Errores de cálculo

Una de mis discusiones recurrentes con Marcela es la de la utilidad o validez de los sentimientos y las emociones. La postura más controvertida y de casi imposible conciliación entre los dos es que estos no sirven para nada y alejan al individuo de la ecuanimidad y el poder ver la realidad tal cual es. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo. El “entrenamiento”(léase condicionamiento no consentido) que hemos recibido praácticamente desde que nacemos, hace que sea muy complicado imaginarse siquiera la posibilidad de ver las cosas tal como son, sin los filtros del drama y las ideas preconcebidas de cómo deberian ser de acuerdo a la escala de valores de turno.

Todo esto ha hecho que de una u otra forma, se cometan errores de bulto al apreciar ciertas situaciones que creíamos tener muy claras. El pensar que por los vínculos afectivos que podamos llegar a tener con ciertas personas y el hecho de conocerlas por largo tiempo, nos exime de analizar con lupa cada situación en la que se ven involucradas antes de emitir veredictos condenatorios hacia alguna de las partes, es una postura claramente equivocada y arrogante.

Es peligrosamente sencillo que la razón se vea obnubilada por ideas que llevan mucho tiempo presentes y que por ello, haya juicios y conclusiones que son, con casi total seguridad, erróneos y tendenciosos.

Lo bueno es darse cuenta, y al final del día, limitarse a observar el teatro en el que vivimos sin la necesidad de concluir, organizar, aconsejar o dirigir. Al fin y al cabo, la vida es una experiencia totalmente aleatoria que tiene todo el sentido del mundo (así no lo entendamos desde nuestro limitado punto de vista) y en eso, a pesar de todo, radica su peculiar encanto…

Idiocracy

El otro día Marcela hizo, sin proponérselo, un pequeño experimento social. Una de sus amigas se casó con su pareja y Marcela publicó en su estado de WhatsApp una foto de su mano (la de su amiga) con un anillo, junto con la leyenda “Celebrando el amor”…

Las reacciones no se hicieron esperar: la gente comenzó a escribirle felicitándola, preguntándo por qué no habían sido invitados al magno evento, manifestando su sorpresa por tan inesperada noticia, etc… Incluso gente que la (nos) conoce bastante bien, la contactó para expresar sus opiniones sobre la fotografía.

Lo más divertido es que, como dije antes, Marcela estaba simplemente contenta por el matrimonio de su amiga, y publicó algo para conmemorarlo. Nadie se tomó la molestia de verificar la veracidad de la noticia, si en efecto ella era la protagonista y simplemente, como ocurre casi siempre en la “selva” de internet y las redes sociales, “tragaron entero”y reaccionaron sin pensar.

Después de divertirnos durante todo el día de las reacciones causadas por la publicación, Marcela tuvo a bien escribir una nota aclaratoria que suponemos pasó sin pena ni gloria, o aún mejor, causó un desconcierto / mal humor / confusión entre sus contactos. El tema quedó rápidamente olvidado…

Lo que nos llamó la atención fue el grado de “idiotización” que mostró nuestro improvisado público, creyendo religiosamente todo lo que aparece en internet, como si fuera la verdad absoluta y observar que no se tomaron el trabajo de comprobar su veracidad y contrastar con otras fuentes (en este caso, haciendo algo tan simple como levantar el teléfono y preguntar sobre el tema) antes de reaccionar  y emitir una opinión al respecto.

Tristemente, si bien esta situación era algo inofensivo e inocente, se extrapola perfectamente a otros escenarios que hemos presenciado recientemente, donde rumores o noticias sin ningún fundamento se extienden con una rapidez pasmosa en internet y/o los medios de comunicación tradicionales y la gente simplemente los asimila como reales sin hacer una mínima verificación del origen de la información y reaccionan como autómatas, según el efecto deseado por quien crea la (des)información original.

Estaremos llegando a una era donde el sentido común desaparecerá y nos comportaremos como nos dicten unos pocos para satisfacer sus intereses? Una reflexión interesante para finalizar la década y comenzar la siguiente siendo un poco menos crédulos y aplicando el razonamiento con más frecuencia…

El fino arte de no hacer nada

El otro día alguien me preguntaba a que me dedicaría si me tomara un sabático. La respuesta automática fue “me entregaría por completo al fino arte de no hacer absolutamente nada”. Y tal vez la respuesta tiene mucho que ver con un hastío mayúsculo hacia la ingente cantidad de compromisos, distracciones, decisiones, obligaciones, apariencias y “mantenimiento de imágenes” a las que estamos sometidos todos y cada uno de nosotros durante el transcurso de la vida.

