Hoy tenía toda la intención de comenzar a relatar mis aventuras e impresiones sobre el viaje a Bogotá que acabo de concluir, pero acabo de recibir una noticia que me ha afectado profundamente. Una muy buena amiga ha muerto hace un par de días. Como llegué el martes, hasta hoy me enteré. Era la esposa de uno de mis mejores amigos en España, y aunque estaba enferma de cáncer, tenía un pronóstico bueno, dentro de la gravedad de las circunstancias, por lo que me ha sorprendido saber que no ha podido resistir el tratamiento.
Si bien es cierto que la muerte está siempre presente en nuestras vidas, la vemos como algo lejano que solo le pasa a los otros. En el último año y medio he perdido a mi padre, a la madre de mi mejor amigo y ahora a Montse. Estaba recordando las palabras de una persona que conocí hace años, que trabajaba en un sitio bastante particular, y cuando le pregunté si se había habituado a ciertas características de su trabajo, me contestó con un lacónico “hay cosas a las que uno nunca se acostumbra”. La muerte es una de ellas. Nos han enseñado a verla como algo de lo que no hay que hablar, que hay que ocultar o ignorar porque, como decía mi padre “uno se volvería loco si pensara en que va a morir todos los días”. Craso error, porque lo único que se consigue con este enfoque es que las noticias al respecto sean cada vez más crudas y duras, entre otras cosas.
Somos frágiles, pero nuestra vanidad nos hace creer que estamos tocados por la divinidad y que nuestra fortaleza, juventud o riqueza material durarán por siempre. Vana ilusión. Lo peor de todo es que no aprendemos de lo que pasa a nuestro alrededor y vivimos con la idea de “aprovechar”, pero no en el mejor sentido, es decir, siendo compasivos o ayudando a los demás a estar mejor en el fugaz lapso de tiempo en el que pasamos por este planeta, sino más bien viviendo a tope (en el peor sentido) porque “como la vida se va a acabar, mejor aprovechemos”…
Me siento triste por Marcos y su hijo, porque Montse era una mujer excepcional, y a la vez reflexiono sobre nuestro papel en la vida, sobre la futilidad de casi todo lo que hacemos, sobre cómo nos distraemos con tonterías que consideramos importantes, mientras lo mejor de la existencia pasa por nuestro lado sin apenas darnos cuenta.
Amiga mia, donde quiera que estés, espero que hayas descansado y que sigas iluminando con tu sonrisa las vidas de quienes tuvimos el placer de conocerte. Hasta siempre…