continúa la macabra espiral de odio en la que este país se encuentra sumergido sin que por el momento se vea ninguna solución.

Si las FARC realmente quieren la paz en Colombia y que haya justicia social, deben comenzar a demostrar carácter de estadistas con un gesto que les coloque a un nivel civilizado para comenzar a hablar de cambio y transformación. No entiendo por qué siguen causando tanto daño a la población colombiana, si a la vez hablan de querer equiparar las condiciones de vida de todos los que habitan en esta tierra. Acaso no hay otra via que la del miedo y el terror con que someten y “gobiernan” a aquellos que tienen la mala fortuna de vivir en los territorios que se encuentran bajo su influencia? Es así como quieren llegar al poder? La gente no es tonta señores, y habiendo vivido y sufrido todo lo que ha ocurrido en estos años, la última alternativa será la de permitir que un grupo de desequilibrados anacrónicos tome las riendas del país.

Qué nos ha dejado este conflicto? Ha mejorado la calidad de vida de la mayoría de la población? Se ha acabado la corrupción? Nuestra imagen internacional ha cambiado para mejor? Los gobernantes son más justos? Ha disminuido la delincuencia? Ha aumentado el nivel educativo y cultural? En absoluto. Ahora tenemos más división, menos tolerancia, más pobreza, más deuda externa, menos infraestructuras, más desigualdad, mucho más miedo y mucha menos esperanza. La prueba fehaciente está en las interminables colas de ciudadanos ante los consulados y embajadas extranjeras buscando la manera de salir de allí a como de lugar, y del éxodo interminable de profesionales y empresarios que simplemente no pudieron más.

Los tiempos en los que el garrote y la palabra fácil dominaban la escena han acabado. Nos hemos cansado de soportar caudillos de dudoso origen que vienen con ínfulas mesiánicas a prometer un cambio inmediato y celestial, que al final solamente beneficia a sus propios intereses. Llegó la hora de escuchar a la gente de la calle, a aquellos que hemos venido sufriendo en silencio este calvario, que hemos renunciado a nuestra tranquilidad porque no había otra opción.

Si son el “Ejército del Pueblo”, por qué no lo escuchan? El pueblo no son solamente los campesinos, ni los ricos, ni la clase media. El pueblo somos todos, y como tal tenemos deseos y expectativas diferentes. No podemos sesgar a un país porque exista pobreza o porque la riqueza esté en manos de unos pocos. No tenemos la culpa de que la historia se haya desarrollado de determinada manera, ni podemos cambiarla.

Lo que si podemos hacer es comenzar un nuevo camino donde las partes no escondan sus verdaderas intenciones, donde la meta única sea el bienestar del país en conjunto. Ya basta de estupideces e ideales caducos. Si propugnan tanto la igualdad y la distribución de la riqueza, no les parece que los Rolex, el whisky, las mujeres y los lujos con que agasajan a sus líderes delante de sus tropas, mal vestidas y peor alimentadas, que están allí por miedo o falta de opciones, son un contrasentido?

Coherencia por favor, aunque este concepto tal vez será incomprensible para sus “pensadores” y “estrategas”. Ya basta. Si de verdad les interesa que el pueblo los apoye y convertirse en una opción política y social, es hora de dejar de comportarse como animales…