Glenn Gould Humming

Mirando a través de la ventana, observo una escena inusual que captura mi atención. Un par de habitantes de calle que han hecho de un rincón de un canal de aguas lluvias su hogar ocasional, descansan acomodados tomando el esquivo sol de la mañana. Me aparto de la ventana durante unos minutos para continuar con mis quehaceres.

Cuando regreso, me encuentro con que ya no están allí y en su lugar hay dos agentes de policía. Supongo que al verlos venir, habrán optado por retirarse para evitar problemas. Los dos policías revisan los objetos que dejaron allí en su huida, más que todo ropa y algunos utensilios de aseo, por lo que pude ver dada la distancia. Luego de ello, hacen un montón y sin más ceremonia, le prenden fuego. Esperan pacientemente a que las llamas alcancen un volumen considerable (léase que si sus dueños regresan, no puedan rescatar nada de lo que se quema) y se retiran.

Pasado un rato, regresan los habitantes de calle y encuentran que sus pertenencias han sido destruidas. Las dos personas hablan por unos minutos y luego abandonan el lugar en direcciones diferentes, al parecer sin verse demasiado afectados por lo que ha ocurrido.

Sensaciones encontradas: si bien es cierto que la invasión del espacio público es inconveniente para muchos, la conducta de los agentes de policía roza el autoritarismo. En otras ocasiones se han acercado operarios del servicio de limpieza local y han retirado los residuos en bolsas. Entonces por qué quemarlos? Es tal vez una medida disuasoria? Es esto la demostración de la impotencia de la autoridad ante el caos creciente de la ciudad? Era esta la única opción?

Sinceramente, no tengo respuestas, sin embargo, la situación siguió dando vueltas persistentemente en mi cabeza durante todo el día, de la misma manera que Glenn Gould, el famoso pianista canadiense, “arruinaba” sus piezas al tararear a bajo volumen mientras las interpretaba, volviendo locos a los técnicos de sonido que trabajaban con él. Eso si, para percibirlo hay que prestar un poco de atención, tal como ocurrió hoy a través de mi ventana…

Puntos de Inflexión

A veces la inercia de la vida, buena o mala, me lleva a simplemente aceptar lo que ocurre sin cuestionarme demasiado sobre su sentido. Sobre todo cuando lo que está pasando me satisface o al menos no me incomoda. Olvido dar las gracias, reconocer el presente y hasta revisar el pasado para no desconocer lo aprendido o lo vivido.

Sin embargo, cada día trae un momento sutil para simplemente volver a comenzar y centrarme en lo que tengo enfrente. Si he pecado por omisión u acción, pido sinceras disculpas. Tal vez no haga propósitos de enmienda, sin embargo, si que reconozco de corazón todo lo bueno que me ocurre aquí y ahora, así no le ponga nombre y apellidos o una medalla / recordatorio visible.

A medida que pasa el tiempo, la discreción y el silencio van ganando terreno. Sin querer desconocer mi parte necesaria en hacer saber a quienes tienen la paciencia infinita de admitirme en sus vidas, que son importantes y que les agradezco de manera genuina todo lo que hacen por mi, prefiero simplemente dejar que las pequeñas o grandes acciones cotidianas actúen como emisarios diligentes y que con un poco de suerte, el mensaje sea recibido tal como lo he concebido…

Reconciliaciones

Curiosamente, las soluciones a ciertas situaciones llegan casi siempre de la manera más inesperada. Un encuentro fortuito que se transformó en una amistad alegre y sincera, me ha llevado nuevamente al origen de mis satisfacciones más profundas: la música. Si bien es cierto que la vida pasa y de una forma u otra nos alejamos de aquello que consideramos caprichos de juventud, algunas cosas si quedan de manera indeleble y el recuperarlas es como un volver a empezar. En ello ando, divirtiéndome y entendiendo, no con la cabeza, que hay que poner algo sobre la mesa para obtener un dividendo, esta vez, en forma de placenteras experiencias…

Aforismos variados hechos en casa

Hace un tiempo se me pasó por la cabeza escribir un librito con aforismos variados sobre la vida en general. Como el tiempo pasa y ciertas ideas no se concretan, he decidido ponerlos aquí, a falta de un mejor sitio, para que vean la luz y puedan, en el mejor de los casos, comenzar una reflexión en aquel que se los encuentre por el camino…

Una vez a la semana (o más) es bastante saludable el decir lo que piensas cuando lo piensas…

Por qué molesta tanto que nos digan las cosas tal y como son?

De verdad crees que eso a lo que le tienes miedo es tan malo y tiene consecuencias tan catastróficas? Enumera 3…

No más aguantar y más actuar (libremente)

Libremente = libere la mente (diciéndole que preferiblemente,  no vuelva más…)

Dar rienda suelta a los deseos (oscuros y perversos) alivia y alegra (al que los tiene, claro)

La oscuridad esa que tienes, no es tan mala como parece… (Si lo fuera, ni siquiera pensarías en ella)

Lo políticamente correcto es terriblemente aburrido (así quedemos bien, que también es aburridísimo)

Cuantos problemas y tiempo nos ahorraríamos si le dijéramos al otro/a nuestras verdaderas intenciones desde el principio…

Cual es el miedo a la sana costumbre de llamar las cosas por su nombre?

Corriendo hacia ninguna parte

Cuando despierto a la madrugada y me asomo a la ventana, me sorprende la calma y tranquilidad con la que me encuentro. Los mismos lugares donde unas horas después hay ruidos desquiciantes y ensordecedores, automóviles enloquecidos y personas preocupadas andando rápidamente de una lado para otro, simplemente están ahí, siendo testigos pacientes de toda esta locura en la que hemos convertido la existencia.

Tal vez son los años, el hastío o simplemente ir aprendiendo a observar poco a poco lo que ocurre, sin embargo, cada vez me encuentro más lejos de todos esos afanes mundanos que nos inculcaron como “importantes”: La fama, las posesiones, los viajes, el comprar, tener o conseguir… Y la verdad, me encuentro más sosegado y menos interesado en seguir transitando apresuradamente hacia algún lugar donde supuestamente encontraré aquello imprescindible que me dijeron que buscara y que tenía que conseguir a toda costa para garantizar algo… (que aparentemente nadie tiene muy claro lo que es en realidad).

Me parece que ese supuesto destino está más cerca de lo que me hicieron pensar y que no requiere ningún esfuerzo deliberado para alcanzarlo, pero pueden ser simplemente imaginaciones mías…

Simplifica, estúpido!

Al final, nos hemos vuelto expertos en el arte de hacer difícil lo fácil y complicado lo simple.

Lo curioso es que la vida nos enseña, una y otra vez con infinita paciencia (eso si, subiendo el volumen cada vez…), que no es necesario enrevesar las cosas para hacerlas agradables / disfrutables / dignas de nuestra atención / mostrables en público, y que el volver a los orígenes en los que lo esencial era lo único necesario para vivir (sin ningún tipo de adjetivo al lado, tales como “dignamente”, “feliz”, “cómodamente”, etc.), es la única tarea en que podríamos invertir algo de tiempo y esfuerzo para ver algún tipo de efecto benigno…