Cosas que me llaman la atención del terremoto de Japón

Esto no pretende ser un intento barato de atraer la atención aprovechándome de la revolución mediática que ha desatado la tragedia en el norte de Japón, más bien quiero que sea una reflexión rápida sobre esas cosas de las que tal vez no nos damos cuenta por seguir la corriente la mayoría de las veces:

1. La mayoría de los medios hablan de “Catástrofe en todo Japón” cuando en realidad sólo 3 prefecturas han sido afectadas de manera significativa.

2. De repente hay expertos en reactores nucleares en todo el mundo, opinando sobre lo que pasa en las centrales afectadas con una propiedad digna de un premio Nobel (con perdón para los que si lo son de verdad).

3. Lo cierto es que, aparte de la gente que está trabajando para contener los efectos del terremoto y el tsunami en la central de Fukushima, nadie sabe a ciencia cierta lo que está pasando. Todas las opiniones vertidas son especulaciones o basadas en rumores o noticias incompletas.

4. La información que llega de “desabastecimiento generalizado”, “histeria colectiva”, “falta de gasolina”, “apagones frecuentes” y “alarma general” es cierta únicamente en la zona de Tôhoku, que es la más cercana al epicentro. En Tokyo, Kyoto o el sur de Japón, la situación es de normalidad absoluta, sin que esto signifique que la gente no esté asustada o preocupada por lo que ha ocurrido / está ocurriendo.

5. Los japoneses están respondiendo con todo su civismo y organización al desastre: no hay saqueos, ni robos ni violencia en las calles. Lo que si hay es muchas colas y tranquilidad (aunque no completa) en otras zonas, además de medidas para disminuir el consumo eléctrico y de combustibles.

6. Los medios usan cada vez titulares mas espeluznantes para atraer a más lectores y/o televidentes. Por supuesto, teniendo en cuenta los apartados 3 y 4 mencionados anteriormente, lo que pueda haber de cierto en estas afirmaciones escalofriantes es más bien poco (tirando a nada). Una de las cosas que sí se saben es que las comunicaciones con la zona más afectada por el seísmo y el posterior tsunami, están cortadas o en muy mal estado.

7. Hay muy pocas fuentes imparciales de información sobre la situación en la planta de Fukushima dignas de ser consultadas. Una de ellas es esta y otra esta, que informan  basándose en datos obtenidos de las fuentes más cercanas disponibles y en la opinión de personal con experiencia y verdadero conocimiento, aunque, como he dicho antes, también hay que tomárselas con un granito de sal…

8. Teniendo en cuenta que la reputación de Tepco, la empresa que gestiona los reactores está en juego, tampoco hay que fiarse mucho de las supuestas “fuentes oficiales”.

9. El aprovechar una situación tan excepcional como la que ocurrió el pasado viernes en el norte de Japón para decidir de un plumazo que las centrales nucleares son absolutamente desaconsejables y deben ser desmanteladas, es tan irresponsable y oportunista como decir que cada vez que hay un accidente aéreo, deberían prohibirse los aviones como medio de transporte. (Y que conste que no soy pro o anti-nuclear).

10. Y por último, si bien es cierto que el querer estar enterados de lo que ocurre al minuto es un mal endémico de esta sociedad infoxicada en la que vivimos, lo mejor (si se quiere) es informarse de primera mano utilizando medios alternativos como las redes sociales (Facebook y/o Twitter por ejemplo), escritos y/o actualizados por personas que estén allí y que no tengan ningún interés en fomentar el alarmismo o el catastrofismo al que nos tienen acostumbrados los medios de “desinformación” masiva.

Cuando será ese cuando

Usando una frase muy común en mi tierra, me gustaría reflexionar sobre todas esas grandes posibilidades que existen para que nuestra realidad actual, esa que está tan mal, enferma, podrida, contaminada, corrupta, que es injusta, que hace que quienes tienen mucho tengan cada vez más, y que los que no tienen nada se hundan más profundamente en la miseria. Esa realidad que a todos nos parece terrible, que vemos en la televisión, internet, periódicos y revistas, o que escuchamos por la calle cuando oímos a personas que no tienen empleo, que deben hasta la camisa, que no tienen con qué comer, etc., etc., etc.

