Hay cosas que nos hacen pensar. No todas son reveladoras y oportunas. Por el contrario, a veces llegan de la manera más inesperada o simplemente van apareciendo poco a poco y van “haciendo mella” en nosotros. Los mensajes a veces son crípticos y hasta casi indescrifrables. Pero están ahí y no se van por más esfuerzos, conscientes o inconscientes que hagamos para deshacernos de ellos. Es curioso como muchas de esas cosas especiales son recibidas con indiferencia o vistas de manera “banal” por la cantidad de filtros y protecciones que nos hemos impuesto para pasar por la vida de una manera que consideramos tranquila y sosegada. Lo más triste es que por hacer esto nos perdemos de las verdaderas sensaciones con las que nos identificamos. Queremos parecernos a esas personas fantásticas y maravillosas llenas de éxito que tanto admiramos o tratamos de imitar, y olvidamos quienes somos. No nos hacemos caso!
Pero aún percatándonos de que algo no va bien y que la incomodidad es cada vez más evidente, nos empeñamos en mantener el status quo, el estado actual, la maldita zona de confort en la que nos hemos instalado a pesar de todos los signos que apuntan en otra dirección. Nos da miedo cambiar, perder nuestra imagen, dejarnos llevar, equivocarnos! Terrible.
De todas formas, en algún momento, sea tarde o pronto, ese estado se volverá insoportable y nos veremos enfrentados a la situación real: nuestra vida va en contra de nuestros deseos y sueños. Por más que tratemos de adoptar las “mejores prácticas” que el mundo pretende vendernos para que seamos mejores, más rápidos, más ricos, mejores amantes, más creativos, mejores personas o más aceptables socialmente, si el cambio no se corresponde con nuestra genuina naturaleza interior, la motivación y las ganas se acabarán rápidamente.
No escribo para dar consejos a nadie sobre cómo alcanzar ese “estado de flujo” en el que entramos cuando conectamos con nuestra vocación real. Lo que si quiero decir es que alcanzarlo es posible. Pero requiere de esfuerzo y sacrificio por nuestra parte. El que algo se nos facilite o nos guste puede ser un buen indicador de la dirección que podríamos seguir. Es bueno cuestionarse y probar distintas alternativas, sin perder la perspectiva y esa sensación especial que nos invade cuando damos en la diana. Cada cual sabe cómo describirla. Es una experiencia muy personal, diferente para cada persona.
Tengo una mala noticia: hay que trabajar para llegar allí. Y el primer paso es definir cómo nos queremos sentir. Muchas veces no es tan bueno “ser rey” como dijo el genial Mel Brooks, si nuestro “reinado” no nos satisface en lo más hondo. Hay que arriesgarse y caer muchas veces, pero al final vale la pena. No podemos dejar que el hastío y la falsa seguridad que nos dan los valores socialmente más aceptados acallen esa voz que lucha cada día por ser escuchada. Se me viene a la cabeza la historia de un vendedor de coches japonés que descubrió, casi por accidente, que su verdadera pasión era la de saltar en paracaidas desde un avión. Y si, ya sé lo que estará pasando por las mentes de los que leen esto: que eso es una tontería. Tal vez para ustedes, pero para él no, y eso es lo más importante!
Todos los días aprendemos algo, y si somos al menos un poco consecuentes, podemos emplear ese conocimiento para acercanos al estado ideal que creemos que sólo existe para unos pocos privilegiados. Y no se desesperen si por la razón que sea, se alejan del camino. Es algo que pasa constantemente. Cedemos una y otra vez ante la comodidad engañosa de lo que hacemos siempre. Pero creo firmemente que hay esperanza y formas de alcanzarlo. Yo al menos lo sigo intentando…
Queremos cambiar PERO queremos hacer el cambio sin cambiar.