Vértigo

Va a sonar muy raro lo que voy a decir, pero ayer se me vino a la cabeza un episodio de los Simpsons (llamado Dead Putting Society, de la segunda temporada) donde Bart compite con Todd, uno de los hijos de Ned Flanders, en un torneo de minigolf. La imagen que acudió a mi cabeza fue esa en la que Lisa, en un intento de entrenar la mente de su hermano para la competición, comienza a recitarle algunos koan, o acertijos zen. Al principio Bart se lo toma a broma, pero en un momento dado, uno de ellos le permite ver más allá. Todavía sonrío cuando recuerdo la cara que puso en el momento en que se abrió su mente.

Algo como eso me pasó en los últimos dos días, y no precisamente usando koan(s ?). El miércoles y el jueves de esta semana estuve en un curso de Constelaciones Familiares, una técnica creada por Bert Hellinger, que yo definiría, a riesgo de irritar a los puristas, como un “sicoanálisis rápido”, donde se analizan los sistemas familiares para encontrar la causa de los problemas que nos aquejan.

La experiencia fue reveladora. Algo así como abrir el telón que me impedía ver muchas cosas con claridad. Y en ese momento vino el miedo, el vértigo de ver la vida tal cual es, y no como mis ojos y mi mente se empeñaban en percibirla. Esto asusta y mucho. Recordé cuando murió mi padre y comencé a descubrir cosas de mi familia que habían permanecido ocultas y bajo un pacto de silencio tácito por parte de mis hermanas durante muchos años. Temas que en casa eran tabú, por las implicaciones que tenían. Intentos desesperados de cambiar el destino sin que nos enteráramos de la causa, guardando siempre las apariencias y la compostura…

A veces nos imaginamos que la vida que tenemos es de otra manera. Normalmente con muchos toques de fantasía y teatro, porque en el fondo sabemos que hay una verdad oculta y oscura que no queremos ver. Esto no significa que no hay personas con vidas plenas y felices, pero la mayoría se empeñan en no aceptar lo que son tal cual, y por tanto, no obran en consecuencia, prolongando la agonía y el dolor que esto causa.

En lo que me toca, creo que hoy soy un poco más sabio y sé algo más de mi mismo, y siento que ahora puedo encarar muchas situaciones que me resultaban muy dolorosas con entereza y sobre todo, con mucha dignidad. Sin embargo, el ver muchas situaciones cotidianas bajo otra óptica me produce una mezcla de sentimientos complicada de asimilar, que comparo un poco con esas escenas del cine donde el médico sale del quirófano y con gesto cansado se acerca a los familiares del paciente a decirles lo que ocurre. Luego vienen las reacciones, del tipo que sean. Ahora mismo estoy asimilando mi propia realidad tal como es y no como siempre la había imaginado… Les anticipo que no es fácil y resulta muy complejo, pero a la vez siento que me he quitado una pesada carga de encima.

El ejercicio es liberador, por definirlo de alguna manera, pero hace falta valor y mucha, mucha humildad para asumir nuestro propio destino y vivir la vida en consecuencia, reconociendo nuestros errores y mirando hacia adelante con dignidad y la cabeza alta, dándonos cuenta de quienes somos y cuanto valemos. Es transformar y ordenar el pasado para poder tener un nuevo comienzo…

Vasectomía

Tal y como comenté hace unos días, el próximo viernes cumpliré 3 semanas de haberme practicado la vasectomía. Hoy quiero hablar no de la intervención como tal, sobre la cual hay mucha y variada información en la red, sino de mi propia experiencia, que creo que puede servirle al que tenga curiosidad o se anime a hacerse la operación.

Antes que nada, aclarar que esta decisión fue el fruto de muchos años de reflexión sobre el tema, porque a pesar de la posibilidad de que sea reversible, en la mayoría de los casos es un paso definitivo. Por mi cabeza se cruzaron diversos pensamientos, muchos de ellos relacionados con la religión (!), sobre la inconveniencia moral de hacer algo como esto, o del hecho de explotar ese instinto normal en todos los seres humanos de tener descendencia como “método disuasorio”. Mi padre por ejemplo, se oponía firmemente a este tipo de cosas, argumentando que yo todavía no estaba preparado para tomar una decisión de este tipo. Lo que nunca me dijo era cuando lo iba a estar, según él…

