El título de esta nota estaba en mi cabeza hacia varias semanas, cuando surgió espontáneamente al observar una vez más el comportamiento automático y habitual, esas costumbres tan difíciles de erradicar, de mis queridos congéneres habitantes de este pintoresco país. Parece ser que es más importante salir a comprar tonterías que nadie necesita para gente que a la que nada le importan este tipo de detalles, “porque siempre se ha hecho así”, “porque es la época” o añadiría, “porque como mi vida es tan vacía y carece de sentido, espero con ansia cualquier ocasión que me permita salir a gastar lo que no tengo y distraerme para no pensar en todos mis problemas, aquellos que mi propia desidia no me deja resolver”, que simplemente estar en casa y observar lo que ocurre de manera reflexiva y tranquila.
Está bien. Digamos que somos indulgentes y que en otras circunstancias podríamos hacer la vista gorda, como tantos años, sin embargo, este 2020 tan atípico y sobre todo, tan impredecible (sin que esto signifique que otros años lo han sido menos), ameritaba una pausa de estas urgencias “tan importantes”, porque no sabemos a ciencia cierta lo que ocurre en términos de salud, gracias al experimento social de moda. Así que, tal vez habría sido un poco más prudente (y hasta mentalmente profiláctico), simplemente hacer otra cosa y dejar el desenfreno consumista para otra oportunidad, valorando la sencillez y lo que ya está disponible y al alcance de la mano (excluyendo la “facilidad” de adquirir bienes y servicios por internet), sin tener que salir corriendo a “comprar”.
Pero bueno, una vez más, soñar no cuesta nada. Las consecuencias de las consecuencias se verán por el camino, cualquiera que este sea. Como decía un catedrático en la universidad: “Si quiere cambiar a alguien, cambie usted primero”. En ello ando, sin por eso dejar de asombrarme por la estupidez humana imperante, sea cual sea la forma que adopte según las circunstancias…