Hace poco encontré un libro que me llamó mucho la atención, no solamente por el título o por quien lo escribe, sino porque me hizo percatarme de que mi mente se ha ido abriendo lentamente hacia una postura menos purista e intolerante. Y como me hizo caer en cuenta Sol, todo tiende hacia lo mismo, pero es agradable darme cuenta de que la idea primigenia de mi búsqueda siempre ha sido consistente.
El libro en cuestión se llama “Hara” y está escrito por el conde Karlfried Graf Dürckheim. En cuanto lo vi, sin saber de que se trataba, de alguna manera atrajo mi atención. Una vez que llegué a casa y comencé a indagar, me sorprendí aún más, porque este buen señor es alemán y escribe sobre un concepto muy profundo dentro del pensamiento espiritual de la cultura japonesa, lo cual, a decir verdad, me chocó un poco, porque estoy cansado de leer textos adaptados al gusto de occidente para que se vendan mejor, y que por el camino pierden toda su esencia, debido a que, como dicen los editores, “algunas cosas de estas son ininteligibles para el público medio”. Vaya ridiculez. Quien les ha dado poder para que elijan lo que entiendo y lo que no?
En fin. Controversias aparte, el libro habla del término Haragei, o la “emisión de energía” (ki) desde el Hara, o la base del abdomen. Muchas veces se refieren al Hara como la comunicación emocional. Todo esto estaría muy bien si no estuviera escrito por un autor que viene de una cultura tan metódica y racional como la alemana. Sin embargo, esto no queda allí. A medida que he ido leyendo (no he terminado), me he dado cuenta de que muchas de las ideas expuestas en el texto son atemporales y sobre todo, aculturales, compartidas por todas las creencias y civilizaciones, aunque interpretadas de manera diferente.
En este camino que he venido recorriendo desde hace ya unos meses, me he encontrado con preguntas que no tienen fácil respuesta, interrogantes que parecen ser contradictorios en si mismos, como el encontrar el equilibrio entre las exigencias del espíritu y la interacción diaria con el mundo exterior, la quietud necesaria para el desarrollo interior y el bullicio propio de la condición humana, el trabajar para vivir y el vivir para trabajar… No es fácil abordar estas cuestiones. Lo mejor (o peor, según se vea) ha sido darme cuenta que me falta un trecho grande por recorrer para encontrar mis propias respuestas, para verme sin filtros o imitaciones, sin valencias ganadoras o perdedoras, para descubrir mi verdadera esencia.
A veces tengo miedo. Temo necesitar aislarme totalmente del “mundanal ruido” para escucharme y aceptarme, porque también me he percatado de la importancia que tiene para mi el contacto social, aunque en alguna época pensara lo contrario y llegara incluso a agobiarme. Y viene el pánico, el síndrome de la comparación y la angustia por verme fuera de esa rueda frenética en la que se ha convertido la vida contemporánea. Pero luego recuerdo que fui yo quien escogió estar fuera de ese ritmo endemoniado para poder ver con claridad mis propias necesidades. Y no hablo del dinero o de la mal llamada realización personal. Hablo de lo que necesita mi ser para vivir feliz, del querer liberarme de la tensión entre esos dilemas que me han atormentado durante tanto tiempo, de encontrar el equilibrio.
Sorprendentemente, he ido aprendiendo poco a poco a soltarme, a dejar atrás aquello que ha pasado y que ya no forma parte de mi vida de manera activa. No del todo, porque todavía tengo muchas reticencias en ciertas cosas. Mi ego se resiste a dejar de mandar y esto hace que el camino se torne lento y hasta violento en ocasiones.
Pero bueno, soy todo eso: lo bueno y lo “malo” y el aceptarse con todo ello es el primer paso para vivir plenamente, desde mi punto de vista. No hay recetas mágicas y los métodos que les sirven a algunos no son eficaces en el 100% de los casos. Hay que encontrar nuestra propia solución a medida, que es como un cepillo de dientes, personal e intransferible. En ello ando…
He leído el comentario del libro Hara del Conde Dürckheim (fallecido en 1988), yo tengo un libro que se llama “La vida cotidiana como ejercicio de superación moral” ed. Iberia, Barcelona España 1965. En este libro hace mención del Hara, obviamente es una búsqueda del centro vital del hombre. En este libro no hace mención de la cultura japonesa pero sí hace mención de lo importante que encontrar uno la forma de “practicarse” a sí mismo en la vida cotidiana mediante una postura y relajación que permital a nuestro Ser esencial aflorar y trascender el cuerpo físico. Condición sine qua non podemos seguir adelante en el conocimiento de nosotros mismos. Es un libro extraordinario que debe en mi opinión ser leído por todo aquel buscador sincero de la verdad que está dentro de uno mismo. ¿y tú como vives tu manera se Ser sujeto? pregunta el autor y uno se queda de verdad pensando y reflexionando. No hay otro camino -que es el mismo de todas las filosofías y religiones- que la búsqueda de uno mismo y en este pequeño gran libro el gran autor e insigne Hombre Dückheim nos deja un legado inconmensurable.
Gracias por el dato. Buscaré el libro porque el enfoque del autor me interesa mucho, al crear un acercamiento coherente entre el pensamiento occidental y el oriental.