Consideraciones éticas, morales y paternales aparte, una vez que me decidí, quise ponerme en manos de un médico conocido, para lo cual acudí a un muy buen amigo (gracias otra vez Carlos!) que ya había vivido la experiencia y que me había hablado muy bien de la médica que la había llevado a cabo. Así pues, hablé con la doctora Torres, quien desde el primer momento me dio mucha confianza y sobre todo, no trató nunca de cuestionar mi determinación o de disuadirme, lo que me hizo sentir todavía más cómodo. Una pregunta que se me hizo un tanto curiosa fue cuando quiso saber si era nervioso o no, ya que normalmente la intervención se hace con anestesia local, estando el paciente despierto durante la misma, pero hay personas que por una razón u otra, prefieren anestesia general, y de ahí la cuestión…

En el lugar donde me operaron son especialistas en este tipo de temas. Después del reconocimiento general, me hicieron pasar donde un sicólogo que me explicó en que consistía la cirugía y más importante, se aseguró de que yo estaba convencido de lo que iba a hacer, haciéndome leer unos impresos y firmar unos papeles donde dejaba constancia de mis intenciones y que conocía los riesgos y consecuencias de la operación. Una vez formalizados estos pasos, se fijó la fecha para dos días después y se me dieron las indicaciones finales de lo que debía hacer para prepararme.

El día elegido, me presenté en el lugar habiendo comido normalmente y con ropa cómoda. Me hicieron pasar a una sala de espera donde habían unos 15 pacientes más, algunos ya intervenidos, y una enfermera muy amable nos dio las indicaciones para el cuidado post-operatorio: hielo en la zona, reposo durante 4 días, analgésicos, ropa interior ajustada y ausencia de contacto sexual hasta 5 días después de la cirugía.

Por otra parte, nos explicó algo que no sabía: después del periodo de recuperación, hay que tener como mínimo 20 relaciones sexuales en los tres meses siguientes a la cirugía, siempre con preservativo, para luego realizar un conteo de espermatozoides llamado espermograma, donde se certifica que la operación realmente ha sido efectiva. Al preguntarle la razón, nos dijo que en condiciones normales, los espermatozoides viven hasta 80 días y que el hecho de haber cortado los conductos de transporte no implica que no queden restos de los mismos en los canales por donde se expulsan, existiendo el riesgo de embarazo incluso después de la cirugía. Por lo que esas “20 veces” hacen las veces de “limpieza general” y de ahí el periodo de espera de tres meses, con el que se consigue que las células que aún quedan vivas desaparezcan. Se han dado casos de recanalizaciones espontáneas, es decir, cuando los conductos que han sido cortados vuelven a unirse naturalmente, y por eso la importancia del examen posterior al procedimiento.

Una vez terminada la “charla informativa”, me hicieron cambiar de ropa a la indumentaria quirúrgica y una enfermera se encarga de afeitar y preparar la zona, lo cual se hace de manera muy rápida y hasta un poco dolorosa, ya que no emplean ningún tipo de crema ni suavizante, además de la correspondiente dosis de nerviosismo por ver una cuchilla afilada tan cerca de esa zona tan delicada…  Seguidamente, pasé al quirófano por mi propio pie, cosa que no dejó de parecerme atípica, tal vez por toda la televisión que he visto (el escándalo de la camilla, las luces que pasan velozmente sobre la cabeza del enfermo, las puertas que se abren de golpe, etc.)

La intervención es bastante rápida. No llega a durar 6 minutos. Lo primero que hace el médico es administrar anestesia local a través de una aguja en la zona, la cual, dicho sea de paso, incomoda bastante durante unos segundos, por su consistencia aceitosa. Esperan un par de minutos a que haga efecto y ahí comienza el verdadero trabajo. Se hace una pequeña incisión y a través de ella se realiza todo el procedimiento. Todo el personal del quirófano trabaja eficientemente para que uno no se percate de lo que está pasando, charlando o haciendo bromas, y cuando menos se espera, anuncian que ya han terminado. Ni siquiera hay necesidad de puntos de sutura, debido al pequeño tamaño del corte y a que la vascularización de la zona permite una rápida curación de la herida.

La vuelta a la sala de recuperación / espera se hace a bordo de una silla de ruedas, ya que la anestesia puede marear un poco, como fue mi caso. Hay a quienes les va peor y se desmayan, como le pasó a uno de mis ocasionales compañeros de cirugía. Una vez de vuelta, se nos ofreció café o infusión y se nos dio a los presentes una bolsa con hielo para mantenerla en la zona. Ahí se permanece durante una hora y media aproximadamente, mientras pasa el efecto de los medicamentos y para observar que no haya hemorragias o reacciones adversas al procedimiento. Lo ideal es ir acompañado, porque también se nos dijo que no debíamos conducir o caminar en exceso durante la convalescencia.

