Desconfianzas Supinas

Hoy un par de anécdotas aleatorias: Salimos a dar un paseo con Marcela y decidimos comer en un local cercano. Dada la hora, el lugar tiene poca afluencia de gente y como se estila en estos particulares tiempos, conservamos la distancia dejando mesas entre los comensales y demás. Justo cuando llega nuestra orden, vemos que se sientan en una mesa aledaña un trio de personas mayores que conversan animadamente entre ellos.

Marcela tose y estornuda, y yo añado la siguiente frase en voz alta: “Este tema nada que se quita, pero bueno… la vida sigue…”. Unos segundos después, los 3 ancianos cambian precipitadamente de mesa y se ubican a una distancia “prudente”, con las consiguientes miradas reprobatorias hacia aquellos desconsiderados que osaron salir a la calle sin medir las consecuencias de sus actos para el resto de la sociedad… Sobra decir tuvimos serias dificultades para seguir degustando nuestro desayuno, porque la risa no nos dejaba…

El otro día  mientras haciamos el pago de las compras en un supermercado cercano, Marcela me dice: “Apurémonos y vamos a su casa, hay que aprovechar que no está su esposa…”. Yo le devuelvo una mirada cómplice y miro a la cajera que no sabe, literalmente, donde meterse. Trata apresuradamente de terminar la transacción después de cometer varios errores en la misma y desvía en todo momento la mirada hacia el suelo hasta que por fin, para su tranquilidad, nos vamos del lugar conteniendo a duras penas unas sonoras carcajadas…

No hay conclusiónes ni enseñanzas de ninguna clase. Simplemente fueron un par de comprobaciones improvisadas y muy divertidas de los juicios que emite la gente sin pensar ni cuestionar absolutamente nada. Para gustos, los colores…

 

 

 

Los Bidis de Maruti

Cuentan quienes tuvieron la oportunidad de compartir algo de tiempo con Nisargadatta Maharaj (cuyo nombre de pila era Maruti) en su pequeño Ashram de Bombay, que este fumaba sin parar, mezclando el humo de sus bidis ( pequeños cigarrillos enrollados a mano, populares en la India), con el incienso que encendían sus discípulos mientras escuchaban sus enseñanzas.

Muchos de ellos decidieron entonces imitarle hasta el extremo: vestir como el, vivir de manera frugal y por surrealista que suene, comenzar tambien a fumar, a ver si de alguna manera mágica y misteriosa, atribuyendo un poder sobrenatural a los pitillos, podían alcanzar la auto-realización del Maestro… Eso si, lo de poner en práctica sus palabras y dedicar tiempo a ello, era otra historia (algo más difícil y tedioso, claro…)

Y aunque parezca mentira, la gran mayoría de la gente sigue haciendo cosas disparatadamente parecidas: siguiendo al mesías de turno, sea en persona, por la web, Zoom o WhatsApp, obedeciendo a rajatabla sus sugerencias o consejos (en el peor de los casos), sin cuestionar por un momento la veracidad o conveniencia personal de dichos mensajes, queriendo obtener resultados rápidos e indoloros para resolver la miriada de problemas que  la mayoría de las veces han sido causados por su propia irresponsabilidad.

En estos tiempos revueltos resulta de capital importancia el discernimiento sosegado y profundo, cosa poco probable con tanto ruido mediático y social. Sin embargo, como se dice en España, nos va la vida en ello (literalmente). Lo he dicho en otras ocasiones y lo reitero hoy: estamos cada vez más cerca de una sociedad estilo Idiocracy si dejamos que el oportunista del momento tome las decisiones que conciernen a nuestra salud física, estabilidad financiera y equilibrio mental y emocional. Y a pesar de que no lo parezca, en nuestras manos está dejar que ocurra o no. Cada cual que saque sus propias conclusiones y que actúe en consecuencia. Dicho queda…

Ebb and Flow

Hoy una reflexión corta: A veces (demasiadas para mi gusto) olvidamos que la vida es un contínuo devenir donde lo único permanente es el cambio, así suene a tópico:  El dia y la noche, las estaciones, el sol y la lluvia, la salud y la enfermedad, el existir y el morir. Nada de esto debería sorprendernos y lo más sano sería navegar cada momento de esta manera, sabiendo que la fugacidad es lo que hace valiosa la experiencia. Sin embargo, nos empeñamos en aferrarnos a lo conocido, a lo “que se debe hacer”, a la obligación y así sólo entorpecemos el proceso natural. No escuchamos las contínuas señales del cuerpo y de todo lo que nos rodea, que es donde normalmente suelen estar todas las respuestas.

Los dogmas, “ismos”, ideas preconcebidas, “valores” (casi siempre aprendidos y nunca cuestionados ni analizados), religiones, conceptos y demás que supuestamente están ahí para facilitarnos el entender lo que pasa, se vuelven muros insalvables por la terquedad de simplemente aceptar lo que ocurre tal como es y dejar de comparar la realidad con lo que tenemos en la cabeza, luchando para defenderlo como sea contra lo que vemos si es que aquello se sale de los parámetros establecidos que se consideran intocables (sin saber muy bien por qué).

