Servicio al qué?

A pesar de la inquebrantable fe que tengo en que todo ser humano, no importando su condicion, puede mejorar y aprender de sus errores, hoy me he convencido de que algunas cosas no cambiarán nunca, por más que creamos que puede ser así. Ya había hablado de esto antes, pero hoy el cuerpo me pide que vuelva a escribir sobre ello, porque la situación se vuelve más surrealista cada minuto que pasa.

En este pintoresco país nadie sabe qué es el servicio al cliente ni para que sirve. La gente trabaja para cobrar un salario, pero poco le importa si hace su trabajo bien, mal o regular. Lo importante es que llegue la nómina a tiempo para poder pagar todas las cosas innecesarias o sobrevaloradas que compran para sentirse mejores personas.

Esta vez hablaré de una empresa de accesorios para videoconsolas. En principio, lo que era una transacción rutinaria de compra por un valor ínfimo (unos 25 euros con gastos de envío incluidos), se transformó en un problema de marca mayor donde nadie quiere hacerse responsable de nada. Me explico: Una vez hecho el pedido y efectuado el pago, espero pacientemente a que, por mensajería urgente, me llegue lo que he comprado. Pero pasan los días y el artículo no aparece ni recibo confirmación por su parte de que el pago ya se ha hecho. Solo aparece un estado “procesando” en su web.

Les envío un correo preguntando qué ha pasado. Me responden al cabo de un par de dias (!) diciéndome que “por un problema en su servidor, mi pedido se ha borrado y que han debido hacer otro”, pero que lo enviarán de inmediato (viernes). Si no los contacto, nadie me habría informado…

Pasan los días y no recibo nada. Una semana después llamo a la empresa y me contesta alguien que, de muy mala forma, me dice que el pedido se enviará ese mismo día. Cuando pregunto por qué se me informó que el artículo no se había enviado cuando me lo dijeron (una semana antes), me dice simplemente que “es que estaba en otro almacén y hasta ahora lo recibimos”. Qué les cuesta decir la verdad? Más tarde ese mismo día me llega un mail diciendo que el artículo está “enviado”.

Llega el lunes. Llamo a la empresa de mensajería para saber a qué hora me entregarán el paquete. Me dicen que efectivamente lo tienen en su poder, pero que no lo pueden entregar. Al preguntar la razón me dicen que “no saben” (otra respuesta típica de aquí) y que “tienen que hablar con la agencia que lo remite para saber qué pasa”. Al parecer, el concepto de CRM y seguimiento les es totalmente desconocido (y eso que son una empresa de mensajería!). Me dicen que llame a lo largo de la mañana para “ver si hay noticias” (no me toman mi número ni se preocupan de ponerse en contacto conmigo). Dejo pasar un par de horas. Vuelvo a llamar. La respuesta “no sabemos nada todavía. Llame dentro de un rato que ya mismo me pongo en contacto con ellos”. Y por qué no lo hizo cuando llamé la primera vez?

Nuevamente les llamo. “Me dicen que el cliente ha dado orden de no entregar el envio”. Más raro todavía. Trato de contactar a la empresa que me vendió lo que compré pero no hay forma. Nadie contesta. Les mando un mail y añado un contacto al MSN que aparece como “ocupado” todo el tiempo. Comienzo a escribirles explicando la situación. Nadie responde. Al final, después de intentarlo muchas veces, alguien se apiada (!) de mi y me contesta via MSN diciéndome que “son fiestas locales y que no hay nadie para atenderme. Que envíe un mail”. Le respondo que ya lo he hecho y que no tengo la culpa de que sean fiestas allí. Me dice que “ellos no han dado orden de parar el envío” (otra técnica muy difundida en este país: “la culpa no es mia, debe ser de alguien más”), así que llamo a la agencia de donde lo enviaron y me confirman que “el cliente ha ordenado que no se entregue el paquete”. Me huele a problemas financieros entre las dos empresas, pero nadie me dice nada.

Total: Han pasado casi dos semanas y no tengo lo que compré. Debo esperar a que terminen las fiestas (el colmo) del pueblo donde está la empresa para que alguien se digne a atenderme y pueda aclararme qué es lo que pasa y sobre todo, cuando me entregarán el paquete. Lo peor es que no estaré para recibirlo y correré el riesgo de que en un “arrebato de celo profesional” mi compra sea devuelta al lugar de donde vino (!). Por si fuera poco, me enteré (tarde) de que esta empresa tienen un largo registro de pedidos no servidos nunca (estafa), tiempos de entrega muy largos (nuevamente estafa porque cobran el envío como “urgente”) y de una pésima atención al cliente (lo he experimentado, aunque no son los únicos. He visto empresas donde simplemente descuelgan el teléfono que les dan a los clientes para que “no molesten”).

