Hace un tiempo hice la promesa de no leer tantas noticias ni acceder de manera compulsiva a los medios de comunicación, porque me harté de tanta basura, desinformación y manipulación. Sin embargo, de un tiempo para acá he vuelto a consultar, si bien no de la misma forma, estas fuentes de control para ver cómo están (des)informando sobre lo que está ocurriendo en el planeta. Y claro, como no podía ser de otra forma, no me llevé una sino varias sorpresas:
1. La crisis económica ha pasado a un segundo plano: Nadie habla ya de Grecia, ni de los movimientos sociales que están ocurriendo allí, o de los “esfuerzos” desesperados por tomar una decisión con respecto a la deuda tóxica de ese país para que no afecte tanto como puede los intereses de quienes lo llevaron hasta allí.
2. Las noticias sobre las continuas caídas de la bolsa en toda Europa, especialmente en España, siguen pasando desapercibidas, así como el gran número de desahucios a propietarios que ven como sus viviendas son secuestradas por el banco de turno, para, además de seguir cobrando una deuda por un inmueble del que ya no se tiene el uso y disfrute, revenderlas y seguir inflando sus ya obscenas cuentas de resultados, a ver si algún otro incauto/a pica y siguen con la farsa.
3. Los precios de los alimentos están disparados: Especialmente en los países de África y América, los valores del maíz, trigo, sorgo y otros alimentos están subiendo de manera descontrolada, haciendo que cada vez más gente no pueda alimentarse correctamente. Una vez más, nadie dice nada al respecto.
4. Cada vez más empresas están cerrando o despidiendo trabajadores aduciendo razones de “crisis” (la prueba? El absurdo número de personas que vagan sin rumbo por las calles en días laborables, a horas intempestivas: y sinceramente no creo que todos/as estén de vacaciones), sin embargo, los beneficios de los bancos y negocios asociados son cada vez más altos, y sus ejecutivos se permiten decir perlas tales como que “la regulación al sector bancario sólo traería más contracción económica y restringiría aún más el crédito”. Sin palabras.
5. Los gobiernos locales ocultan la deuda para ser reelegidos (el caso de Navarra) y luego “descubren” los problemas y enarbolan la bandera de “nosotros lo arreglaremos”, sin embargo, siguen percibiendo escandalosos beneficios extras por trabajos que no ejecutan o por compatibilizar actividades que por ética y moral no deberían serlo, más allá de que existan regulaciones para ello.
6. Las agencias de “calificación de riesgo” (léase los instrumentos de los especuladores para manipular el mercado económico), siguiendo con su plan rediseñado de crear incertidumbre para lucrarse de la situación (por aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”), tienen ahora en la mira a España, para desencadenar una situación similar a la de Grecia: declarar el “peligro inminente de impago” y obligar al país y a las distintas regiones a realizar recortes radicales, que socavan los derechos fundamentales, a endeudarse aún más con los suministradores de crédito “aprobados” por quienes ocasionaron el problema, y a gravar aún más a los ciudadanos con impuestos que no se sabe bien adonde van. Si bien es cierto que España gastó más de lo que ingresó en los últimos 10 años (obras públicas faraónicas innecesarias, gastos innecesarios en ornato, sin destinar dinero a capitalizar las fuentes de trabajo a largo plazo tales como la investigación y desarrollo, el cambio hacia energías limpias, la diversificación de negocios tradicionales como el turismo o la producción de bienes de poco valor añadido, por ejemplo), la situación se puede resolver de muchas otras formas que no sean disminuyendo los servicios públicos básicos tales como la salud o la educación.
7. Los movimientos sociales que aparentemente están “protestando” contra la manera actual (y pasada) de hacer las cosas, son simplemente una válvula de escape sin soluciones o medidas concretas para aportar o implementar. Casos como la victoria del Partido Pirata en Berlín o las declaraciones de Zygmunt Bauman al respecto, donde queda claramente expuesto que estas protestas son más corazón que razón, y que si no hay un esfuerzo organizado por canalizarlas, se convertirán en una distracción más para aliviar tensiones, tal como el fútbol, la televisión o el bar más próximo.
Sin embargo, a pesar de todas estas señales, nadie parece darse cuenta. Vamos a la manifestación de turno, pero seguimos comprando en supermercados, consumiendo de manera irresponsable, tenemos nuestro dinero en los bancos, nos vamos de vacaciones, y sólo importa que podamos llegar a fin de mes o que seamos capaces de salir unos cuantos fines de semana a intoxicarnos para “olvidar los problemas”.
Tal vez más de uno/a diga que soy un extremista radical y tal vez sea así, pero independientemente de mi opinión, que es tan válida como cualquier otra, nos acercamos a una transición inexorable que cambiará la manera como vivimos de manera importante y muy significativa. El cómo nos vaya en el proceso depende de si estamos dispuestos a prepararnos, ser flexibles y sobre todo, actuar en consecuencia, dejando atrás aquello de “que cambie todo para que todo siga igual”.
Llegó la hora de actuar y prepararse. Y si bien es cierto que para algunas cosas puede ser algo tarde, todavía estamos a tiempo de soltar lastre y recuperar las redes familiares y de amistad que son las que realmente nos ayudarán para encarar lo que viene… Amanecerá y veremos.