En fin. La idea es simplemente ser y dejar que el flujo nos lleve donde convenga más, haciendo lo que amerite cada momento, así nuestra mente racional no esté de acuerdo casi en ninguna ocasión. De esta manera se sufre menos y se vive de una forma menos artificial y forzada…

 

La Paz de lo Salvaje

Este poema de Wendell Berry resume muy bien esa sensación que se olvida tan fácilmente, a pesar de estar al alcance de la mano, en estos tiempos peculiares que vivimos. Aunque yo me pregunto: qué tiempos de los que hemos vivido hasta ahora no han sido atípicos e inusuales? Y como decia Sri Ramakant Maharaj: “La Paz está ahí. Eres TU el que la está perturbando…”

The Peace of Wild Things

When despair for the world grows in me
and I wake in the night at the least sound
in fear of what my life and my children’s lives may be,
I go and lie down where the wood drake
rests in his beauty on the water, and the great heron feeds.
I come into the peace of wild things
who do not tax their lives with forethought
of grief. I come into the presence of still water.
And I feel above me the day-blind stars
waiting with their light. For a time
I rest in the grace of the world, and am free.


La Paz de lo Salvaje

Cuando la desesperación por el mundo crece en mi
y despierto en la noche al menor sonido
atemorizado por lo que pueda ser de mi vida y la de mis hijos,
Voy y reposo donde el pato macho
descansa en su belleza sobre el agua y la gran garza se alimenta.
Vengo a la paz de lo salvaje
que no abruma su existencia con la premeditación de la aflicción.
Vengo a la presencia de las tranquilas aguas.
Y siento sobre mi las estrellas ciegas de día
esperando con su luz. Por un tiempo
descanso en la gracia del mundo, y soy libre.

 

Contradicciones

Resulta curioso ver cómo vamos por la vida alardeando, implícita o explícitamente de una seguridad que no tenemos, supuestamente “haciendo lo que hay que hacer”, siguiendo guiones caducos que no nos hemos tomado la molestia de examinar ni cuestionar con cuidado para ver si nos aplican, sino que mas bien repetimos sin pensar, tal como nos han enseñado a hacer desde casa o la escuela.

Y cuando ocurre algo que nos trae de regreso a la vida real, nos percatamos que hemos estado obedeciendo órdenes que no sabemos muy bien de donde vienen ni para que sirven, pero que si nos han dejado con un muy mal sabor de boca porque al final nos hemos dado cuenta que no sirven para absolutamente nada en el peor de los casos, o sólo parcialmente en el mejor.

Pero claro, es que eso de objetar la supuesta realidad en la que vivimos es muy cansado. Teniendo tantas entretenciones y distracciones que ocupan nuestro tiempo, lo más fácil es simplemente ir cayendo en contradicciones infinitas, buscando en internet la opinión de gente que no conocemos y de la que no sabemos absolutamente nada, creyendo en el establecimiento que una y otra vez nos ha dejado patidifusos y pluscuamperfectos, sin darnos ningún tipo de salida decorosa o viable, pensando “como no hay más y esto es lo que siempre se ha hecho…”para salir del paso.

Nos hemos vuelto perezosos, indolentes, débiles y cobardes. Hemos tragado sin chistar todo aquello que nos han venido contando desde tiempo inmemorial y aceptamos nuestro supuesto destino con una resignación y credulidad que rayan en la más absoluta estupidez. Y para añadir más leña al fuego, somos unos consumados maestros en el dudoso arte de juzgar a quienes vemos que hacen esto mismo y no tenemos los arrestos para reconocer que también nosotros, si, nosotros los “justicieros” y “hacedores del bien, poseedores de la razón absoluta y final” somos los peores exponentes de la situación.

Eso si, como decimos aquí, cuando la vida nos “pega un susto” de la naturaleza que sea, salimos corriendo despavoridos como pollos sin cabeza a buscar cualquier tipo de remedio o solución, venga de donde venga, porque no somos capaces de conservar un mínimo de coherencia en nuestras acciones, esto es, dedicar la mayor parte del tiempo a cuidar y preservar lo realmente importante para evitar este tipo de sobresaltos mayores. Pero claro, como esto no “viste”, no “vende” o no lo podemos mostrar en las redes sociales, pues es lo primero que se sacrifica en aras de la tan manida “aceptación social”.

A tenor de todo esto, me pregunto: tendrían los hombres y mujeres de las cavernas algún atisbo de preocupación por el número de “Me gusta” del día? O en la edad media o la época feudal de Japón, habría un interés creciente de la gente por tener muchos más “seguidores” que estuvieran pendientes de sus más recientes y normalmente, irrelevantes actividades y observaciones?