Cuando navego por mis sitios habituales en Internet, veo siempre las mismas cosas: que la realidad está a punto de cambiar, que estamos en el comienzo de una nueva era, que la iluminación recaerá sobre aquellos que miren hacia adentro y dejen de estar pendientes de las cosas materiales, que el dinero dejará de tener valor, que la gente se revelará contra los gobernantes corruptos y los bancos, esos “instrumentos de manipulación social”, que el planeta por fin se levantará contra nosotros, que lo hemos agredido durante milenios, para vengarse de nuestros atropellos y que al final, quienes sobrevivan a tanta catástrofe, podrán vivir en paz, armonía, dedicándose al crecimiento interior, dejando atrás el consumismo, el materialismo, la violencia y las envidias.

Sin embargo, lo que veo cuando salgo al mundo real es bastante diferente: cada vez más gente sin trabajo, caras largas y desesperadas, más robos de comida, más gente escarbando en la basura para ver que pueden comer, menos clientes en las empresas, menos negocios, más gente buscando subsidios o ayudas para poder llegar a fin de mes, más mentiras de los medios sobre la “recuperación de la economía”, personas que pasan su tiempo preocupadas pensando cómo reducir o eliminar gastos…

Entonces, si ese famoso cambio está por ocurrir, cuando será? Cuando la mayoría de gente haya muerto de hambre o frío? Cuando ya nadie tenga dinero ni para comer o pagar una vivienda? Es difícil pensar en la auto-realización cuando las tripas crujen de hambre o los miembros están agarrotados por el frío, además de pensar que tu familia no tiene qué comer, me parece a mi.

Lo más curioso es que miramos con atención y solidaridad las revueltas de los países árabes, donde miles salen a la calle a poner en riesgo sus vidas para conseguir cambiar la realidad en la que viven, y no hablo de huelgas inútiles ni manifestaciones estúpidas: hablo de empuñar un cuchillo, azada, machete o lo que se tenga a mano para enfrentarse a ejércitos poderosos armados hasta los dientes con el dinero de los petrodólares… Nos divertimos mirando cómo se matan entre ellos mientras que donde vivimos siguen pasando cosas absurdas como que los bancos cada vez ganan más, cada vez más gente se queda sin empleo y literalmente en la calle y con una deuda enorme así hayan devuelto el inmueble donde vivían, que los alimentos en los supermercados son cada vez más caros y que son reemplazados cada vez más por sucedáneos de dudosa procedencia y calidad para simular que “se mantienen los precios”…

Los samurais decían que cuando uno entra en combate o en una lucha, debe abandonar toda esperanza de sobrevivir para salir con vida. Aquel que se aferra a la esperanza de vivir, con toda seguridad será derrotado y morirá. En otras palabras, cuando ya no se tiene nada que perder, es posible rebelarse y cambiar la realidad. Sin embargo, ante la ilusión de que “aquí no pasa nada” y “como a mí no me ha tocado”, seguimos esperando a que todo siga igual o a que otros hagan el trabajo sucio por nosotros.

Esta actitud simplemente prolonga la agonía: el sistema, lo sabemos todos, no es sostenible, por una sencilla razón: el ciclo económico se basa en que el productor produce para que el consumidor compre y así sostenga al productor. Si el consumidor no compra, el productor quiebra y la cadena se rompe. Además, hay un número mínimo de compradores o consumidores que hacen que el sistema se sostenga. Si ese número no se alcanza, la cadena se detiene. Por otra parte, el productor necesita recursos para producir: si estos recursos se agotan o encarecen, el productor no puede seguir produciendo con rentabilidad.

Resultado: colapso del sistema. Las contínuas subidas de precios en los insumos básicos harán, en el corto plazo, que nadie pueda comer con el dinero que gana y lo que es peor, nuestra economía dependiente del petróleo se percatará que de aquí a 5 años, las reservas comenzarán a disminuir de manera alarmante, con la consecuente subida de los precios. Si alguien cree que hay petróleo para 50 años más, es igual que creer que la crisis tendrá solución y que todos seremos felices cuando venga Papá Noel: simplemente no va a ocurrir. Durante cuanto tiempo más vamos a dejar que nos sigan engañando?

