Sobre la madurez

El otro día alguien me dijo que, según mis ascendentes y nodos astrológicos, era una persona que tendía a mantener las cosas como estaban, sin querer entrar en la verdadera vida de la madurez. Cuando escuché esto, de alguna manera recordé lo que me decía todo el tiempo mi padre sobre crecer y “hacerse responsable”.

Curioso. Porque al parecer la madurez no tiene mucho que ver con ser feliz y auténtico, sino más bien con cargarse de “responsabilidades” porque “es lo que corresponde”. Lo mejor de todo es que cuando se quiere ser de otra forma, se pasa a engrosar la lista de los “bichos raros” y los demás, aquellos que han “madurado” comienzan a lanzar miradas de lástima y misericordia al pobre diablo (según creen) que ha decidido caminar en otra dirección.

Puede que me esté perdiendo de algo por no “madurar”, sin embargo me gusta la vida que llevo y la sensación de libertad casi irrestricta que da el no sucumbir al peso planetario de las obligaciones y los roles pre-establecidos. Pero claro, esto no le agrada a todo el mundo, especialmente a aquellos/as que no pueden cambiar el rumbo sin riesgo para sus cabezas, billeteras y demás.

Así que si madurar es vivir de una manera diferente a lo que uno se imagina que es la felicidad y la tranquilidad, fluyendo con el cambio y reinventando la vida cada día, prefiero la inmadurez y las miradas de lástima (léase envidia) de muchos y muchas…

Decepción

No quería decirlo antes, pero lo sospechaba y de alguna manera, lo esperaba. Sin embargo, tenía la pequeñísima esperanza de que algo pudiera cambiar, que se removieran las conciencias y que todas las personas pudieran ver, así fuera fugazmente, que el cambio era posible y necesario, que en manos de todos y todas estaba el poder dar un timonazo que pusiera rumbo a otro lugar, no mejor ni peor, simplemente diferente.

Sin embargo, cuando se asentó el polvo de la “batalla”, los resultados fueron los mismos: los que estaban, permanecen, los que se oponían, ahora son quienes mandan (otra vez), y los que posiblemente podían constituirse en contrapeso o agentes catalizadores del cambio, quedaron relegados a un segundo plano (de nuevo).

¿Que ocurrió? No tengo ni idea. Tal vez habría sido más fácil explicarlo si no hubiese existido la presión social para cambiar, para decir basta, para que se pudiera ver que ya no estamos impasibles ante tantos abusos, desmanes, robos y demás. Pero al haber existido un movimiento que puso al descubierto el descontento general, las vergüenzas del sistema y sobre todo, la injusticia y sinrazón del mismo, cuando había una sensibilización previa, cuando parecía que mucha gente había entendido que era lo que pasaba realmente, pues no tiene ninguna explicación lógica.

¿Miedo? ¿Desidia? ¿Incredulidad? ¿O una hipocresía galopante? No quiero sacar conclusiones apresuradas. Tal vez fue una mezcla de todo, tal vez quienes habitamos en este país no estamos preparados para afrontar una nueva realidad diferente, en la que las personas volvamos a ser importantes, por encima de intereses monetarios o políticos. Tal vez ese nivel de madurez individual y colectivo no se ha alcanzado. Tal vez haya que tener paciencia y esperar un poco más. Sin embargo, tengo la sensación de que el tiempo se está acabando, y que cada oportunidad que se deja pasar puede ser la última que tengamos.

Y yo que pensaba que por una vez íbamos a pensar al unísono, cuidándonos los unos a los otros y haciendo escuchar nuestra voz a quienes dicen mandar sin autoridad moral… Iluso de mi. En fin, soñar no cuesta nada. Y parafraseando a Lampedusa, hemos “cambiado todo para que todo siga igual”. Que los Dioses, la Fuerza y todo lo que se pueda nos acompañe. Vamos a necesitar mucha pero que mucha ayuda para enfrentar lo que se nos viene encima…

Votar o morir

Al fin parece que la España profunda, esa que todavía le tiene miedo y apego a las dictaduras, está despertando. Parece que los abusos sin fin ni freno, la corrupción galopante, el desempleo que alcanza cotas extraordinarias, la miseria creciente, la destrucción de la clase media y la desaparición casi literal del futuro de los más jóvenes, han tocado techo. La indiferencia extrema y hasta surrealista está dando paso, lenta y gradualmente, todo sea dicho, a un estado de exaltación e indignación que por fin comienza a llenar calles y a hacerse oír entre el mar de estupideces y promesas que no se cumplirán de la clase política, ahora que estamos en vísperas de elecciones.

