Después de una temporada relativamente larga en el lugar donde vivo (vivimos), hoy he sabido que es tiempo de moverme (movernos) y buscar un nuevo hogar. Curiosamente la noticia ha causado una reacción que creía superada: un miedo irracional a lo desconocido, recuerdos de situaciones similares en el pasado que no acabaron muy bien, incertidumbres y oscuros futuros. La mente no discrimina entre presente y pasado y simplemente funciona trayendo a colación la información que le parece relevante para una situación parecida, así no tenga ninguna semejanza con sus datos.
Al final de cuentas, el saber y estar convencido de que no hay ninguna causa o consecuencia y que simplemente las cosas suceden espontáneamente, sin karmas o conceptos parecidos, nos permite observar tranquilamente (aunque sé que ningún adjetivo alcanza para describir ese centro en eterna calma) lo que ocurre y simplemente dejar que el cuerpo, eso que no somos, actue en consecuencia.
Y aunque todavía no ha llegado el espacio temporal donde debamos movernos fisicamente, haciendo caso (de manera informal) a Marie Kondo, agradezco de corazón a estas cuatro paredes, a este vecindario con sus altas y bajas (nuevamente haciendo uso de adjetivos innecesarios e incompletos) por lo vivido en este espacio en estos años de permanencia (otra palabra superflua).
Es tiempo de seguir la corriente (como siempre) y simplemente observar como el cuerpo y este mundo ilusorio siguen su curso sin prestar demasiada atención. Sin embargo, de alguna forma, se percibe que es tiempo de irse y mudar de piel, recibiendo lo que venga de la manera mas tranquila y sosegada.
Al final de cuentas, estas experiencias efímeras nos dejan ver una vez más, lo transitorio de este sueño y las veleidades sin fin de la mente, que si es obedecida, hará de la existencia en este plano una experiencia incómoda y desagradable en todo momento…