Lo que me inquieta y preocupa, tal vez sea por la inmediatez aprendida del consumismo desenfrenado, es que esa nueva “época” no acaba de llegar: pero se siguen vendiendo iPhones, iPads, viajes, casas de lujo y ropa de marca en cantidades desorbitantes, y lo que más nos llama la atención es cuales películas ganaron en los Oscars o que John Galliano dijo que el nazismo le parecía bien. Cuando será ese cuando? (Una pista: depende de todos y cada uno de nosotros…)

Como vamos, (no) vamos bien

Increíble pero cierto. Al parecer nadie se da cuenta de lo que está pasando, pero cada vez es más difícil sobrevivir (que ya no vivir) sin estar amarrado al esquema tradicional de “me empleo por un sueldo miserable y con eso puedo aguantar un poco más”. Lentamente se nos va acorralando sin que nos demos cuenta para que la sensación de ahogo y desesperación vaya instalándose poco a poco en la psiquis de todas las personas que siguen transitando por la vida sin saber qué diablos es lo que está pasando y por qué cada día se sienten peor.

Varios botones de muestra: los precios de los alimentos están subiendo cada vez más. Si alguno de ustedes hace una lista de la compra y suele comprar regularmente las mismas cosas, se dará cuenta, con un poco de atención, que de una semana a otra los precios van variando así sea de manera imperceptible. Lo mismo pasa con la calidad de ciertos productos pero al revés: el precio se mantiene, pero la calidad disminuye, para dar la impresión de que las grandes compañías de alimentación se “preocupan” y “solidarizan” con la situación de quienes vivimos y soportamos lo que pasa en este país.

Lo que más gracia me hizo hace poco fue leer en un periódico local y otro nacional, que las ventas de viviendas se están “recuperando”, cosa totalmente absurda por la falta de crédito y empleo por la que atraviesa la economía: tal vez apelan (una vez más) a la estupidez colectiva para que la gente siga creyendo que lo que dicen los medios de comunicación es lo que ocurre de verdad, y que aquellos pocos (muy pocos) que todavía piensan que la situación va a remontar y a alcanzar los mismos niveles de despilfarro de hace 3 años, muevan el dinero que les queda para dar sensación de “normalidad”. Lo que ocurre de verdad, y no hay más que verlo en la calle, es que cada vez más comercios cierran, más personas están desempleadas, aumentan los niveles de malnutrición en adultos, la tasa de criminalidad crece y crece, y quienes deberían y podrían tomar las decisiones sobre cómo cambiar el rumbo, no hacen nada porque o no les interesa o porque simplemente no saben que hacer con un panorama que hace mucho quedó fuera de control.

Y los bancos reportando ganancias record y pagando bonus a sus ejecutivos corruptos, mientras que la industria y el comercio se desangran lentamente por la falta de circulante. Pero claro, “es que es lo normal”. Y seguimos dejando el poco dinero que todavía tenemos en sus manos para que hagan con él lo que les venga en gana. Es hora de reaccionar!

Para terminar, recordemos que la palabra crisis significa “cambio”, cosa que casi nadie quiere hacer. Cuando hace unos días las autoridades alemanas propusieron ligar los aumentos salariales a la productividad, este pintoresco país puso el grito en el cielo de manera unánime, porque claro, si medimos la productividad, muchos saldrían a deberle al empleador y este a sus empleados. Mejor seguir como estamos, caminando lentamente hacia un abismo del que no hay salida posible…

Y last but not least, una frase cómica que se hizo famosa en mi país hace tiempo y que ahora se está acercando peligrosamente a convertirse en realidad aquí: “El anterior gobierno dejó este país al borde del abismo, pero con el mío vamos a dar un paso adelante”. Pongan ustedes mismos los nombres de los protagonistas donde más les guste y saquen sus conclusiones.

Más allá del todo o nada

Curiosamente, hoy descubrí, con un poco de ayuda, que es posible dedicarme a muchos de mis hobbies y aficiones sin renunciar a nada. La idea es muy seductora, porque creo que no hay razón válida para tener que renunciar a mis talentos por uno sólo de ellos.

Voy a probar a ver qué tal funciona. La idea es fijar una meta y al alcanzarla, cambiar de tarea, combinándola con “pequeños divertimentos” para no aburrirme. Es curioso, pero nunca se me había ocurrido este enfoque, porque en esta era de especialización extrema, si no eres experto en algo, no eres nadie, pero eso le quita toda la diversión y el gusto a la vida!