La lógica podría indicar que a medida que pasa el tiempo deberíamos volvernos más selectivos sobre cómo lo usamos, pero en su lugar hay una especie de vórtice invisible que, en lugar de alejarnos de toda esa vorágine de falsas ocupaciones (viajes, compras, reuniones, etc.), nos arrastra más y más hacia ellas, porque “es lo que hay que hacer / decir / pensar / mostrar”, sin darnos tiempo a cuestionar si es lo que queremos en realidad o si nos ponemos a ello con alguna falsa excusa (los hijos / la familia / los amigos / la inercia / el miedo / el aburrimiento…)

Y no se engañen, el no hacer nada no es tan fácil como parece. Requiere de tiempo y dedicación exclusiva para no ceder a los cantos de sirena de un futuro mejor que siempre está a una compra / viaje / fiesta / comida / evento de distancia. Debo confesar que me considero un neófito en el tema, sin embargo, creo que con algo de voluntad y dedicación, supongo que podré desarrollar la habilidad necesaria para volverme competente en este “oficio”…

 

La razón o la vida

Tarde tranquila de domingo paseando por la ciudad. Entramos a un aparcamiento con la precaución que la maniobra amerita. Vemos un niño que quiere cruzar la entrada del lugar y que al ver nuestro auto, prudentemente se detiene. Su mamá, a lo lejos le grita: “Pasa, pasa!” sin percatarse, creemos, que estamos entrando. Al final, el niño cruza después de haber entrado nosotros al sitio.

Cuando estamos aparcando, se acerca un hombre que nos dice en tono de reprimenda: “Tengan cuidado! Había un niño cruzando! Hay que bajar la velocidad cuando hay niños en la via!”. Yo lo miro con curiosidad y simplemente asiento sin decir palabra. El hombre se aleja, satisfecho, creo, de haber cumplido, según su criterio, con su deber de padre responsable.

La lógica más elemental dice que cuando estamos en un estacionamiento, hay que extremar las precauciones y no dejar niños pequeños sin supervisión porque circulan muchos vehículos entrando y saliendo. El buen señor que nos reprendió no tomó a su hijo de la mano, en previsión de males mayores y su mamá, creyendo que sabía más que el pequeño, le animó a cruzar, ignorando el buen juicio de la criatura, que le permitió ver que había un peligro en su camino, deteniéndose por un instinto elemental de supervivencia.

Conclusión: No hubo ningún incidente que lamentar, cada uno siguió su camino, y los padres del niño se fueron creyendo que por haber conservado la razón son mejores personas y arriesgando, quiero pensar que sin saberlo y de manera no deliberada, la vida de su hijo para conseguir una dudosa “victoria” moral.

La parte cómica del asunto se quedó en que el abnegado padre de familia buscó pelea donde no la había y se encontró con un silencio vacío de contenido y un gesto de asentimiento que le dio a entender, sin violencia ni segundas intenciones, que su mensaje había sido recibido. Su intento de tranquilizar su conciencia por un error que pudo haber tenido graves consecuencias, quedó, para bien o para mal, algo frustrado…

Cuarenta y Siete (o 22 y 25)

Ayer me preguntaron cual era la mayor diferencia que había notado al completar 47 vueltas alrededor del sol, y lo primero que se me vino a la mente fue decir: “Me parece que el miedo a tantas cosas ha disminuido de manera sustancial”. Y al analizar la frase con un poco más de calma, me percaté de que efectivamente, con el pasar del tiempo, la percepción de lo que está “bien” o “mal” va cambiando considerablemente, haciendo que la vida se vuelva más una historia que me incita curiosidad que una carga con la que lidiar.

Como dijo Marcela de manera sabia: “Celebramos que cumplas 22 con 25 años de experiencia…”. No pude haber pasado este aniversario y tantos otros días en mejor compañía… Gracias de nuevo…

Questionnaire

Un poema de Wendell Berry, una vez más, sobre la estupidez colectiva que campa cada vez más a sus anchas en esta sociedad enferma en la que vivimos. Para reflexionar:

Questionnaire

1. How much poison are you willing
to eat for the success of the free
market and global trade? Please
name your preferred poisons.

2. For the sake of goodness, how much
evil are you willing to do?
Fill in the following blanks
with the names of your favorite
evils and acts of hatred.

3. What sacrifices are you prepared
to make for culture and civilization?
Please list the monuments, shrines,
and works of art you would
most willingly destroy.

