Etapas

La mayoría de nosotros no somos muy conscientes del paso del tiempo, a no ser por hechos muy puntuales como que alguien nos lo recuerde, a veces no de la mejor manera, o cosas más triviales como que el cuerpo no aguante como antes una noche de parranda con los amigos.

Sin embargo, lo que más me llama la atención es el hecho de darnos cuenta, no sólo del transcurso de la existencia sino más bien de lo que estamos haciendo. Creo que a la mayoría le pasa que se estanca sin darse cuenta en algún trabajo, relación, casa o situación por comodidad, pereza, resignación o quien sabe cuantas cosas más, pero cuando de un momento a otro abrimos los ojos y decimos: “pero qué estoy haciendo?”, en ese momento algo cambia. Así no hagamos nada en el momento, aparece la famosa espina en la cabeza que ya no nos deja tranquilos. Podemos seguir igual, pero la inquietud se instala en nosotros.

Hace tiempo me pasó. Y ahora miro todo lo que hago, digo y pienso con lupa. Cuando estoy cayendo en la rutina más soporífera, me cuestiono si eso es lo que quiero estar haciendo. Lo mejor (o peor, según se vea) es cuando tengo que ver con otros que o no se han dado cuenta o simplemente miran para otro lado: reuniones interminables, métodos tradicionales de enseñanza (que no entiendo por qué se siguen empleando si no dan resultado), compromisos sociales superfluos, actividades sin valor añadido (como planchar por ejemplo, pero de esto hablaré en profundidad otro día) y un largo etcétera. Vamos quemando épocas, y las cosas que nos interesaban o preocupaban antes, ahora parecen de lo más trivial. De eso se trata!

Lo más triste es que de alguna manera estamos atados a todas estas cosas porque es lo que “se ve bien” y está “socialmente aceptado”, aunque vaya en contra de todas nuestras ideas, creencias y necesidades. Complicado asunto. Es algo así como querer encontrar la cuadratura del círculo. Aunque he de reconocer que es posible si de verdad nos interesa ser coherentes con nosotros mismos, pero luchar contra la inercia es a veces casi imposible…

Para terminar, un tip. El pasar tiempo con uno mismo es una excelente forma de darse cuenta que la vida va mucho más allá de las aparentes dificultades que entraña. Unos minutos al día en silencio y con la mente en blanco (o en negro) permiten volver al sitio que realmente importa: nuestro interior.

Volando a 21 kilómetros de altura

Ver este video (10 minutos que valen la pena) cambia mucho la perspectiva de todo. James May, uno de los co-presentadores del programa Top Gear, tiene la oportunidad de volar en un avión espía U2 de los Estados Unidos, y se da cuenta de aquello de lo que nos hablan los que han estado en el espacio: “La tierra es solamente una mota de polvo perdida en un rincón del universo, después del Big Bang”. “Si todos pudieran hacer esto al menos una vez, habría una gran diferencia en la política, la religión y tantas otras cosas”. Increíble y sublime.

Ni "tántrico" que queme al santo

Mientras estaba en Bogotá, leí por casualidad esta divertida columna del “Demonio Azul” que me permito reproducir aquí, porque ya estaba bien de recibir lecciones de sexo de unas cuantas (y cuantos) que no tienen ni idea de nada. Saquen sus conclusiones y sobre todo, disfruten!

“Después de más de dos décadas de educarme en el arte del sexo, de leer libros del tema a escondidas de mi madre, que los tenía a escondidas mías; de probar sin éxito con algunas vecinas lo que veía en las laminitas -pobres incautas-, de espiar a dos muchachas más buenas que el pan que vivían al lado de la casa, de pagar, pedir y hasta rogar por sexo (“que no es por placer, Lucía, es para un remedio”) y de que, por fin, puedo estar tranquilo de que todo funciona a mi albedrío: sube y baja cuando tiene que ser y no antes ni después, aparece la columnista de turno diciendo que nada de lo que he hecho sirve para un carajo.

Generalmente, estas nuevas huríes criollas son pollitas salidas de la universidad hace dos años, que creen que el sexo empezó y terminará con ellas y para las que miles de años de orgías de griegos y romanos, las francachelas de alemanes y franceses de comienzos del siglo pasado y los excesos en las fiestas de los gringos de los tiempos de “haga el amor y no la guerra” no son nada. Para ellas no existieron Anaïs Nin, ni Henry Miller, ni Pasolini, ni Sade. Ni hablar de Romeo y Julieta, ese par de lentos.

Tienen huevo o será que no tienen. Ahora, dicen estas sacerdotisas, para ser un buen amante tengo que ser metrosexual, cuando yo con ser centímetrosexual tenía.

