Dicho y hecho. Tal vez este año ha traído una corriente de energía a mi vida, porque tengo ganas de escribir, crear y hacer avanzar esos proyectos que de una u otra manera se han ido quedando entre el tintero por el sinfín de distracciones que hasta ahora llenaban mis días.
Una de las primeras cosas que he hecho es limpiar mi espacio de trabajo. Y no, no se trata de recoger la basura o pasar un paño por la mesa. Además de ello, eliminé todos los objetos no imprescindibles de mi escritorio dejándolo diáfano, como una invitación a ser usado dar rienda suelta a mi creatividad. Puede que parezca una tontería, pero el ver ese espacio sin ningún tipo de obstáculo hace que me concentre mejor y que quiera ir más allá en aquello que esté haciendo.
El segundo paso fue hacer lo mismo pero en mi escritorio virtual. Ahora mismo sólo hay una carpeta de unos archivos que estoy ordenando y procesando. Se siente liviano, limpio y con todas las posibilidades!
Mi práctica de meditación va por buen camino. Ahora, con la ayuda de algo de tecnología, pretendo entrar en estados más profundos de tranquilidad y auto-conocimiento, como una especie de experimento para replicar luego en la gente que escoja trabajar con nosotros.
He retomado el estudio del japonés. Sin prisas, pero sin pausas, porque tengo la meta de regresar a Japón en un plazo máximo de un año a realizar un plan muy interesante del que hablaré en breve.
Y por último, ejercito mi cuerpo con tranquilidad y diligencia.
Me siento bien, por buen camino y de alguna manera percibo ese ansiado equilibrio cada vez más cerca. Me gusta!