4. In the name of patriotism and
the flag, how much of our beloved
land are you willing to desecrate?
List in the following spaces
the mountains, rivers, towns, farms
you could most readily do without.

5. State briefly the ideas, ideals, or hopes,
the energy sources, the kinds of security,
for which you would kill a child.
Name, please, the children whom
you would be willing to kill.


Cuestionario

1. Qué tanto veneno está dispuesto
a comer para el éxito del libre
mercado y el comercio global? Por favor,
nombre sus venenos preferidos.

2. Por el bien de la bondad, cuanto
mal estaría dispuesto a hacer?
Complete los siguientes espacios en blanco
con los nombres de sus males y actos de odio favoritos.

3. Qué sacrificios está preparado a hacer
por la cultura y la civilización?
Por favor enumere los monumentos, templos
y obras de arte que destruiría voluntariamente.

4. En el nombre del patriotismo y
la bandera, cuanto de nuestra amada tierra está dispuesto a profanar?
Haga una lista en los siguientes espacios de
las montañas, rios, ciudades y granjas
de las que podría prescindir más facilmente.

5. Describa brevemente las ideas, ideales o esperanzas,
las fuentes de energía, los tipos de seguridad
por los cuales asesinaría a un niño.
Nombre, por favor, los niños a quienes
estaría dispuesto a asesinar.

Amables Advertencias

La vida se encarga, de cuando en cuando, de recordarnos sutilmente que nada es permanente y que lo único seguro es el cambio y la incertidumbre, así suene a redundancia barata. Los acontecimientos van ocurriendo y nos vemos envueltos en ellos como la escena de cualquier película de guerra donde un grupo de soldados corren hacia un objetivo bajo una lluvia de balas enemigas. De pronto nos damos cuenta que uno de nuestros compañeros ya no está corriendo junto a nosotros, luego otro cae justo en frente y así sucesivamente, hasta que un proyectil aleatorio nos impacta (nunca mejor dicho) y queriéndolo o no, debemos dejar de correr para yacer inmóviles en el campo de los sueños que es esta existencia.

Cuando eso ocurre, hay dos opciones: que nos hayamos preparado de antemano y a conciencia para que una determinada situación cese de un momento a otro, teniendo en mente que todo es efímero y pasajero, o que aquello que ocurrió nos deje sorprendidos, impotentes y doloridos, porque no pensábamos que nos podía ocurrir…

Al final, lo único seguro es que todo acaba, de cualquier manera. Si ciframos nuestras esperanzas en esa falsa inmortalidad que nos han hecho creer que tenemos, el golpe recibido, venga de donde venga, será mucho más dificil de afrontar cuando llegue su momento inevitable…

Psicología de un vencido

Augusto dos Anjos es uno de los escritores de poesía más populares de Brasil, y fue conocido como el poeta de la enfermedad y la muerte. Me encontré su obra de casualidad hablando de corrupción y males endémicos y sus versos reflejan precisamente esa desesperanza vital que caracteriza los tiempos actuales. Hay que tener en cuenta que sus poemas datan de 1912 y sólo se publicó un libro con sus pensamientos, llamado “Eu”. Disfruten uno de ellos:


Psicologia de um vencido

Eu, filho do carbono e do amoníaco,
Monstro de escuridão e rutilância,
Sofro, desde a epigênese da infância,
A influência má dos signos do zodíaco.

Profundissimamente hipocondríaco,
Este ambiente me causa repugnância…
Sobe-me à boca uma ânsia análoga à ânsia
Que se escapa da boca de um cardíaco.

Já o verme — este operário das ruínas —
Que o sangue podre das carnificinas
Come, e à vida em geral declara guerra,

Anda a espreitar meus olhos para roê-los,
E há-de deixar-me apenas os cabelos,
Na frialdade inorgânica da terra!


Psicología de un vencido

Yo, hijo del carbono y del amoníaco,
Monstruo de oscuridad y rutilancia,
Sufro, desde la epigénesis de la infancia,
la mala influencia de los signos del zodíaco.

Profundísimamente hipocondríaco,
Este ambiente me causa repugnancia…
Sube a mi boca un ansia como el ansia
Que escapa de la boca de un cardíaco.

Ya el gusano – ese obrero de las ruinas –
Que la sangre podrida de las matanzas
Come, y a la vida en general declara guerra,

Va acechando mis ojos por roerlos,
Y ha de dejarme sólo los cabellos,
¡En la frialdad inorgánica de la tierra!