Algo que me sorprendió fue ver la cantidad de gente que operan en tan corto tiempo. Había dos médicos y en el lapso de tiempo que estuve allí (unas 2 horas y media), vasectomizaron a unas 25 personas! Así sería que cuando entré, había un grupo de gente y cuando salí, no reconocí a ninguno de los presentes…

Como me operé un viernes y el lunes siguiente era festivo, tuve tres días de reposo absoluto para recuperarme. No se sienten excesivas molestias, pero el dolor está presente todo el tiempo, unas veces en un costado y otras en el opuesto, aunque es de baja intensidad por los analgésicos que hay que tomar. Lo que más llama la atención es la sensación de “tirones” que hay en la parte baja del abdomen, resultado de la cirugía, pero van desapareciendo a medida que pasa el tiempo.

Efectos colaterales? Además de una resequedad persistente en la zona por el afeitado, fácilmente solucionable con alguna crema humectante, nada más que valga la pena mencionar. A la semana de la intervención hay que ir a un control rutinario para verificar que todo va bien y que la incisión ha cicatrizado correctamente.

Y heme aquí, contando sobre el tema. Lo único que me hace falta es el resultado del examen, pero para ello faltan todavía unas semanas…

Sobre la muerte

Hoy tenía toda la intención de comenzar a relatar mis aventuras e impresiones sobre el viaje a Bogotá que acabo de concluir, pero acabo de recibir una noticia que me ha afectado profundamente. Una muy buena amiga ha muerto hace un par de días. Como llegué el martes, hasta hoy me enteré. Era la esposa de uno de mis mejores amigos en España, y aunque estaba enferma de cáncer, tenía un pronóstico bueno, dentro de la gravedad de las circunstancias, por lo que me ha sorprendido saber que no ha podido resistir el tratamiento.

Si bien es cierto que la muerte está siempre presente en nuestras vidas, la vemos como algo lejano que solo le pasa a los otros. En el último año y medio he perdido a mi padre, a la madre de mi mejor amigo y ahora a Montse. Estaba recordando las palabras de una persona que conocí hace años, que trabajaba en un sitio bastante particular, y cuando le pregunté si se había habituado a ciertas características de su trabajo, me contestó con un lacónico “hay cosas a las que uno nunca se acostumbra”. La muerte es una de ellas. Nos han enseñado a verla como algo de lo que no hay que hablar, que hay que ocultar o ignorar porque, como decía mi padre “uno se volvería loco si pensara en que va a morir todos los días”. Craso error, porque lo único que se consigue con este enfoque es que las noticias al respecto sean cada vez más crudas y duras, entre otras cosas.

Somos frágiles, pero nuestra vanidad nos hace creer que estamos tocados por la divinidad y que nuestra fortaleza, juventud o riqueza material durarán por siempre. Vana ilusión. Lo peor de todo es que no aprendemos de lo que pasa a nuestro alrededor y vivimos con la idea de “aprovechar”, pero no en el mejor sentido, es decir, siendo compasivos o ayudando a los demás a estar mejor en el fugaz lapso de tiempo en el que pasamos por este planeta, sino más bien viviendo a tope (en el peor sentido) porque “como la vida se va a acabar, mejor aprovechemos”…

Me siento triste por Marcos y su hijo, porque Montse era una mujer excepcional, y a la vez reflexiono sobre nuestro papel en la vida, sobre la futilidad de casi todo lo que hacemos, sobre cómo nos distraemos con tonterías que consideramos importantes, mientras lo mejor de la existencia pasa por nuestro lado sin apenas darnos cuenta.

Amiga mia, donde quiera que estés, espero que hayas descansado y que sigas iluminando con tu sonrisa las vidas de quienes tuvimos el placer de conocerte. Hasta siempre…

De vuelta

Heme aquí, finalmente, en casa otra vez, después de un mes intenso que ha pasado volando. Todavía me estoy recuperando del Jet Lag, ese mal tan desagradable pero a la vez tan envidiado. Ante todo, mis disculpas por no haber actualizado tanto como queria, pero tal y como le comenté a una buena amiga hoy, no faltaron ganas pero si tiempo. Así que a partir de mañana prometo reivindicarme y contar todas las aventuras que me deparó este fantástico viaje a los orígenes. Como decimos en mi tierra: “Ya esperamos lo más, ahora falta lo menos”, así que un poquitín más de paciencia, porque estoy seguro que veréis recompensada la espera…

Sin hijos

Muchos de los que me conocen saben que desde tiempos inmemoriales he tenido muy claro que no quiero tener hijos. No voy a entrar a discutir minuciosamente todas y cada una de las razones que están detrás de esta decisión, tan radical para algunos, porque como todos sabemos, para gustos los colores. Más bien, lo que quiero hacer hoy es una especie de declaración en la que oficializo y hago tangible esta postura vital, ya que mañana me someteré a una vasectomía, para dejar cerrado definitivamente ese capítulo de mi vida.

