Problemas Innecesarios

A veces me pregunto por qué ciertas cosas que, deberían ser fáciles (ya no digo en un mundo ideal) son tan supremamente complicadas, para satisfacer la codicia y el interés de unos pocos, a costa de la tranquilidad, la paciencia y el dinero de la masa que inerme, asiste impasible ante cuanto atropello se inventan para despojarlos de lo poco que todavía les queda.

Supongo que a más de uno le habrá pasado: quiere cambiar de operador de telefonía móvil y comienzan los problemas, y si tiene un iPhone anterior al 4, como decimos en mi tierra “que Dios los coja confesados”: que si no se puede ir por la permanencia, que si lo amenazamos con no liberarle el móvil así pague la penalización, que si le hacemos llegar una factura monstruosa por el consumo de datos al no haber cancelado el acceso a internet… Si lo que yo quería simplemente era pagar lo que correspondía e irme a otro operador que me da mejores condiciones.

Tal vez soy un soñador, pero en los negocios que he tenido cuando un cliente me dice que me deja por la competencia, hago todo lo posible por retenerlo amablemente y sobre todo, trato de averiguar que están haciendo ellos mejor que yo para corregirlo (si es posible, claro): mejores precios? mejores condiciones? mejor atención al cliente? más servicios? hacen algo que yo no haga?

Lo que no hago es amenazarlo, blandir el contrato diciendo que arderá en el fuego del infierno si me deja, decirle toda clase de mentiras y patrañas para que no se vaya, o lo que es peor, contándole una historia diferente cada vez que hable con el.

Tal vez será que soy muy ingenuo, pero bueno, como digo siempre “soñar no cuesta nada”…

PS: Estoy a punto de lograr cambiarme de Telefónica (ex-Movistar) a otro operador donde me tratan mejor y con precios más que razonables. Cuando termine el proceso, contaré mi odisea…

Comprar, Tirar, Comprar

Este es el título de un documental de la 2 de Televisión Española que habla sobre la supuesta programación de la vida útil de muchos de los artículos de consumo que compramos, para que tengamos que seguir consumiendo.

Una buena reflexión para comenzar el año…

Altas y bajas

Hay días en los que estoy completamente vital y lleno de energía. Son momentos para adelantar trabajo, para poner al día temas y para emprender proyectos. Sin embargo, normalmente después de esos momentos de intensa actividad, suelen venir horas de cansancio crónico, desánimo y ganas de no hacer nada. Al principio me molestaban estos ritmos, la incapacidad de poder concentrarme por largos periodos de tiempo y el no poder ser “productivo” continuamente. Sin embargo, al ver que este comportamiento no traía nada positivo a mi vida, decidí aceptar las cosas como son.

Tal vez alguno pensará que es una política simplista, que es necesario mejorar a toda costa. Sin embargo, creo firmemente que el primer paso para lograr algún cambio es aceptar y poder ver la situación tal como es, no como queremos que sea o lo que es más grave, tratar de llegar al objetivo sin detenernos a considerar desde donde partimos.

Es un proceso largo y laborioso, que en estas épocas de prisa omnipresente, puede que desanime a más de uno. Es en estos momentos cuando recuerdo las palabras de mi padre cuando describía el esfuerzo y la constancia: si algo vale la pena, hay que trabajar para conseguirlo. Con paciencia y sobre todo, mucha compasión hacia nosotros mismos es posible lograr cuanto queremos.

Por último, este ejercicio de paciencia y persistencia tiene un “bonus” adicional: el otro día al volver a ver la película “Zen”, escuchaba al actor que interpretaba a Dogen diciendo: “la mente humana es inquieta: quiere esto y lo otro, y así sólo consigue frustrarse”. Si puedo mantener la concentración y el interés en un asunto o actividad en particular, significa que mi mente va calmándose y lo mejor, que aquello en lo que me estoy concentrando realmente vale la pena.

Inspiración

Dicho y hecho. Tal vez este año ha traído una corriente de energía a mi vida, porque tengo ganas de escribir, crear y hacer avanzar esos proyectos que de una u otra manera se han ido quedando entre el tintero por el sinfín de distracciones que hasta ahora llenaban mis días.

Una de las primeras cosas que he hecho es limpiar mi espacio de trabajo. Y no, no se trata de recoger la basura o pasar un paño por la mesa. Además de ello, eliminé todos los objetos no imprescindibles de mi escritorio dejándolo diáfano, como una invitación a ser usado dar rienda suelta a mi creatividad. Puede que parezca una tontería, pero el ver ese espacio sin ningún tipo de obstáculo hace que me concentre mejor y que quiera ir más allá en aquello que esté haciendo.

El segundo paso fue hacer lo mismo pero en mi escritorio virtual. Ahora mismo sólo hay una carpeta de unos archivos que estoy ordenando y procesando. Se siente liviano, limpio y con todas las posibilidades!