Si bien es cierto que estas cosas pueden pasar, lo mínimo que se espera es un poco de información (“Señor, tenemos un problema pero lo solucionaremos mañana / en dos dias / en una semana. Si quiere, déjenos su número y le informaremos”). No cuesta nada enviar un mail o hacer una llamada telefónica. Y si, el buen servicio ES posible. Recuerdo que hace poco compré un software por Internet un miércoles a las 4:00 PM y al día siguiente a las 5:00 PM tenía el mensajero en casa preguntando por mí. Claro está que no fue de ninguna empresa española. Pero claro, hace falta hacer un mínimo esfuerzo y dejar de pensar en estupideces como en salir corriendo a la hora de salida en punto para que estas cosas ocurran. Mi madre suele decir “La pereza no endereza y es madre de la pobreza”. Ahora puedo decir que lo he visto con mis propios ojos.

Saben qué es lo mejor (peor?) de todo? Que cuando se les hace ver que lo están haciendo mal, no lo admiten sino que por el contrario, se enfurecen y asumen la actitud de “si no te sirve, vete a comprar a otro lado”. Y luego se extrañan de que este país esté como esté…

Nunca es tarde

Hay cosas que nos hacen pensar. No todas son reveladoras y oportunas. Por el contrario, a veces llegan de la manera más inesperada o simplemente van apareciendo poco a poco y van “haciendo mella” en nosotros. Los mensajes a veces son crípticos y hasta casi indescrifrables. Pero están ahí y no se van por más esfuerzos, conscientes o inconscientes que hagamos para deshacernos de ellos. Es curioso como muchas de esas cosas especiales son recibidas con indiferencia o vistas de manera “banal” por la cantidad de filtros y protecciones que nos hemos impuesto para pasar por la vida de una manera que consideramos tranquila y sosegada. Lo más triste es que por hacer esto nos perdemos de las verdaderas sensaciones con las que nos identificamos. Queremos parecernos a esas personas fantásticas y maravillosas llenas de éxito que tanto admiramos o tratamos de imitar, y olvidamos quienes somos. No nos hacemos caso!

Pero aún percatándonos de que algo no va bien y que la incomodidad es cada vez más evidente, nos empeñamos en mantener el status quo, el estado actual, la maldita zona de confort en la que nos hemos instalado a pesar de todos los signos que apuntan en otra dirección. Nos da miedo cambiar, perder nuestra imagen, dejarnos llevar, equivocarnos! Terrible.

De todas formas, en algún momento, sea tarde o pronto, ese estado se volverá insoportable y nos veremos enfrentados a la situación real: nuestra vida va en contra de nuestros deseos y sueños. Por más que tratemos de adoptar las “mejores prácticas” que el mundo pretende vendernos para que seamos mejores, más rápidos, más ricos, mejores amantes, más creativos, mejores personas o más aceptables socialmente, si el cambio no se corresponde con nuestra genuina naturaleza interior, la motivación y las ganas se acabarán rápidamente.

No escribo para dar consejos a nadie sobre cómo alcanzar ese “estado de flujo” en el que entramos cuando conectamos con nuestra vocación real. Lo que si quiero decir es que alcanzarlo es posible. Pero requiere de esfuerzo y sacrificio por nuestra parte. El que algo se nos facilite o nos guste puede ser un buen indicador de la dirección que podríamos seguir. Es bueno cuestionarse y probar distintas alternativas, sin perder la perspectiva y esa sensación especial que nos invade cuando damos en la diana. Cada cual sabe cómo describirla. Es una experiencia muy personal, diferente para cada persona.

Tengo una mala noticia: hay que trabajar para llegar allí. Y el primer paso es definir cómo nos queremos sentir. Muchas veces no es tan bueno “ser rey” como dijo el genial Mel Brooks, si nuestro “reinado” no nos satisface en lo más hondo. Hay que arriesgarse y caer muchas veces, pero al final vale la pena. No podemos dejar que el hastío y la falsa seguridad que nos dan los valores socialmente más aceptados acallen esa voz que lucha cada día por ser escuchada. Se me viene a la cabeza la historia de un vendedor de coches japonés que descubrió, casi por accidente, que su verdadera pasión era la de saltar en paracaidas desde un avión. Y si, ya sé lo que estará pasando por las mentes de los que leen esto: que eso es una tontería. Tal vez para ustedes, pero para él no, y eso es lo más importante!

Todos los días aprendemos algo, y si somos al menos un poco consecuentes, podemos emplear ese conocimiento para acercanos al estado ideal que creemos que sólo existe para unos pocos privilegiados. Y no se desesperen si por la razón que sea, se alejan del camino. Es algo que pasa constantemente. Cedemos una y otra vez ante la comodidad engañosa de lo que hacemos siempre. Pero creo firmemente que hay esperanza y formas de alcanzarlo. Yo al menos lo sigo intentando…