Si bien es cierto que no tengo pareja estable en este momento (pero si un matrimonio fallido a cuestas), como dije antes, desde que tengo memoria he sabido que mi instinto paternal no era especialmente fuerte y que tampoco crecía o se modificaba con el tiempo. Mi postura hacia los niños ha ido evolucionando desde el miedo, la indiferencia y la incomodidad, hasta el disfrute y el comprender (por fin) lo que pasa (en parte) por sus pequeñas cabecitas. En este momento puedo decir con confianza que me gustan los niños, pero que no podría hacerme cargo de uno o más. Disfruto muchísimo de mis sobrinos, los veo crecer, hablo con ellos, jugamos juntos y aunque el vínculo no es tan próximo como yo quisiera, básicamente por la falta de cercanía física (vivo lejos de toda mi familia), tengo la firme convicción de que es el mejor tipo de relación que puedo y quiero tener con estos pequeñitos.

Muchas personas me han dicho a lo largo del tiempo que uno no sabe lo que es ser padre hasta que lo experimenta, y aunque soy amigo de probarlo casi todo, en este aspecto mi postura vital de autoconocimiento y el tratar de entender el mundo que me rodea es mucho más fuerte que el deseo de formar una familia y ver crecer a la “sangre de mi sangre y carne de mi carne”, por usar un viejo cliché.

Algunos me han acusado de pesimista compulsivo, pero quiero pensar que soy más bien un ser humano coherente con sus decisiones y la situación en la que se encuentra este pintoresco planeta en el que recorremos grácilmente el espacio. Lo que veo es que en vez de mejorar y evolucionar, cada vez empeoramos e involucionamos. La envidia, el egoísmo y el “salvese quien pueda” priman sobre la solidaridad, la compasión y la armonía. Los recursos escasean, la educación se deteriora, los valores morales (del tipo que sean) cada vez son más ignorados y subvalorados, prevalece la doctrina del más fuerte y que cuantas más trampas, mejor, porque así nos ganaremos el respeto (!) y la admiración (!!) de nuestros colegas y conocidos. El tiempo que podemos dedicar a la familia cada vez disminuye más, consumido por esas obligaciones absurdas de tener o hacer para proyectar una imagen o “cumplir” con la sociedad.

Si sumamos todo esto a la falta casi absoluta de la energía vital para echar a andar una familia y dar una guía medianamente decente y efectiva a mis potenciales descendientes, la decisión que se materializará en unas horas es el camino más honesto y consecuente que puedo y quiero tomar. Sé que este paso “radical” sorprenderá a algunos e incluso puede que moleste a otros, posiciones totalmente respetables, pero quería dejar constancia de mi intención sincera de seguir adelante tratando de entender los múltiples interrogantes que me plantea la vida, sin la responsabilidad adicional de unos hijos para los cuales no creo estar preparado ahora o en el futuro.

Ya está. Ya lo he dicho y dentro de poco lo habré hecho. Vuestros comentarios, insultos, sugerencias, reflexiones, oraciones y observaciones son, como siempre, bienvenidos…

La vida sigue

Tal como he ido comentando en estos días, me he encontrado con muchas y variadas sensaciones a lo largo de este viaje, que ya se acerca a su ecuador, y debo confesar que no ha sido fácil enfrentar aquellas situaciones que dejé atrás cuando decidí cambiar de vida y mudarme a otro continente. Me he percatado, muy a mi pesar, de la realidad del abandono y la huída, por llamarlo de alguna manera, que emprendí cuando inicié una nueva vida lejos de mi patria. El desarraigo y el querer “comenzar de cero” hicieron que me olvidara de cerrar ciclos y despedirme de personas que fueron importantes en el pasado, tal vez con el ánimo de evitar el dolor y el duelo que implicaba el enfrentarlas. Todo ello me acompañó silenciosamente todos estos años, con un peso que fue creciendo imperceptiblemente hasta hacerse insoportable, porque no me permitió avanzar más en mi camino de crecimiento personal.

