A veces la inercia de la vida, buena o mala, me lleva a simplemente aceptar lo que ocurre sin cuestionarme demasiado sobre su sentido. Sobre todo cuando lo que está pasando me satisface o al menos no me incomoda. Olvido dar las gracias, reconocer el presente y hasta revisar el pasado para no desconocer lo aprendido o lo vivido.
Sin embargo, cada día trae un momento sutil para simplemente volver a comenzar y centrarme en lo que tengo enfrente. Si he pecado por omisión u acción, pido sinceras disculpas. Tal vez no haga propósitos de enmienda, sin embargo, si que reconozco de corazón todo lo bueno que me ocurre aquí y ahora, así no le ponga nombre y apellidos o una medalla / recordatorio visible.
A medida que pasa el tiempo, la discreción y el silencio van ganando terreno. Sin querer desconocer mi parte necesaria en hacer saber a quienes tienen la paciencia infinita de admitirme en sus vidas, que son importantes y que les agradezco de manera genuina todo lo que hacen por mi, prefiero simplemente dejar que las pequeñas o grandes acciones cotidianas actúen como emisarios diligentes y que con un poco de suerte, el mensaje sea recibido tal como lo he concebido…