Ayer se cumplió un año de mi percance con el MTB. Es increible ver la velocidad con la que pasa el tiempo. Parece mentira que haya quedado atrás toda la angustia, la incomodidad, el dolor, esa lenta y dolorosa recuperación, la etapa de aislamiento casi forzoso que tuve que vivir, el no poderme valer por mi mismo… Es duro recordar que para estas fechas mi papá todavía estaba acompañándonos y preocupándose por mi con sus llamadas para preguntar cómo iba el proceso… Mucho ha cambiado en este año, pero ya no me extraña. Lo único fijo en este planeta es precisamente eso: el cambio. No hay más momento que el ahora. Creo que soy mas conciente de la importancia y de la fugacidad del momento que vivimos cada instante. Es dificil concentrarse en ello, porque siempre estoy pensando o en el pasado o en lo que vendrá. Una artimaña del ego para no dejarme disfrutar de lo que pasa hoy. Eso si, todo lo que ha pasado en los últimos doce meses me ha servido, y mucho, para proseguir en este camino de “frenar” y estar aqui y ahora. Una experiencia grata, aunque complicada, hasta ahora…