De un tiempo para acá vengo pensando en la necesidad real de las cosas de las que me he ido rodeando a lo largo del tiempo: libros, gadgets, juguetes o software: todos ellos artilugios de dudosa utilidad que en un principio me atrajeron irresistiblemente, pero que ahora solo ocupan espacio en un rincón, esperando ser usados o desechados. Lo peor de todo es darse cuenta de todo el tiempo y el dinero que he invertido en cosas aparentemente fantásticas y muy útiles que al final han pasado sin pena ni gloria por mi vida.
De verdad necesitamos todo lo que tenemos? El otro día me puse a pensar en cuanto uso las cosas que supuestamente son más importantes para mi y en las que invierto más tiempo. La conclusión no fue sorpresiva: poco y nada. Nos distraemos en tantas y tan diversas cosas que resultamos no teniendo tiempo para ellas. Algo paradójico. Al final, mi sentido común, ese que es tan poco común en estos días, va a tener razón. Si nos concentramos en pocas cosas que nos gusten y gratifiquen, la satisfacción de sacarles todo el partido será mucho mayor que si nos pasamos la vida saltando de un lado a otro buscando emociones que al final no duran y se diluyen en el tiempo sin dejarnos nada de provecho. Es muy fácil caer en las redes del consumo desenfrenado y dejarnos influir, casi sin darnos cuenta, por la publicidad y la necesidad de proyectar la imagen de estar siempre “a la última moda” al tener cuanto cacharro, canción o libro sale a la venta.
Además, si nos aplicaramos realmente a encontrar todas las posibilidades de nuestros hobbies o aficiones, poco tendriamos que buscar en otras distracciones, porque el aburrimiento sería inexistente. Permítanme reproducir una anécdota que me contó un amigo hace un tiempo, relacionada con el mundo de las cometas acrobáticas. Cuando se comienza en este hobby, se tiene la imperiosa necesidad de tener cometas para todo tipo de circunstancias y ocasiones: poco viento, mucho viento, estáticas, tracción, acrobáticas, Revos, etc. Esta persona me contó de un maestro en el arte de las cometas acrobáticas, que lleva practicando más de 8 años, y solo tiene UNA cometa. Con ella vuela en todo tipo de circunstancias y lugares. La pobre (la cometa) refleja el paso de los años y las caidas, pero ahí está, reparada y con muchos parches, volando más y mejor cada día. Conclusión? Este hombre es un maestro porque dedica todas sus energías a UNA SOLA COSA, en lugar de diluirse en muchas distintas.
No estoy diciendo que no se pueda tener más de una afición, pero si que no busquemos el “placer inmediato” cambiando de una a otra constantemente, porque al final terminaremos más frustrados y mucho más pobres de lo que comenzamos… No creen?