Sigue pasando el tiempo y muchas de las cosas que (me) nos atan a la insoportable experiencia de la incertidumbre de la existencia, siguen ahí, inamovibles e incólumes a cualquier intento por hacerlas desaparecer.
Lo que tal vez si ha cambiado de manera sutil pero perceptible es la manera de verlas e interactuar con ellas. A algunas no les prestamos ya la misma atención o simplemente las ignoramos. Eso si, hay que admitir que algunas siguen causando ciertos efectos desagradables en la vida, como una incomodidad que no cesa o un terror, que aunque pasajero, sigue haciendo mella en la tan esquiva tranquilidad que se ha podido ir acumulando con el tiempo (y mucho esfuerzo, dicho sea de paso).
El asunto es que esta es una situación insostenible. Creer que lo que nos rodea va a permanecer inmutable con el paso del tiempo es tan estúpido como creer que el género humano se atiene a reglas establecidas que favorecen el bien común…
Lo más triste es que en el momento en que pensamos que todo está “bajo control”, aparece cualquier cosa, grande o pequeña, que manda toda la supuesta paz interior al carajo y nos deja desorientados, espantados y completamente indefensos.
Hace tiempo leí que el miedo atonta, enferma y debilita. No le falta razón a esta afirmación. El asunto es que seguimos poniendo todas nuestras esperanzas en asuntos que no tienen ninguna importancia, pero que glorificamos hasta el infinito por razones que desconocemos pero que seguimos repitiendo ad nauseam sin saber muy bien por que, tal vez esperando que por arte de Birlibirloque las cosas cambien y todo salga tal y como deseamos.
El problema es que casi nunca sabemos qué es lo que queremos y si realmente nos conviene o no. Hemos perdido la sana costumbre de analizar con calma y paciencia, teniendo en cuenta las consecuencias de las consecuencias, las múltiples decisiones que tomamos cada dia y especialmente, las que conciernen a la vida, la salud, las finanzas y las relaciones. Nos hemos vuelto prescriptivos al extremo, delegando esta responsabilidad en terceros que, como lo dije en alguna ocasión, tienen intereses bastante diferentes y muchas veces opuestos a los nuestros.
En pocas palabras, seguimos enredándonos nosotros mismos. La calidad de ser humanos hace que seamos frágiles, ignorantes y dependientes. Evidentemente, el aspirar a una vida totalmente auto-suficiente es una utopia irrealizable. Sin embargo, lo que si podemos hacer, si le prestamos algo de atención, es ver las cosas tal como son, sin florituras ni irrealidades. El asunto es que la desnudez y fealdad de la realidad son tan poco atractivas, que la tarea se antoja complicada y seguimos prefiriendo mirar para otro lado donde los pastos se ven más verdes (otra mentira más).
Por último, una mención a la casi siempre responsable de las afugias sin fin que caracterizan la existencia. La mente humana, que es una empleada ejemplar pero una muy mala jefe. El hecho es que todo cambia, sin embargo, se empeña en hacernos creer que cuando algo sale de lo previsto, el mundo tal y como lo concibe, acaba de la peor manera. y no hay tal.
La invitación es a que dejemos de ver ilusiones inexistentes y que nos concentremos en las múltiples posibilidades que tenemos al alcance. Seguro que alguna o varias nos permiten dar el siguiente paso sin drama y con tranquilidad.