Como saben las personas que me conocen, este viaje tenía un único objetivo: el sacar todas estas situaciones ocultas a la luz y darles la importancia que se merecen, para poder cerrarlas debidamente y cortar esos vínculos que había mantenido vivos, tal vez con la secreta esperanza de que me salvaran en un momento dado de un error o equivocación, como una red de seguridad que me protegería en caso de un paso en falso.

Lo cierto es que la vida ha seguido su curso y todos los protagonistas de esta historia (me incluyo) hemos cambiado, de una manera u otra. Las imágenes mentales que caracterizaban mis recuerdos y que hacían parte fundamental de esos vínculos fantasmas que seguían activos en mi mente, están siendo sustituidas, una a una, por la realidad actual. Una en la que ya no caben esas posibilidades a las que tanto me aferraba. No ha sido fácil plantar cara a cada recuerdo y “posibilidad” e ir desmontando esa película fantástica que se proyectaba sin cesar en algún rincón de mi cerebro, porque he tenido que vivir todos esos pequeños duelos y enfrentarlos ahora, después de tantos años.

Lo cierto es que, a pesar de lo complicado que ha sido el proceso, el resultado ha sido liberador, porque no hay nada como ver y aceptar la realidad tal cual es, sin distorsiones ni interferencias, y porque se crea un espacio para seguir creciendo aprovechando la experiencia adquirida. Ha sido como quitarme una venda de los ojos y ver lo que me rodea como si fuera la primera vez. La vida sigue, y es hora de vivir sin estar anclado en el pasado.

Reconectando conmigo mismo

Ya hace unos cuantos días que no escribo nada, más que todo porque estoy concentrado en vivir cada segundo de este viaje, que como conté antes, quiero que se convierta en una experiencia que me permita seguir adelante en esta nueva etapa renovado y con una nueva visión del mundo. Leyendo esto que acabo de escribir suena un poco ambicioso, pero es lo que pretendo conseguir, disfrutando el camino hacia ello más que el resultado final. La semana pasada estuve en un lugar maravilloso (del que escribiré más adelante con detalle), alejado del mundanal ruido y viendo que la vida sencilla y enfocada hacia lo básico es posible y hasta necesaria.

Hoy comienza una nueva semana. El tiempo sigue su marcha inexorable, rápida o lenta según lo veamos, y el día de mi regreso se acerca. Sin embargo, muchos sentimientos que me invadieron en viajes anteriores han ido dando lugar a una calma placentera, sobre todo cuando vuelvo a revivir momentos del pasado y me reconcilio con aquellas cosas o personas con las que tenía asuntos pendientes. A veces nos llenamos de lastres invisibles que nos frenan y arrastran hacia espacios de dolor y desesperanza. El liberarnos de ellos nos ayuda a continuar, llenando nuestra vida de sensaciones nuevas, sin importar que sean buenas o malas, pero que al final siempre nos enriquecen. En eso estoy…

El lugar donde comenzó todo

Ya llevo 4 días de vuelta en el hogar familiar. Hay una sensación curiosa porque por una parte, todo ha seguido evolucionando, pero por otra los lugares comunes resultan igualmente reconocibles e inspiran la misma confianza de siempre.

Siempre es un placer ver a los amigos y poder compartir con ellos tiempo de calidad, hablando de lo que ha pasado y recordando los viejos tiempos. Anoche por ejemplo, estuvimos cantando, guitarra y karaoke en mano, hasta altas horas, riendo y reviviendo momentos de alegría y placer olvidados hacía mucho. Casi había dejado atrás el disfrute de hacer estas cosas, resultado de haber decidido cambiar de vida hace ya casi una década. Lo mejor de todo es que ciertas personas siempre están allí, a pesar de todo y todos, para acompañarnos durante este interesante recorrido que es la vida.

Algo que me ha causado especial interés (y es una coincidencia natural) es el poder disfrutar de la ciudad sin tanto agobio de tráfico y gente. Por estos días hay algunos festivos y casi todo el mundo ha aprovechado para salir de este gigante de cemento, dejando mucho espacio y tranquilidad a los que nos quedamos.

El escuchar los pájaros cantar por la mañana es algo que me reconcilia con el mundo y me trae muy buenos recuerdos. La vida sigue, deciamos ayer mientras almorzábamos, pero no por ello dejamos atrás las cosas que nos recuerdan que estamos vivos y que el mundo, a pesar de todo lo que ocurre, es el único lugar que tenemos para vivir.

Estar en casa siempre es y será un placer!