Mi práctica de meditación va por buen camino. Ahora, con la ayuda de algo de tecnología, pretendo entrar en estados más profundos de tranquilidad y auto-conocimiento, como una especie de experimento para replicar luego en la gente que escoja trabajar con nosotros.

He retomado el estudio del japonés. Sin prisas, pero sin pausas, porque tengo la meta de regresar a Japón en un plazo máximo de un año a realizar un plan muy interesante del que hablaré en breve.

Y por último, ejercito mi cuerpo con tranquilidad y diligencia.

Me siento bien, por buen camino y de alguna manera percibo ese ansiado equilibrio cada vez más cerca. Me gusta!

Críticas y Nuevos Proyectos

Esta vez una nota rápida para mi mismo: ahora mismo me estoy acordando de las innumerables veces que visito un blog y digo “ufff, pero si llevan un montón sin actualizar… Mejor no vuelvo”. Y el que lleva más desactualizado es el mío. Divertido, no?

No voy a hacer falsas promesas ni propósitos de enmienda porque además de no creer que los voy a cumplir, he leído que “se ve mal” hacer eso en un blog… Sin embargo, últimamente tengo más ganas de escribir que en otros momentos, así que, para aquellos que todavía creen que visitando este rincón de la red les proporcionará algo más que desilusión por no ver nada nuevo, es posible que se encuentren con reflexiones varias de manera más regular.

Se acaba este año y comienza otro, con un plan interesante y a la vez un poco terrorífico. Ya iré contando de qué se trata (la emoción de lo desconocido!). Por el momento, diviértanse y disfruten!

3652

Time

O 521 semanas y 5 días, o simplemente 10 años. Ese es el tiempo que ha transcurrido desde que decidí dejar mi país para comenzar una nueva etapa. Aquel miércoles 23 de agosto de 2000 desembarqué por segunda vez en el Viejo Continente (la primera fue en 1982), con la intención de permanecer indefinidamente aquí. Lo había dejado todo atrás por un sueño y un nuevo comienzo: familia, amigos, un buen trabajo, una vida cómoda sin apuros económicos, un entorno conocido y la certeza de tenerlo todo bajo control. Sin embargo, algo me decía que era momento de moverme.

Los comienzos, como casi todos ellos, no fueron fáciles, la nostalgia se convirtió en una compañera casi permanente, a pesar de estar deslumbrado por la novedad de mi nuevo entorno vital. Sin embargo, a medida que el tiempo fue pasando, me fui encontrando cada vez más como en casa. Debo confesar que vivir en una ciudad tan pequeña después de hacerlo en una metrópolis enorme como la que me vio nacer, fue un shock, pero poco a poco fui acostumbrándome a otro ritmo vital, donde el vivir en alerta permanente ya no era imprescindible.

Así fueron pasando los años: conociendo, aprendiendo y sobre todo, enfrentándome a cambios, muchos cambios. Algunos fueron agradables, otros traumáticos, pero todos me enseñaron y dejaron algo positivo: fui consciente cada vez más de mi propia evolución.

Hoy, 3652 días después, soy una persona distinta. Mis circunstancias han variado ostensiblemente: he vivido un divorcio, una ruptura dolorosa con mi familia, la muerte de mi padre, el llegar a la cima profesionalmente hablando, la ilusión de un nuevo matrimonio, el percatarme de que hay un mundo más allá de lo que percibo con mis sentidos “cotidianos”, el prestarme más atención, el haberme dado el permiso  de “lanzarme al vacío”, el vivir con intensidad cada momento, el poder frenar a voluntad y muchas otras experiencias que me han marcado y modelado para construir quien soy ahora.

Curiosamente, cuando llegué a este país en 2000, no tenía trabajo, mis reservas monetarias no eran muy boyantes, y aún así tenía unas ganas enormes de saber que me depararía la vida. Hoy estoy en una situación similar, aunque distinta. Lo que no ha cambiado son esas ganas de saber, aprender, conocer y vivir todo tal como venga.

Me felicito por lo que he logrado, me alegran las metas conseguidas, las personas que he tenido el privilegio de encontrar en el camino, las situaciones y momentos que he vivido, y más aún por estar aquí y ahora, escribiendo una retrospectiva sincera, despreocupada y sobre todo, extremadamente consciente. Me conozco mejor, y ese podría ser, en pocas palabras, el logro más importante de esta etapa vital.

No sé que me espera en el futuro. Por ahora, lo único que me interesa es vivir cada segundo como si fuera el último. Y en eso estoy.

200 años de ser colombianos

Colombianflag

En 2010 (justo hoy, 20 de julio) se cumplen 200 años de la independencia de Colombia de la corona española. Por ello, varios escritores y actores del país han plasmado su particular respuesta a esta pregunta tan compleja: ¿Qué es ser colombiano, 200 años después? En este artículo de Francisco Celis, publicado en El Tiempo, que reproduzco a continuación, están sus diferentes puntos de vista. ¿Se acercan sus ideas a la realidad?

