El otro día alguien me dijo que, según mis ascendentes y nodos astrológicos, era una persona que tendía a mantener las cosas como estaban, sin querer entrar en la verdadera vida de la madurez. Cuando escuché esto, de alguna manera recordé lo que me decía todo el tiempo mi padre sobre crecer y “hacerse responsable”.
Curioso. Porque al parecer la madurez no tiene mucho que ver con ser feliz y auténtico, sino más bien con cargarse de “responsabilidades” porque “es lo que corresponde”. Lo mejor de todo es que cuando se quiere ser de otra forma, se pasa a engrosar la lista de los “bichos raros” y los demás, aquellos que han “madurado” comienzan a lanzar miradas de lástima y misericordia al pobre diablo (según creen) que ha decidido caminar en otra dirección.
Puede que me esté perdiendo de algo por no “madurar”, sin embargo me gusta la vida que llevo y la sensación de libertad casi irrestricta que da el no sucumbir al peso planetario de las obligaciones y los roles pre-establecidos. Pero claro, esto no le agrada a todo el mundo, especialmente a aquellos/as que no pueden cambiar el rumbo sin riesgo para sus cabezas, billeteras y demás.
Así que si madurar es vivir de una manera diferente a lo que uno se imagina que es la felicidad y la tranquilidad, fluyendo con el cambio y reinventando la vida cada día, prefiero la inmadurez y las miradas de lástima (léase envidia) de muchos y muchas…