Resulta curioso, y a la vez patético, ver como el concepto “conciencia histórica” no significa nada en los países de América Latina. Si bien es cierto que el resultado de las recientes elecciones en Perú fue una respuesta a la ominosa influencia nacionalista y dictatorial de cierto país del norte del continente, queda demostrado claramente que aún falta mucho camino por recorrer para que la gente de a pie aprenda de los errores del pasado. Nuevamente Alan García es presidente. Hace algún tiempo hablaba con un amigo peruano que vive fuera de su país y ambos coincidiamos en que la mayoría del electorado es muy joven y no vivió la época de la hiper-inflación, la demagogia en estado puro y la pérdida de valores, hace más de 20 años. Nosotros si (ya que tuve la oportunidad de estar allí durante el primer mandato del señor García), y por eso no entendemos por qué los electores que fueron testigos de esta degradación general, han apoyado nuevamente a una persona de dudosa reputación moral y política.
Es cierto que el nuevo mandatario era muy joven cuando asumió las riendas del país en 1985, y que posiblemente haya madurado y aprendido valiosas lecciones durante sus años de exilio en Colombia y Francia, pero lo que no es comprensible es que habiendo más opciones (como la candidata Florez), el electorado haya optado por elegir a su gobernante entre un ex-presidente que dejó al país en el caos y un nacionalista de inclinación claramente Chavista.
Al final, muy a pesar de muchos, la frase lapidaria siempre se cumple: “El pueblo tiene los gobernantes que se merece”.