Nintai

A veces, cuando pienso que las cosas no funcionan, mi mente se descontrola y comienza a crear una amplia gama de escenarios, cada cual más catastrófico y negro, que va proyectando ante mis ojos como un sombrío aviso de lo que puede esperarme. Sin embargo, al cerrar y volver a abrir los ojos, me percato de que estos pensamientos son como fuegos artificiales: mucha luz, color y ruido y un segundo después, nada de nada. Y ahí me centro en la realidad: lo que tengo delante, que es lo único que existe en ese momento. La paciencia es la clave y una virtud imprescindible, aunque a veces cueste trabajo caminar a su ritmo, que en ocasiones se me hace extenuantemente lento…

Inutilidades

Hoy estuve en el centro haciendo unas gestiones y me encontré con un grupo de gente que decía estar haciendo huelga. Bien por ellos y ellas, parece que se sienten bien marchando en el frío, gritando consignas, inundando la ciudad con papeles (que no sé muy bien quien paga), llevando pancartas, protestando por algo que no saben muy bien que es, y por supuesto, faltando al trabajo, porque creen que así van a “presionar” para que “mejoren” sus condiciones, o al menos, que no les quiten lo mucho o poco que les queda.

Mi reflexión sigue siendo la misma: las huelgas no sirven para nada. Básicamente porque una vez que se protesta, al día siguiente se vuelve al trabajo y todos contentos. No se consigue ningún efecto a largo plazo o duradero. La verdadera presión, y de esto parece que nadie se entera (bueno, corrijo: los bancos y demás entidades financieras lo tienen claro hace mucho tiempo…), es la que podemos ejercer haciendo uso responsable de nuestro dinero: sacándolo de los bancos, consumiendo responsablemente y/o simple y llanamente, dejando de comprar compulsivamente. En ese momento, cuando los grandes emporios comerciales e industriales vean que la gente ya no busca la felicidad en una tienda, se replantearán muchas cosas. Antes no. Todo seguirá igual, por muchas huelgas y protestas a las que acudamos u organicemos.

El modelo en el que vivimos no es sostenible ni aconsejable, al menos para la mayoría de las personas que no se lucran con el sufrimiento ajeno. La única solución es cambiar el sistema y para bien o para mal, si no estamos dispuestos a modificar nuestros hábitos y a dejar de creer que otros son los que tienen que arreglarlo, no veremos nada nuevo bajo el sol.

Todos somos responsables, por acción y/o por omisión. Así que si no nos remangamos, las cosas no van a variar en lo más mínimo. Hay que hacer esfuerzo, y por más que duela, es la única solución para salir del atolladero en el que nos hemos metido o peor, en el que hemos dejado que nos metan.

Y como una imagen vale más que mil palabras, le cedo la pluma a Quino:

Desde otro lugar

A veces recuerdo a mi padre y a mi abuelo: sus gestos, sus palabras, las cosas que solían hacer o decir. Pienso en los momentos que pasamos juntos, algunos buenos y otros no tanto. La disciplina, los regaños, las risas, los momentos importantes, su legendaria inexpresividad. Los dos se parecían muchísimo e hicieron un pacto.

Cuando pienso en ese acuerdo, no puedo evitar preguntarme si me estarán viendo desde algún sitio, si, como hago yo a veces cuando veo una situación desde otra perspectiva, sabiendo lo que puede pasar y observando al o a la protagonista de turno que sin saberlo, se encamina a un determinado desenlace, se preocuparán o dirán “no!” o “sí!”, o si de alguna manera, con una mano sutil e invisible, me dan de vez en cuando un golpecito en el hombro para que me de cuenta de algo…

La vida sigue. Y aunque ellos ya no estén y sus memorias se vayan desvaneciendo lentamente, los recuerdo a veces, con intensidad y tranquilidad al mismo tiempo, pensando que quizá me observen sin más, y vean como vivo mi vida como espectadores de excepción, como quien ve una película con interés y sin juzgar.

De cuando en cuando acuden flashes a mi memoria de momentos concretos, de situaciones especiales, de tensiones y sonrisas. Y también, aunque rara vez, recuerdo esa llamada a la madrugada para contarme que mi papá ya no estaba más aquí. Y todavía me sigue produciendo una sensación agridulce.

Sin embargo, y curiosamente, ya no me siento solo. Puede que, después de todo, alguien esté acompañándome sin que me de cuenta…