A raíz de una interesante conversación con unos queridos amigos, surgió una reflexión sobre el motivo de las acciones que emprendemos a lo largo del tiempo. Si partimos del hecho de estar “en contra” de cierta forma de vida, la “reacción” será casi invariablemente, querer alejarnos del patrón original, lo que de por si ya elimina la posibilidad de crear algo nuevo, porque el acto de protesta está viciado por la causa, es decir, es una reacción a un estímulo que consideramos negativo.
Donde estará, entonces, la verdadera y “pura” creatividad? Es un misterio a todas luces, ya que bajo la premisa anterior, la inspiración queda reducida a ser una respuesta ante algo existente y que consideramos inadecuado, caduco o mejorable.
Curiosamente, las ideas frescas surgen de un estado de tranquilidad y atención hacia el mundo que no esté contaminado por juicios ni opiniones preconcebidas. Como este estado es tan difícil de alcanzar, por el eficiente y metódico condicionamiento a la gratificación inmediata al que se nos ha sometido en las últimas 2 décadas, últimamente todo es un refrito de lo que ya conocemos o como decíamos hoy, un caramelo o entrada “dulce”, diseñado para satisfacer una necesidad inmediata, un antojo, si se me permite la expresión, en lugar de optar por el plato fuerte; ese que requiere de una preparación concienzuda y elaborada para ser del agrado de quien lo consume, algo que despierte sensaciones diversas en lugar de la ramplonería copiada de “lo que funciona y vende”.
Paradójicamente, destruimos con entusiasmo todo aquello que nos conduciría a ese estado fundamental, con nuestra perenne insatisfacción que creemos saciar consumiendo a más no poder, pensando que en algún momento y de manera mágica, algo de aquello con lo que tropecemos tendrá la respuesta definitiva a nuestras preguntas o cuestiones existenciales.
Nisargadatta proponía: “Cualquier trabajo que hayas comenzado, complétalo. No te embarques en nuevas tareas, a menos que sean necesarias para una situación de sufrimiento y de alivio del mismo. Encuéntrate primero e incontables bendiciones vendrán. Nada beneficia al mundo tanto como el abandono de las ganancias. Un hombre que ya no piensa en términos de pérdidas y ganancias es realmente un hombre no violento, porque está más allá de todo conflicto”.
El detenerse a apreciar e investigar el origen de esa tranquilidad a toda prueba es la tarea última en la que idealmente deberíamos embarcarnos. El sumergirnos en aquello que nos rodea ahora sin anhelar o pensar que algo falta es un buen comienzo para hacer por el simple hecho de hacer y no para obtener un beneficio marginal al cabo de un periodo de tiempo. Sin embargo, la terrible voracidad a la que hemos sido acostumbrados hace de esto algo extremadamente difícil de entender y acometer. Sigo pensando que es posible si simplemente nos paramos a ver donde estamos, qué hacemos y sobre todo, nos preguntamos quienes somos con persistencia y seriedad hasta encontrar la respuesta.