El ambiente va poco a poco caldeándose, sobre todo después de declaraciones prepotentes y orgullosas de uno de los candidatos “indirectos” (ya que, para los que no lo saben, estas elecciones no son generales sino regionales) diciendo que “hay que respetar a la clase política”, esa misma que roba y legisla a su antojo, para favorecer a los de siempre, dejando a las personas de a pie cada vez más desprotegidas, apelando a la impotencia y al “uno como individuo no puede hacer nada” que ha imperado durante mucho tiempo.

Esas mismas personas se (nos) han (hemos) cansado: de que nos traten de idiotas, de que dispongan de nosotros, de que no cuenten con nuestra opinión o que se acuerden de que existimos sólo cuando necesitan “legitimar” sus fechorías a través de la farsa de las elecciones. Farsa? Preguntarán algunos/as. Si, farsa, porque en este país la ley electoral está diseñada para favorecer a los poderosos y los supuestamente más votados. El voto en blanco o la abstención no tienen el efecto de contrapeso que deberían, y las leyes son tan enredadas que es difícil expresar la voluntad popular si no se sabe que ocurre en realidad con las papeletas y los votos emitidos. Tomo el caso de lo que ocurrió en Navarra en 2007, cuando el candidato del PSOE obtuvo una victoria que le legitimaba para gobernar, siempre y cuando pudiera aliarse con algunos movimientos de izquierda y de corte nacionalista. Como su “casa matriz” no le autorizó a esto, porque no interesaba o porque vaya uno a saber que intereses ocultos estaban en juego, el candidato más votado simplemente desapareció de la escena, dejando a los de siempre donde siempre. Inaudito? No. Es lo “normal”…

Entonces, por qué pido que se vote este domingo? Fácil. Así sea una farsa, quedan dos opciones con las que los ciudadanos podemos ejercer el poder y dar una lección a aquellos que creen que no sabemos nada: la primera, que siempre he defendido, es la del consumo responsable. Si quitamos las ganancias obscenas que tienen muchas multinacionales gracias a nuestras compras impulsivas y en la mayoría de los casos, innecesarias, se verían obligadas a repensar su negocio. Y por otro lado, si votamos a otra formación política diferente a los mismos partidos que han ocasionado esta situación, es posible que se vean obligados a negociar y a pactar, y que el poder ilimitado que solían tener llegue a su fin.

Esta tarde estaba imaginando un reparto de poder “ideal”: 30% para un partido mayoritario, 30% para el otro y el resto (un 40%) dividido entre pequeños grupos y formaciones alternativas. Con ello la negociación sería imperativa e imprescindible. ¿Suena idílico? No tanto. Es posible conseguirlo. Hay que votar y decidir, para evitar que lo hagan otros por ti. Adelante. No cuesta nada, no duele y los beneficios pueden ser considerables. No hagas lo de siempre, no votes por inercia. Contribuye al cambio. Y claro, nada de votos nulos o abstención. Eso es lo que quieren los que están en el poder: aprovechar la indiferencia. De ti depende…

La mirada sueca (o cómo decir verdades sin tapujos)

Lo vengo diciendo hace mucho tiempo, sin embargo, se me acusa de radical, de exagerado, y de no tener en cuenta “la flexibilidad y la creatividad locales”. De todas formas, como nadie es profeta en su tierra, hace falta que venga alguien de fuera para decir lo que todo el mundo sabe, pero con lo que nadie se mete. Todavía recuerdo una vez que propuse una racionalización de horarios en una empresa en la que trabajé y todos los jefes me respondieron al unísono: “Es imposible! El negocio no funcionaría.” Lo increíble es que funcione viendo lo que pasa en realidad. Juzguen ustedes y saquen sus conclusiones.