Me tienen que gustar las bisexuales y volverme bisexual también porque, si no, soy ‘mal polvo’. Si aguanto menos de 45 minutos en la faena soy impotente, pero si duro más de 46 soy un pervertido. Si no uso esposas en los escarceos previos, soy un chapado a la antigua al que le hubiera ido mejor de misionero, pero si llego a sacar el juego completo con látigo de siete colas (así sean colitas de perro pincher) soy un degenerado. Si no he ido a un bar swinger soy un ‘vainilla’ más jarto que la repetición de un consejo ‘descomunal’ de Uribe. Pero, si he ido alguna vez, es como si hubiera entrado a un internado lleno de niños con viruela.

Para ser buen amante -se apoyan en encuestas de dudosa procedencia- ya no sirve llevar una serenata con un trío sino hacer uno, con la condición de que cada uno de la pareja sea fiel… ¡Hágame el favor!

Por eso un buen amante, aseguran, debe tener la experiencia del actor porno Nacho Vidal, pero con la castidad de la primera vez. Ahora, que si ostenta en el pene el mismo tamaño del que se ufana Nacho, es perfecto, pero horrible (sí, ambas cosas). Para que una bestia salida del averno -que por definición de estas teóricas de la libido somos todos los hombres- sea considerada buena amante resulta imprescindible educarse con los programas de Alessandra Rampolla (ese, lo juro, es el apellido), una mujer que tiene más trucos que el inspector Gadget y que con toda propiedad explica cómo, cuándo, por dónde y con qué. Pero ojo: Si el pobre tipo resulta demasiado sensible e interesado en el tema, engendra sospechas.

Así, para estas gurúes veinteañeras un hombre debe, so pena de quedar como un bárbaro peor que Conan, estar seguro de la satisfacción sexual de su amada. Pero que no se le vaya a ocurrir preguntarle si tuvo un orgasmo, porque se tira (término coloquial) todo. Y, me faltaba, todo amante que se precie de serlo debe ser experto en el tao, el sexo tántrico, el kamasutra, el ying y el yang y hasta en las 33 paradas del machete.

Será por eso que nunca encuentran buenos polvos.”

Irregularidad

El otro día alguien me dijo, con razón, que había desistido de leer mis historias porque la frecuencia de actualización era sencillamente inexistente. Tiene razón. Y no me quiero excusar diciendo que “el proceso creativo ocurre cuando quiere”. Nada de eso. Creo en la disciplina y en el orden, y soy un convencido de que el trabajo duro da resultado. No podemos confiar simplemente en el genio para producir contenido interesante o relevante. Hay que trabajar y mucho.

Sin embargo, últimamente se me ocurren muchas cosas para escribir, pero termino desistiendo. Las ganas de plasmar todo aquello en papel me abandonan, las ideas se evaporan y un manto gris cubre mi mente. Lo más divertido es que todo aquello sigue allí un tiempo, como queriéndome dar la oportunidad de retomarlo, aunque tiene fecha de caducidad.

La vida va más allá de lo que podemos explicar o expresar. Creo que ese es mi conflicto últimamente. Se podría decir que estoy descubriendo lo real más allá de lo virtual y me gusta, aunque a veces me asusta también…

Y para que vuelvan, quiero contar que estamos organizando algo realmente increíble. La realización de un sueño. Por fin! Y como dirían en Estados Unidos: Stay tuned!

Anestesia General

Esta es rápida y concreta: ayer había un partido de fútbol supuestamente importante. Ganó el equipo local. Histeria colectiva. Celebraciones. Olvido por unas horas o días de lo que está pasando en realidad. Primas millonarias para los integrantes de un equipo que no saben qué significa no poder llegar a fin de mes. No les quito mérito: correr casi 10 kilómetros a un ritmo frenético para darle patadas a un balón debe tener su ciencia. Envidio su estado físico, pero nada más, porque el ser descalificado a los 35 años por estar “viejos” no me parece la mejor manera de acabar una carrera.

Nadie quiere pensar en lo que está pasando. Es más fácil entregarse a la droga colectiva. Pan y circo, decían los antiguos romanos. Mejor eso que asustarse por lo que viene en breve, cuando las prestaciones de esta falsa sociedad del bienestar se acaben y la gente recuerde de la manera más dolorosa posible que realmente no tiene nada y que es esclava de una deuda de por vida.

