A veces me pregunto por qué ciertas cosas que, deberían ser fáciles (ya no digo en un mundo ideal) son tan supremamente complicadas, para satisfacer la codicia y el interés de unos pocos, a costa de la tranquilidad, la paciencia y el dinero de la masa que inerme, asiste impasible ante cuanto atropello se inventan para despojarlos de lo poco que todavía les queda.
Supongo que a más de uno le habrá pasado: quiere cambiar de operador de telefonía móvil y comienzan los problemas, y si tiene un iPhone anterior al 4, como decimos en mi tierra “que Dios los coja confesados”: que si no se puede ir por la permanencia, que si lo amenazamos con no liberarle el móvil así pague la penalización, que si le hacemos llegar una factura monstruosa por el consumo de datos al no haber cancelado el acceso a internet… Si lo que yo quería simplemente era pagar lo que correspondía e irme a otro operador que me da mejores condiciones.
Tal vez soy un soñador, pero en los negocios que he tenido cuando un cliente me dice que me deja por la competencia, hago todo lo posible por retenerlo amablemente y sobre todo, trato de averiguar que están haciendo ellos mejor que yo para corregirlo (si es posible, claro): mejores precios? mejores condiciones? mejor atención al cliente? más servicios? hacen algo que yo no haga?
Lo que no hago es amenazarlo, blandir el contrato diciendo que arderá en el fuego del infierno si me deja, decirle toda clase de mentiras y patrañas para que no se vaya, o lo que es peor, contándole una historia diferente cada vez que hable con el.
Tal vez será que soy muy ingenuo, pero bueno, como digo siempre “soñar no cuesta nada”…
PS: Estoy a punto de lograr cambiarme de Telefónica (ex-Movistar) a otro operador donde me tratan mejor y con precios más que razonables. Cuando termine el proceso, contaré mi odisea…