Y saben que es lo que es más lamentable? Que se termina desarrollando una adicción enfermiza por las potenciales soluciones a aquello que nos aqueje, sin pararnos a pensar en las consecuencias de las consecuencias, porque hay que “resolver” a como dé lugar…

En fin. La naturaleza humana nunca cesa de sorprenderme. Sin embargo, y tomando prestada la frase de tal vez la única persona medianamente cercana que practica un mínimo de coherencia: “Es difícil mantenerse en el camino fácil”. Que cada uno saque sus propias conclusiones…

Resistencias

En estos días he estado repasando algunas de las entradas que publiqué hace diez o más años (!). Para quienes no lo sepan, comencé a escribir en este espacio en agosto del 2001 más que todo sobre tecnología y luego fui variando el curso lentamente hasta ir consignando mis pensamientos y experiencias sobre la vida, donde quiera que estuviera (y han sido varios ires y venires en estos años…) a lo largo de este tiempo.

Una de las cosas importantes que ha dejado el ejercicio ha sido percatarme sobre la (gran) resistencia que oponemos ante lo que nos ocurre. Y, como decía mi papá, no es tema baladí. El diferenciar el momento en que nos resistimos o que nos dejamos llevar por la inercia o la indiferencia de lo que procede en ese instante es algo muy complejo. Sin embargo, tal como decía Nisargadatta Maharaj, ocupamos el tiempo en innumerables cosas innecesarias y no prestamos atención a discernir sobre si nos estamos comportando de acuerdo a las circunstancias (lo que amerita el momento, en otras palabras), o si por nuestra educación, traumas, miedos y demás, estamos hundiéndonos más y más en nuestra propia ignorancia, justificándonos de mil y una formas para no volver a la corriente primordial que es la que nos lleva hacia donde se supone que vamos, sin demasiado o ningún esfuerzo.

Otra frase que viene a cuento: “Let go or be dragged”, o algo así como “Suelta o serás arrastrado”, que frecuentemente olvidamos para “preocuparnos de cosas más importantes”. Resulta sencillo ocuparse de lo que ocurre, sin pensar en el futuro o en el pasado, sin embargo, se nos ha enseñado a mirar hacia adelante y hacia atrás todo el tiempo, sin pararnos a pensar qué, como decía un amigo: “El pasado ya no existe y el futuro es un secreto”, y lo único que queda, así suene a frase de cajón, es el presente, ese preciso instante en el que escribo estas palabras. Todo lo demás, son especulaciones.

Y cómo se aplica esto en la vida práctica? Simplemente prestando atención a lo que está pasando, que a su vez, y ahí radica su suprema elegancia, irá configurando correcta y oportunamente lo que viene a continuación…

Little Tiny Animals

El título de esta nota estaba en mi cabeza hacia varias semanas, cuando surgió espontáneamente al observar una vez más el comportamiento automático y habitual, esas costumbres tan difíciles de erradicar, de mis queridos congéneres habitantes de este pintoresco país. Parece ser que es más importante salir a comprar tonterías que nadie necesita para gente que a la que nada le importan este tipo de detalles, “porque siempre se ha hecho así”, “porque es la época” o añadiría, “porque como mi vida es tan vacía y carece de sentido, espero con ansia cualquier ocasión que me permita salir a gastar lo que no tengo y distraerme para no pensar en todos mis problemas, aquellos  que mi propia desidia no me deja resolver”, que simplemente estar en casa y observar lo que ocurre de manera reflexiva y tranquila.

Está bien. Digamos que somos indulgentes y que en otras circunstancias podríamos hacer la vista gorda, como tantos años, sin embargo, este 2020 tan atípico y sobre todo, tan impredecible (sin que esto signifique que otros años lo han sido menos), ameritaba una pausa de estas urgencias “tan importantes”, porque no sabemos a ciencia cierta lo que ocurre en términos de salud, gracias al experimento social de moda. Así que, tal vez habría sido un poco más prudente (y hasta mentalmente profiláctico), simplemente hacer otra cosa y dejar el desenfreno consumista para otra oportunidad, valorando la sencillez y lo que ya está disponible y al alcance de la mano (excluyendo la “facilidad” de adquirir bienes y servicios por internet), sin tener que salir corriendo a “comprar”.

Pero bueno, una vez más, soñar no cuesta nada. Las consecuencias de las consecuencias se verán por el camino, cualquiera que este sea. Como decía un catedrático en la universidad: “Si quiere cambiar a alguien, cambie usted primero”. En ello ando, sin por eso dejar de asombrarme por la estupidez humana imperante, sea cual sea la forma que adopte según las circunstancias…

United States of Letterpress

Un pequeño documental sobre el maravilloso arte de la imprenta manual, tal como se hacía hace más de 400 años y que, como dice una de las protagonistas, “probablemente dure mucho más que todos nosotros”. Un amable recordatorio sobre la pericia, la atención al detalle y la tradición, tan en desuso en nuestros tiempos en que correr frenéticamente hacia ninguna parte está tan de moda…