Perseverancia

En el blog de Kirai me he encontrado este artículo sobre la perseverancia, ese preciado bien que todos queremos conseguir, pero que pocos logran. Me gusta mucho la comparación que hace entre la mentalidad japonesa y la española, esta última tan llena de defectos y que defiende a capa y espada la ley del mínimo esfuerzo, sobre la dedicación y el estudio por ejemplo. Hay quien en los comentarios escribe que la “flexibilidad y la creatividad” españolas son un activo a conservar. Estoy de acuerdo, aunque me parece que están sobrevaloradas, es decir, se les da mucho más peso que al trabajo hecho a conciencia. Un equilibrio entre la perseverancia, la ambición y la creatividad siempre es sano, porque no se puede decir que somos “perseverantes” por el simple hecho de trabajar muchísimas horas (otro defecto típicamente español, confundir la productividad con el tiempo trabajado: “a más horas, soy más productivo…”), sino todo lo contrario: el trabajar racionalmente con periodos de alta concentración y productividad, aunque sean cortos, es mucho más eficiente que estar muchas horas sin hacer prácticamente nada, aunque se “vea” muy bien de cara a los demás…Para terminar, una frase en japonés que se está convirtiendo en mi favorita, porque reduce a cero la connotación de “suerte” o “ayuda divina” a la que estamos acostumbrados y hace énfasis en el esfuerzo necesario para conseguir una meta: がんばって ください (ganbatte kudasai): “Hazlo lo mejor que puedas”.

Silencio

A veces buscamos el silencio desesperadamente. Queremos huir de todo el ruido que nos rodea y asfixia. Quisieramos que todo cesara de golpe y que ese espacio que hemos perdido se viera libre de interferencias o cuerpos extraños. Pasamos mucho de nuestro tiempo persiguiendo ese estado que creemos ideal, sin lograr atraparlo. Pero y qué pasa cuando lo conseguimos? El silencio puede ser un arma de doble filo muy peligrosa. Nos enfrenta con nosotros mismos: ante la ausencia de elementos distractores, sólo queda la verdad pura y descarnada. Y es entonces cuando comenzamos a buscar nuevamente la cacofonía incómoda de la que queríamos deshacernos a toda costa. No soportamos el estar con nosotros mismos, el vernos tal y como somos nos produce pánico. Nos resistimos a aceptarlo y casi nunca lo asimilamos.

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Sushi por Internet

Me he encontrado esta curiosa web, donde se puede ver la cocina de un restaurante de Tokyo en tiempo real. Llama la atención el hecho de poder “mover” la cámara y la diligencia de los cocineros preparando los platos. Están “en el aire” de 11:00 a 14:30 y de 16:30 a 22:40, hora japonesa. Lo único que le falta es el olor y el sabor…

Música Militar (o lo divertida que puede ser la vida real)

La semana pasada estuve de vacaciones. Si, imagínense! Finalmente decidí descansar y olvidarme por unos días, como hace todo el mundo, del trabajo y sus preocupaciones. Como no tenía ningún plan especial (esto es para mi el verdadero descanso), me dediqué a ver pasar el tiempo, a arreglar mi casa y a leer. En una excursión por las librerias de esta pintoresca ciudad, me encontré con un librito que me llamó la atención por su título mientras esperaba en la cola para pagar. Hacía mucho que no compraba de manera “impulsiva”: normalmente leo recomendaciones o escucho comentarios de gente que ya los ha leído, pero este fue distinto. Así que sin pensarlo demasiado, leí la contraportada y lo compré. No me duró mucho (tiene 150 y tantas páginas) pero me reí muchísimo al leerlo.

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Crash and Burn (X)

Ayer se cumplió un año de mi percance con el MTB. Es increible ver la velocidad con la que pasa el tiempo. Parece mentira que haya quedado atrás toda la angustia, la incomodidad, el dolor, esa lenta y dolorosa recuperación, la etapa de aislamiento casi forzoso que tuve que vivir, el no poderme valer por mi mismo… Es duro recordar que para estas fechas mi papá todavía estaba acompañándonos y preocupándose por mi con sus llamadas para preguntar cómo iba el proceso… Mucho ha cambiado en este año, pero ya no me extraña. Lo único fijo en este planeta es precisamente eso: el cambio. No hay más momento que el ahora. Creo que soy mas conciente de la importancia y de la fugacidad del momento que vivimos cada instante. Es dificil concentrarse en ello, porque siempre estoy pensando o en el pasado o en lo que vendrá. Una artimaña del ego para no dejarme disfrutar de lo que pasa hoy. Eso si, todo lo que ha pasado en los últimos doce meses me ha servido, y mucho, para proseguir en este camino de “frenar” y estar aqui y ahora. Una experiencia grata, aunque complicada, hasta ahora…

Una realidad borrosa

A veces es difícil escribir cuando tantas cosas rondan la cabeza al mismo tiempo: propósitos de cambio, ganas de aprender algo nuevo, incertidumbres, encrucijadas… Hace unos días vi una serie que me había “presentado” un amigo hace ya varios (!) años: Neon Genesis Evangelion. En un principio me la tomé con algo de escepticismo, porque la verdad soy poco amigo de las series y de la televisión en general, pero a medida que fue avanzando (son 26 capítulos, que vi casi de tirón) me fui identificando cada vez más y más. Al final, es un ejercicio de autoanálisis muy profundo, que toca ciertas fibras que muchas veces queremos dejar escondidas. Por ejemplo, el Dilema del Erizo, aquel que dice que entre más te acercas a ciertas personas, más lastimado resultas… Paradójico pero real.

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