Acabo de ver “Dolls” de Takeshi Kitano y no pude evitar recordar “Old Boy” de Park Chan-Wook. Ambas hablan sobre los actos y las consecuencias, sobre decisiones y su “valor” intrínseco. Sobre el destino y lo que escogemos. Aunque en realidad hablan de responsabilidad y sobre todo, de coherencia con uno/a mismo/a. ¿Cuantos de nosotros somos capaces de tomar la “decisión correcta”, la que nos resuena, la que va más allá de la conveniencia, de la comodidad y de la aceptación social, cuando es necesario? ¿Estamos dispuestos a “pagar el precio?”… Una buena reflexión para el domingo y quizá para el resto de la semana…
A ciegas
La vida no termina nunca de sorprenderme. Las múltiples vueltas y revueltas que da, los atajos y caminos ocultos que escoge para llegar a lugares insospechados siempre me han fascinado y aterrorizado a la vez. Últimamente más lo segundo que lo primero. La sensación es como la de paceder una especie de ceguera temporal, el no poder ver hacia donde me dirijo, aún teniendo una idea bastante clara del destino final y del resultado a obtener.
Sin embargo, el proceso está siendo más duro de lo que pensaba y el no poder ver o sentir con claridad alguna sensación real de avance me hace cuestionar y pensar gravemente todos y cada uno de mis pasos: ¿Debo esperar resultados inmediatos? ¿Sigue siendo la paciencia una virtud imprescindible? ¿La actitud correcta es la de agresividad sin importar los medios para conseguir el resultado? ¿O debo más bien confiar en que el universo conspira a mi favor al leer en mi mente el destino final al que quiero llegar?
Hasta ahora, todas estas preguntas siguen sin respuesta. El camino se llena de encrucijadas que crecen por momentos, sólo paliadas por las acciones automáticas o rutinarias, que me hacen sentir, aunque sea por un breve instante, que de alguna manera, estoy caminando y moviéndome. Aunque esto último genera otra pregunta: ¿Es necesario moverse o el mundo se mueve alrededor mío?
Douglas Harding sostenía que el “Gran Almacén”, de donde salen todas y cada una de las supuestas realidades que plagan nuestra vida, puede abrirse y cerrarse a voluntad, y que simplemente somos testigos del surgimiento y desaparición de lo que ocurre a nuestro alrededor. Me gusta la idea, sin embargo, a muchos de quienes me rodean en esta nueva realidad en la que he decidido vivir, al menos por un tiempo, les parece una tontería sin sentido, inmersos/as como están en la carrera sin fin del caballo en busca de la zanahoria, persiguiendo una felicidad que les es esquiva siempre y confiando que el mantenerse en actividad perpetua les permitirá, como a los tiburones, seguir con vida y no morir ahogados bajo el peso del insoportable tedio en el que hemos convertido la vida contemporánea.
Decisiones
Desde hace ya bastante tiempo, pienso y creo que la vida es un espacio donde se viene a experimentar y a aprender, además de recordar quienes somos en realidad. A veces nos encontramos con experiencias de un tipo u otro que supuestamente nos enseñan o dejan algo que para vayamos completando el acertijo de saber a qué vinimos a este planeta, o cual es nuestro cometido real. Sin embargo, cuando parece ser que hemos encontrado la razón o la vocación verdadera, la vida, como si estuviera burlándose de nosotros, nos deja ver la meta, el premio, la respuesta definitiva, pero sólo de lejos, porque cuando queremos acercarnos a tocar y disfrutar el haber por fin alcanzado eso que tanto ansiábamos, aparecen de la nada una cantidad ingente de obstáculos y dificultades que nos impiden alcanzar el objetivo.
Curiosa o irónicamente, la misma vida nos pone los recursos delante y con total disponibilidad justo cuando no los sabemos usar o no son estrictamente necesarios, para retirarlos cuando más los necesitamos. Es como aquella definición de lo que son los banqueros: aquellos que te prestan un paraguas cuando hace sol pero te lo quitan justo cuando comienza a llover…
Por tanto, hay que tomar decisiones. Casi nunca en las mejores condiciones o momento vital, y nos consolamos diciendo que “tenemos la mejor información disponible en cada momento” cuando en realidad no es así, en un vano intento por sentirnos menos mal o creer que lo que hemos hecho o intentamos hacer es el mejor camino posible, así en el fondo sepamos que no lo es. Lo malo es que esto no podemos verlo hasta mucho tiempo después, cuando ya no hay nada que hacer al respecto.
En fin. Hay que seguir jugando. Algunas veces se gana y otras muchas se pierde. El único consuelo es que parece ser que fue a esto a lo que vinimos a este planeta, nada más…
Ya no sé que hacer conmigo
Para los que todavía piensan que el cambio y la búsqueda eterna son la solución, una sabia reflexión de El Cuarteto de Nos…
Una vez más, gracias a Lucho por sus valiosísimas y originales contribuciones!