Hoy volví, después de muchos meses de no hacerlo, a un sitio que me gustaba mucho. Si, en pasado, ya que comprobé con mis propios ojos hasta donde puede llegar la codicia y el afán comercial de ciertas personas, para hacer de un bonito rincón histórico, un circo de pacotilla.
Para los que no lo sepan, en 2006 se celebran los 500 años del nacimiento de Francisco de Javier, religioso navarro que ejerció su labor “evangelizadora” (de este tema hablaremos en otra nota) en la India y el Lejano Oriente. No soy creyente ni especialmente católico, pero los pongo en antecedentes para que puedan entender lo que viene a continuación.
Como su nombre lo indica, Francisco es natural del pueblo de Javier, en Navarra. Esta pequeña aldea se hizo famosa por esto y por conservar, en un estado magnífico, la que fuera su casa natal, un pequeño castillo construido alrededor de una torre de vigilancia aproximadamente en el siglo X, en el que se podía ver, de una manera agradable y amena, cómo era la vida en una pequeña fortaleza de aquellos tiempos, no tan ostentosa como la del Palacio Real de Olite, habitado por reyes como Carlos III el Noble. En él, después de abonar la cantidad que consideráramos oportuna, podíamos caminar por distintas habitaciones, torres y caminos de ronda, almacenes de granos, etc., con la ilusión de estar pisando un recinto histórico.
Eso era antes. Gracias al V Centenario del que hablé antes, el lugar ha sufrido una transformación total. Se han construido aparcamientos, un alojamiento para peregrinos, una iglesia ultra-moderna, como “complemento” a la basílica ubicada justo al lado del castillo, explanadas para turistas, etc. Hasta aquí, se entiende que, ante la previsible avalancha de fieles, hubiese que ajustar los medios para recibirles. Pero lo que se hizo en el interior del castillo es realmente lamentable. Se han destruido muros originales para dar paso a escaleras, dioramas, cuadros (que nada tienen que ver con el contenido anterior del mismo) y se ha prohibido el acceso a ciertas zonas que antes eran públicas. El discurrir por sus pasillos se ha convertido en un suplicio, ante la cantidad de gente que lo visita y lo mal diseñado que ha resultado el proyecto. El resultado son aglomeraciones de personas en ciertas zonas y la pérdida casi irremediable de ese aire de “originalidad” (aunque fue reconstruido en la segunda mitad del siglo XX) que tenía. Ahora el objetivo es el de hacer caja y financiar las obras acometidas a como de lugar. La entrada anterior se ha visto sustituida por un vestíbulo muy moderno que desentona completamente con el entorno, sin hablar de la desorganización reinante para la gestión de grupos y visitantes individuales.
Como siempre, prima el negocio, la historia y la conservación poco importan. Cuando salí, me envolvió la sensación de estar en un parque temático del santo, al mejor estilo de Disney o el que se les ocurra. Lamentable.
Hace años que no he vuelto por Javier, y más aún que no he entrado… Creo que con lo que cuentas me has quitado las ganas de volver… Qué pena que se tenga tan poco cuidado con ciertas cosas que pertenecen a la historia, a todos.