“Historiadores, escritores, actrices y un comediante intentan definir la colombianidad.

Eso de definir, a 200 años de la Independencia, qué venimos a ser los colombianos, tiene sus bemoles. Nadie entiende la pregunta o nadie sabe cómo coger un asunto tan obvio que casi suena impertinente.

El historiador y narrador Gonzalo España, se detuvo, de entrada, en el asunto de si hubo Independencia o no. “Creo que sí, somos libres, no somos esclavos de otra potencia, se dice que de EE. UU., pero es indirecta, matizada, no como antes, que los gobernantes españoles estaban aquí”, dice.

El escritor y crítico de cine Hugo Chaparro apunta hacia el tema de la identidad: “Somos un país construido con base en el prejuicio y debido a eso nos hemos venido definiendo en muchas cosas: los prejuicios geográficos nos hacen pensar que el mundo al otro lado de la frontera es otro planeta. La adjetivación de Gabo como ‘el Premio Nobel’ es para decir que no estamos tan mal con respecto a otras geografías; exhibimos un orgullo superlativo para disimular nuestras vergüenzas y detestamos la dependencia de otros países, pero si mi película es alabada en Cannes, entonces es mejor película”.

Entonces, ¿dónde dejan la “energía positiva” para el equipo, el 5-0, el Himno Nacional más bonito del mundo, la Fruna, la chocolatina Jet, el bocadillo de hoja, el calentado, el jugo de naranja con huevo crudo, la Pony Malta con leche y huevo, el desayuno con tamal, huevos pericos y chocolate con calao, el mago de semáforo, todos esos ‘pilares’ de nuestra identidad? ¿Y a Shakira y a Juanes dónde los dejan?

“Hoy somos seres independientes, atrofiados en la búsqueda constante del amor, con tendencias ambientalistas de reciente adquisición, cada vez con menos sentido del ahorro y con pánico a envejecer -dispara la actriz y comediante Alejandra Azcárate, a quien, no obstante, no todo le parece tan malo-. La colombianidad es tener la alegría de los españoles, la soberbia de los argentinos, el pragmatismo de los alemanes, la humildad de los bolivianos, el gusto de los franceses y el presupuesto de los peruanos”.

La experimentada actriz Vicky Hernández anota que en los contrastes es que radica nuestra esencia: “Tenemos las virtudes más grandes y los peores defectos. Alegres, ingeniosos, trabajadores, resistentes, podemos ser lo más indiferentes, irresponsables, apáticos como nación, desorganizados, incumplidos, tramposos… ¿Existirá otro país en el mundo donde sean tan fuertes los extremos? Ser colombiano no es fácil, es una labor ardua: lo mismo que nos salva es lo mismo que nos pierde”.

Para el historiador y novelista Juan Esteban Constaín, en 200 años de vida republicana el país sigue en obra negra. “Nos hemos convencido de las ‘posibilidades infinitas’ que alguien, hace siglos, nos dijo que teníamos, pero hemos demostrado que esas posibilidades no se han ido cumpliendo. También somos muy duros con nosotros mismos: para muestra este botón. Como dijo el historiador Jaime Jaramillo Uribe, “somos un país mediocre en el buen sentido de la palabra”. Una sociedad que, por lo general, se pliega a la moderación y a la medianía; no somos un pueblo excesivo, salvo para juzgarse a sí mismo”.

Según Constaín, incluso estamos muy cerca de alcanzar una concepción del mundo. “No todas las sociedades ni todas las naciones tienen ese conjunto de rasgos arquetípicos que los definen: Colombia sí. Desde el exterior uno percibe valores maravillosos como la solidaridad y la ingenuidad. Este país vive ufanándose de la malicia indígena y de la viveza, pero es tremendamente ingenuo. La gente, en realidad, no es agresiva: es amable, buena y solidaria”.

Con una mirada muy distinta, Antonio Sanint, comediante y actor de TV, señala: “Tenemos una cultura que es bastante fuerte y sólida, porque pese a las influencias norteamericanas en la moda, en el cine, en la música, todavía nos aferramos a lo nuestro. Pese a toda la tecnología todavía creemos en el núcleo familiar y eso es muy positivo. Somos un país feliz y que le fascina celebrar en familia y entre amigos”.

Pero todavía nos falta, dice. “Pasamos una época muy fuerte de la que estamos saliendo. Ahora nos estamos orientando hacia la cultura, el teatro, la música. Es increíble ver a Shakira en el Mundial y ver lo que hace Juanes. Tenemos una cultura que está poniendo a seres nuestros en lugares maravillosos”.

Un haiku

Montaña

Un poema contundente sobre la importancia relativa de todo aquello a lo que nos apegamos.

“Después del canto del búho

El silencio de la montaña

es más profundo aún”