He comenzado a identificar patrones recurrentes en mi conducta. Cosas como el deseo de escribir, que comienza a plasmar ideas coherentes y profundas en mi cabeza, pero que a la hora de dejarlas fluir y transformarse en palabras visibles, se tornan difusas y desaparecen en una bruma pertinaz, que sigue ahi, como queriendo impedir que otros se adentren en ese universo particular y singular que todos tenemos dentro. Es como si existiera algún miedo oculto a expresar el pensamiento puro, sin filtros ni condicionantes.
Sin embargo, es como si la realidad me fuera dejando pequeños fragmentos de información que, en buenas manos y con un poco de paciencia, se van transformando en luces que iluminan, aunque fugazmente, esa parte del camino que estoy recorriendo. De alguna manera, las piezas comienzan a encajar, se ve un esquema, algo de orden, una tendencia definida por momentos, que me hace pensar y sentir que de alguna manera, voy encontrando eso que siempre he buscado. No es un proceso lineal, por el contrario, es bastante caotico y muchas veces parece que la sincronicidad desaparece dejando paso a un vacio yermo en el que nada tiene sentido, pero al seguir hilando esos flashes fugaces, la coherencia vuelve y el camino continua.
Creo que por fin he podido entender, en parte, la razón de ser del zen. El no-buscar, el no-perseguir, la idea del no-objetivo. Como dice Pema Chodron, el primer paso es aceptarnos tal como somos, sin agredirnos queriendo cambiar aquello que supuestamente es malo y no nos gusta. Para una mente tan cuadriculada como la mia, el prescindir de una meta tangible es un trabajo arduo, que choca con todas mis ideas basadas en la lógica. Al fin y al cabo, el genio y la neurosis están entrelazados de una manera tan íntima que va mas allá de mi comprensión. El querer deshacernos de “eso” que odiamos es más o menos como el suicidio simbólico para matar a Tyler Durden, una agresión hacia nosotros mismos que lo único que consigue es destruirnos.
Lo mejor de todo es que, viendo esto, dejo salir más a menudo todas las facetas “ocultas” de mi vida, y para mi sorpresa, las coincidencias de las que habla Zancolli son mucho más afines a ellas que a lo que consideraba “correcto”. Hay que saber escuchar y ver, para poder apreciar lo que tenemos alrededor.
La vida va más allá de las máquinas y la tecnología, aunque a veces parezca que estas tengan la solución a nuestros interrogantes…