Cuentan quienes tuvieron la oportunidad de compartir algo de tiempo con Nisargadatta Maharaj (cuyo nombre de pila era Maruti) en su pequeño Ashram de Bombay, que este fumaba sin parar, mezclando el humo de sus bidis ( pequeños cigarrillos enrollados a mano, populares en la India), con el incienso que encendían sus discípulos mientras escuchaban sus enseñanzas.
Muchos de ellos decidieron entonces imitarle hasta el extremo: vestir como el, vivir de manera frugal y por surrealista que suene, comenzar tambien a fumar, a ver si de alguna manera mágica y misteriosa, atribuyendo un poder sobrenatural a los pitillos, podían alcanzar la auto-realización del Maestro… Eso si, lo de poner en práctica sus palabras y dedicar tiempo a ello, era otra historia (algo más difícil y tedioso, claro…)
Y aunque parezca mentira, la gran mayoría de la gente sigue haciendo cosas disparatadamente parecidas: siguiendo al mesías de turno, sea en persona, por la web, Zoom o WhatsApp, obedeciendo a rajatabla sus sugerencias o consejos (en el peor de los casos), sin cuestionar por un momento la veracidad o conveniencia personal de dichos mensajes, queriendo obtener resultados rápidos e indoloros para resolver la miriada de problemas que la mayoría de las veces han sido causados por su propia irresponsabilidad.
En estos tiempos revueltos resulta de capital importancia el discernimiento sosegado y profundo, cosa poco probable con tanto ruido mediático y social. Sin embargo, como se dice en España, nos va la vida en ello (literalmente). Lo he dicho en otras ocasiones y lo reitero hoy: estamos cada vez más cerca de una sociedad estilo Idiocracy si dejamos que el oportunista del momento tome las decisiones que conciernen a nuestra salud física, estabilidad financiera y equilibrio mental y emocional. Y a pesar de que no lo parezca, en nuestras manos está dejar que ocurra o no. Cada cual que saque sus propias conclusiones y que actúe en consecuencia. Dicho queda…