Hace una temporada que no escribía nada, no por falta de temas, sino más bien de tiempo. Lo de hoy es un desahogo con retraso. Últimamente no veo mucha televisión. En realidad, no veo nada. Y la verdad, me siento bien. Cada vez que enciendo por casualidad la que tengo en mi casa, sólo encuentro basura, porquería y estupidez. Nada de valor. Nada que aporte. Nada que enseñe. Y ya sé, me dirán que hay excepciones, que algunos programas son útiles. Tal vez. No generalizo ni entro en absolutos, pero para la gran mayoría del público no hay mejor manera de desconectar el cerebro y perder el tiempo miserablemente, sin que quede nada. Tal vez me divierta más pensar en mi mismo, o en las cosas que puedo hacer sin sentarme como un estúpido frente a la caja tonta. No es un caso de aislamiento, pero como decía Groucho Marx “encuentro la televisión muy educativa: cuando alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro”. Sabias palabras. Me alegra ver todo el material de lectura que tengo en fila, porque me permite imaginar muchas cosas que de otra manera se verían atrofiadas. Es un placer al que no quiero renunciar. Pero bueno, al que le guste invertir su tiempo en algo fatuo, ya sabe lo que tiene que hacer: acomodarse y oprimir el botón a voluntad. Disfruten. Mientras tanto, seguiré leyendo y escuchando a Miles Davis…, sin pensar en lo que supuestamente me estaré “perdiendo”…