Vienen malos tiempo, pero para qué pensar en ello? Mejor distraigámonos a ver si por arte de Birlibirloque todo se soluciona sin que tengamos que hacer nada. Total, como decía Homer Simpson: Para eso escogemos a los políticos, para que no tengamos que pensar por nosotros mismos…

El síndrome de la mosca

Este título suena un poco extraño, pero todo tiene una razón de ser. Es de todos conocida la complicada situación mundial, fruto de un gran cúmulo de decisiones poco acertadas, por emplear un eufemismo, del pasado. Todos somos partícipes en mayor medida de lo que está pasando, sea porque ha habido que apretarse el cinturón, perder el empleo, ver como las ventas caen en picado, desbandada de clientes, aumento de los impagados, etc., o porque se está del otro lado: tomando las decisiones. Sin embargo, en este pintoresco país donde vivo hace tiempo, hay cosas que no cambian, y temo que ni cambiarán en el futuro próximo…

Hoy ha sido un día un poco raro. Por una parte, la mañana fue altamente productiva porque pude sacar muchos de mis pendientes adelante, y por otro, porque me doy cuenta, una vez más, de la fuerza casi infinita de la inercia, o mejor dicho, de la estrategia de la avestruz llevada a los extremos más inconcebibles. Lean y juzguen ustedes:

1. Llamo para alquilar una furgoneta el fin de semana a una empresa local. Después de varios timbrazos, alguien contesta.

– Dígame? (a lo que, aún después de todos estos años, todavía tengo la tentación de responder “me”…).

– Buenas, es la empresa XYZ?

– Si.

– Mira, es que estoy interesado en alquilar una furgoneta para el día…

Y aquí viene lo inconcebible. Me corta en seco y me suelta esto, para los anales del mal servicio:

Podría llamar más tarde? Es que estoy con un cliente…

Me quedé completamente desubicado. Y yo que soy, un monigote en la pared? Hay tecnología que permita detectar, por el tono de voz, que soy o no un cliente que vale la pena? Evidentemente, no llamaré de nuevo allí jamás… El problema es que la gran mayoría de gente SÍ seguirá llamando, porque “así es como funcionan las cosas, no?”. Nadie aprende, siguen estrellándose una y otra vez con el cristal. Será que lo que está ocurriendo a nivel mundial podrá actuar de revulsivo, aunque deje muchas “víctimas” por el camino? Mi parte optimista dice que si, la negativa, que es la que casi siempre tiene razón por desgracia, que no…

2. Luego de haberme repuesto de la experiencia, salí a la calle a realizar algunas gestiones y pequeñas compras en el barrio. Veo que está completamente inundado de pintadas, graffittis o como se llame, de “Huelga General”. Hay volantes, pegatinas o calcomanías, pasacalles y toda una plétora de medios publicitando la protesta de marras. Lo primero que se me vino a la cabeza fue “Qué esfuerzo tan grande de tiempo y dinero para montar esto. Quien lo habrá hecho?”. Cuando me acerqué a leer uno de los carteles, me encontré con lo de siempre “Queremos mejores salarios, estabilidad laboral, prestaciones, etc., etc., etc.”. Nada nuevo bajo el sol. Es decir, sigamos perpetuando el sistema que nos ha traído hasta aquí para aguantar unos pocos años más y volver a lo mismo.

Todos quieren ganar y tener más, para sobre todo, poder pagar la hipoteca, cruz de todos y cada uno de los habitantes de esta tierra, donde la meta última de la existencia es tener una casa, cueste lo que cueste (literalmente), sin importar dejar sin opciones el futuro de familiares, hijos o quienes hayan tenido la mala fortuna de servir de fiadores o participar de alguna manera en la operación (con la posible excepción de los bancos, claro).

Se me ocurre una cosa: que pasaría si la huelga o protesta fuera realmente efectiva? Es decir, dejar de protestar por protestar y tomar medidas que ataquen la raíz del problema? Por ejemplo, cual sería el efecto de un impago masivo de las obligaciones crediticias, sean hipotecas, préstamos personales, tarjetas de crédito y similares, a los bancos? No hablo de 10 ó 100 personas. Hablo de un levantamiento a nivel país o global. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta que el sistema financiero se estrellaría estrepitosamente para no levantarse nunca más.

Pero no. Iluso de mí! Todavía hay miles de estúpidos que creen que se irán al infierno (a la perdición o como se llame) si no cumplen con sus obligaciones. Las deudas generadas por este sistema, secundado por la ignorancia y la urgencia de muchos, además de generar cada vez más desigualdad y pobreza, se han convertido en una nueva forma de esclavitud, con la ventaja, para los “amos”, de no tener que pagar manutención ni alojamiento a sus esclavos. Se imaginan que harían los bancos sin su flujo de caja? Creen ustedes que podrían ejecutar a todos los morosos? No tendrían ni dinero ni abogados suficientes para hacerlo.

Lo malo es que, con tantos años de condicionamiento para que pensemos que la única manera de generar riqueza es moviendo dinero, es muy difícil salir de la zona gris en la que nos hayamos. También hay soluciones intermedias: el dejar de usar tarjetas de crédito y medios de pago similares, recurriendo nuevamente al efectivo, les pondría en situación comprometida. Con un pequeño esfuerzo de todos, podríamos comenzar un cambio que, alcanzada la masa crítica, daría la vuelta a la situación y nos conduciría a una realidad más justa y con menos dependencia.

Pero bueno. Son sólo ideas. Soñar, afortunadamente hasta ahora, sigue sin costar nada…