Este título suena un poco extraño, pero todo tiene una razón de ser. Es de todos conocida la complicada situación mundial, fruto de un gran cúmulo de decisiones poco acertadas, por emplear un eufemismo, del pasado. Todos somos partícipes en mayor medida de lo que está pasando, sea porque ha habido que apretarse el cinturón, perder el empleo, ver como las ventas caen en picado, desbandada de clientes, aumento de los impagados, etc., o porque se está del otro lado: tomando las decisiones. Sin embargo, en este pintoresco país donde vivo hace tiempo, hay cosas que no cambian, y temo que ni cambiarán en el futuro próximo…
Hoy ha sido un día un poco raro. Por una parte, la mañana fue altamente productiva porque pude sacar muchos de mis pendientes adelante, y por otro, porque me doy cuenta, una vez más, de la fuerza casi infinita de la inercia, o mejor dicho, de la estrategia de la avestruz llevada a los extremos más inconcebibles. Lean y juzguen ustedes:
1. Llamo para alquilar una furgoneta el fin de semana a una empresa local. Después de varios timbrazos, alguien contesta.
– Dígame? (a lo que, aún después de todos estos años, todavía tengo la tentación de responder “me”…).
– Buenas, es la empresa XYZ?
– Si.
– Mira, es que estoy interesado en alquilar una furgoneta para el día…
Y aquí viene lo inconcebible. Me corta en seco y me suelta esto, para los anales del mal servicio:
– Podría llamar más tarde? Es que estoy con un cliente…
Me quedé completamente desubicado. Y yo que soy, un monigote en la pared? Hay tecnología que permita detectar, por el tono de voz, que soy o no un cliente que vale la pena? Evidentemente, no llamaré de nuevo allí jamás… El problema es que la gran mayoría de gente SÍ seguirá llamando, porque “así es como funcionan las cosas, no?”. Nadie aprende, siguen estrellándose una y otra vez con el cristal. Será que lo que está ocurriendo a nivel mundial podrá actuar de revulsivo, aunque deje muchas “víctimas” por el camino? Mi parte optimista dice que si, la negativa, que es la que casi siempre tiene razón por desgracia, que no…
2. Luego de haberme repuesto de la experiencia, salí a la calle a realizar algunas gestiones y pequeñas compras en el barrio. Veo que está completamente inundado de pintadas, graffittis o como se llame, de “Huelga General”. Hay volantes, pegatinas o calcomanías, pasacalles y toda una plétora de medios publicitando la protesta de marras. Lo primero que se me vino a la cabeza fue “Qué esfuerzo tan grande de tiempo y dinero para montar esto. Quien lo habrá hecho?”. Cuando me acerqué a leer uno de los carteles, me encontré con lo de siempre “Queremos mejores salarios, estabilidad laboral, prestaciones, etc., etc., etc.”. Nada nuevo bajo el sol. Es decir, sigamos perpetuando el sistema que nos ha traído hasta aquí para aguantar unos pocos años más y volver a lo mismo.
Todos quieren ganar y tener más, para sobre todo, poder pagar la hipoteca, cruz de todos y cada uno de los habitantes de esta tierra, donde la meta última de la existencia es tener una casa, cueste lo que cueste (literalmente), sin importar dejar sin opciones el futuro de familiares, hijos o quienes hayan tenido la mala fortuna de servir de fiadores o participar de alguna manera en la operación (con la posible excepción de los bancos, claro).
Se me ocurre una cosa: que pasaría si la huelga o protesta fuera realmente efectiva? Es decir, dejar de protestar por protestar y tomar medidas que ataquen la raíz del problema? Por ejemplo, cual sería el efecto de un impago masivo de las obligaciones crediticias, sean hipotecas, préstamos personales, tarjetas de crédito y similares, a los bancos? No hablo de 10 ó 100 personas. Hablo de un levantamiento a nivel país o global. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que el sistema financiero se estrellaría estrepitosamente para no levantarse nunca más.
Pero no. Iluso de mí! Todavía hay miles de estúpidos que creen que se irán al infierno (a la perdición o como se llame) si no cumplen con sus obligaciones. Las deudas generadas por este sistema, secundado por la ignorancia y la urgencia de muchos, además de generar cada vez más desigualdad y pobreza, se han convertido en una nueva forma de esclavitud, con la ventaja, para los “amos”, de no tener que pagar manutención ni alojamiento a sus esclavos. Se imaginan que harían los bancos sin su flujo de caja? Creen ustedes que podrían ejecutar a todos los morosos? No tendrían ni dinero ni abogados suficientes para hacerlo.
Lo malo es que, con tantos años de condicionamiento para que pensemos que la única manera de generar riqueza es moviendo dinero, es muy difícil salir de la zona gris en la que nos hayamos. También hay soluciones intermedias: el dejar de usar tarjetas de crédito y medios de pago similares, recurriendo nuevamente al efectivo, les pondría en situación comprometida. Con un pequeño esfuerzo de todos, podríamos comenzar un cambio que, alcanzada la masa crítica, daría la vuelta a la situación y nos conduciría a una realidad más justa y con menos dependencia.
Pero bueno. Son sólo ideas. Soñar, afortunadamente hasta ahora, sigue sin costar nada…