Cuando despierto a la madrugada y me asomo a la ventana, me sorprende la calma y tranquilidad con la que me encuentro. Los mismos lugares donde unas horas después hay ruidos desquiciantes y ensordecedores, automóviles enloquecidos y personas preocupadas andando rápidamente de una lado para otro, simplemente están ahí, siendo testigos pacientes de toda esta locura en la que hemos convertido la existencia.
Tal vez son los años, el hastío o simplemente ir aprendiendo a observar poco a poco lo que ocurre, sin embargo, cada vez me encuentro más lejos de todos esos afanes mundanos que nos inculcaron como “importantes”: La fama, las posesiones, los viajes, el comprar, tener o conseguir… Y la verdad, me encuentro más sosegado y menos interesado en seguir transitando apresuradamente hacia algún lugar donde supuestamente encontraré aquello imprescindible que me dijeron que buscara y que tenía que conseguir a toda costa para garantizar algo… (que aparentemente nadie tiene muy claro lo que es en realidad).
Me parece que ese supuesto destino está más cerca de lo que me hicieron pensar y que no requiere ningún esfuerzo deliberado para alcanzarlo, pero pueden ser simplemente imaginaciones mías…