Usando una frase muy común en mi tierra, me gustaría reflexionar sobre todas esas grandes posibilidades que existen para que nuestra realidad actual, esa que está tan mal, enferma, podrida, contaminada, corrupta, que es injusta, que hace que quienes tienen mucho tengan cada vez más, y que los que no tienen nada se hundan más profundamente en la miseria. Esa realidad que a todos nos parece terrible, que vemos en la televisión, internet, periódicos y revistas, o que escuchamos por la calle cuando oímos a personas que no tienen empleo, que deben hasta la camisa, que no tienen con qué comer, etc., etc., etc.
Cuando navego por mis sitios habituales en Internet, veo siempre las mismas cosas: que la realidad está a punto de cambiar, que estamos en el comienzo de una nueva era, que la iluminación recaerá sobre aquellos que miren hacia adentro y dejen de estar pendientes de las cosas materiales, que el dinero dejará de tener valor, que la gente se revelará contra los gobernantes corruptos y los bancos, esos “instrumentos de manipulación social”, que el planeta por fin se levantará contra nosotros, que lo hemos agredido durante milenios, para vengarse de nuestros atropellos y que al final, quienes sobrevivan a tanta catástrofe, podrán vivir en paz, armonía, dedicándose al crecimiento interior, dejando atrás el consumismo, el materialismo, la violencia y las envidias.
Sin embargo, lo que veo cuando salgo al mundo real es bastante diferente: cada vez más gente sin trabajo, caras largas y desesperadas, más robos de comida, más gente escarbando en la basura para ver que pueden comer, menos clientes en las empresas, menos negocios, más gente buscando subsidios o ayudas para poder llegar a fin de mes, más mentiras de los medios sobre la “recuperación de la economía”, personas que pasan su tiempo preocupadas pensando cómo reducir o eliminar gastos…
Entonces, si ese famoso cambio está por ocurrir, cuando será? Cuando la mayoría de gente haya muerto de hambre o frío? Cuando ya nadie tenga dinero ni para comer o pagar una vivienda? Es difícil pensar en la auto-realización cuando las tripas crujen de hambre o los miembros están agarrotados por el frío, además de pensar que tu familia no tiene qué comer, me parece a mi.
Lo más curioso es que miramos con atención y solidaridad las revueltas de los países árabes, donde miles salen a la calle a poner en riesgo sus vidas para conseguir cambiar la realidad en la que viven, y no hablo de huelgas inútiles ni manifestaciones estúpidas: hablo de empuñar un cuchillo, azada, machete o lo que se tenga a mano para enfrentarse a ejércitos poderosos armados hasta los dientes con el dinero de los petrodólares… Nos divertimos mirando cómo se matan entre ellos mientras que donde vivimos siguen pasando cosas absurdas como que los bancos cada vez ganan más, cada vez más gente se queda sin empleo y literalmente en la calle y con una deuda enorme así hayan devuelto el inmueble donde vivían, que los alimentos en los supermercados son cada vez más caros y que son reemplazados cada vez más por sucedáneos de dudosa procedencia y calidad para simular que “se mantienen los precios”…
Los samurais decían que cuando uno entra en combate o en una lucha, debe abandonar toda esperanza de sobrevivir para salir con vida. Aquel que se aferra a la esperanza de vivir, con toda seguridad será derrotado y morirá. En otras palabras, cuando ya no se tiene nada que perder, es posible rebelarse y cambiar la realidad. Sin embargo, ante la ilusión de que “aquí no pasa nada” y “como a mí no me ha tocado”, seguimos esperando a que todo siga igual o a que otros hagan el trabajo sucio por nosotros.
Esta actitud simplemente prolonga la agonía: el sistema, lo sabemos todos, no es sostenible, por una sencilla razón: el ciclo económico se basa en que el productor produce para que el consumidor compre y así sostenga al productor. Si el consumidor no compra, el productor quiebra y la cadena se rompe. Además, hay un número mínimo de compradores o consumidores que hacen que el sistema se sostenga. Si ese número no se alcanza, la cadena se detiene. Por otra parte, el productor necesita recursos para producir: si estos recursos se agotan o encarecen, el productor no puede seguir produciendo con rentabilidad.
Resultado: colapso del sistema. Las contínuas subidas de precios en los insumos básicos harán, en el corto plazo, que nadie pueda comer con el dinero que gana y lo que es peor, nuestra economía dependiente del petróleo se percatará que de aquí a 5 años, las reservas comenzarán a disminuir de manera alarmante, con la consecuente subida de los precios. Si alguien cree que hay petróleo para 50 años más, es igual que creer que la crisis tendrá solución y que todos seremos felices cuando venga Papá Noel: simplemente no va a ocurrir. Durante cuanto tiempo más vamos a dejar que nos sigan engañando?
Lo que me inquieta y preocupa, tal vez sea por la inmediatez aprendida del consumismo desenfrenado, es que esa nueva “época” no acaba de llegar: pero se siguen vendiendo iPhones, iPads, viajes, casas de lujo y ropa de marca en cantidades desorbitantes, y lo que más nos llama la atención es cuales películas ganaron en los Oscars o que John Galliano dijo que el nazismo le parecía bien. Cuando será ese cuando? (Una pista: depende de todos y cada uno de nosotros…)