“Rainbow Fox” de Ann Marie Bone (Imagen tomada de www.top13.com)
En estos días he estado escarbando aquí y allá, entre la grandísima cantidad de información que acumulamos de una forma u otra, y me he encontrado con pequeños y grandes detalles que habían desaparecido de mi memoria: acciones, personas, hechos relevantes, ocasiones especiales (o no), libros, textos, sonidos, canciones, risas, fotografías que muchas veces estaban asociadas al recuerdo “equivocado” o simplemente, a una parte pequeña de la historia ocurrida.
Si bien es cierto que sabemos de sobra que la memoria comienza a fallar con los años, es curioso darme cuenta que recordamos sólo aquello que queremos, o en otras palabras, olvidamos cosas que son importantes que sin embargo, no consideramos dignas de permanecer en nuestro cerebro. ¿Cual es el criterio de selección? No lo tengo claro. Lo que si es evidente, gracias al ejercicio de recorrer el pasado a través de lo que he escrito o conservado, es que voy dejando atrás situaciones o trozos de información que tal vez me resultaron dolorosas o incómodas por alguna razón que no recuerdo (!). La pescadilla que se muerde la cola…
Sin embargo, creo que es momento de retomar y mantener el sano hábito de escribir lo que me parece relevante, antes que la memoria lo haga pasar por su filtro implacable y simplemente deje de existir como parte de mi historia, que creo es digna de conservar para evitar el desagradecimiento o el simple hecho de repetir experiencias o centrarme únicamente en lo que me pasa ahora, dejando a un lado aquello del pasado que me ayudó a construir este presente que estoy viviendo.