¿Y qué más da?

Hoy nos despertamos con la noticia de la muerte de Bin Laden, después de un fin de semana lleno de acontecimientos “importantes”, tales como una boda en Inglaterra, la ilegalización de un grupo político en España y la beatificación de un papa en Italia. Sin embargo, cada vez que pasan este tipo de cosas, mi reacción natural es la de creer que algo más serio está pasando detrás de bambalinas y que las noticias supuestamente “interesantes” no son más que una cortina de humo para impedirnos ver la realidad.

Si, se ha dado de baja a Bin Laden: ¿y qué? Se ha casado un príncipe: ¿y qué? Se ha beatificado a un señor muerto hace 6 años: ¿y qué? Se ha ilegalizado una formación política: ¿y qué? Los problemas más acuciantes de la gente siguen tal cual: desempleo, desesperanza, intranquilidad, falta de alternativas, enfermedades cada vez más frecuentes, intolerancia, miedo en grandes cantidades… Ninguno de estos hechos cambian las cosas de manera relevante. Simplemente nos distraen más y más de la verdadera realidad: una sociedad cada vez más decadente e inhumana, con abismos de desigualdad que crecen cada día, y en la que los individuos no pueden soñar con una vida mejor porque el hambre y el miedo lo impide.

¿Vamos a seguir distraídos, pensando que lo que pasa a miles de kilómetros es la clave para solucionar los problemas que tenemos aquí y ahora?

Tomando velocidad

Hay épocas en la vida donde todo comienza a pasar cada vez más rápido: como que no sabemos por donde llegan las cosas pero de alguna manera comienzan a encajar y a producir esos resultados que llevábamos tiempo deseando o intencionando. Sin embargo, a veces el ver que todo comienza a funcionar de golpe resulta un poco sobrecogedor, sin llegar a morir de éxito, claro. La sensación de velocidad produce un vértigo que es a la vez agradable y terrorífico, alegre y doloroso, que nos hace pensar que no estamos del todo preparados para recibir lo que estábamos esperando. Curiosa sensación. Lo mejor que se puede hacer (o al menos, lo que yo hago) es disfrutar como se pueda, porque ya sabemos que este tipo de cosas son efímeras y altamente volátiles…

Sobre Libia y Japón

Hace un rato me enteré que la ONU ha aprobado la intervención militar para “ayudar” a los “rebeldes” que se oponen al “régimen” de Libia y evitar que la revolución sea aplastada. Nótense todas las comillas en ciertas palabras de la frase anterior.

Como es habitual, una vez que una noticia pierde fuelle (el terremoto, tsunami y la crisis nuclear en Japón), hay que pasar rápidamente a algo que acapare nuevamente las mentes de los / las idiotas que todavía creen en los medios de comunicación (léase programas de noticias, análisis, periódicos, radio, etc.) para que no aparten la mirada de lo que ocurre a miles de kilómetros de distancia y vean su propia realidad como algo ajeno y lejano (tremenda ironía, no creen?)

Sin embargo, la mayoría de la gente piensa que la realidad es lo que ve por la televisión o lo que lee en los periódicos. Y mientras en Libia hay una revolución que no se sabe muy bien quien causó ni para que fines (ya que no hay que olvidar que Gadafi es “amigo” de Europa y Estados Unidos desde hace años), en nuestra propia ciudad y país cada vez hay más gente que no llega a fin de mes, los combustibles cada vez más caros (alguien ve alguna relación?) y sobre todo, la venta de armas y equipamiento militar pasa por su mejor momento cuando hay conflictos de difícil solución, como este en particular.

Recuerden cómo funcionan ciertas naciones del mundo árabe: hay infinidad de clanes que no obedecen a ninguna autoridad central, y que funcionan de manera autónoma y bastante impredecible. Para la muestra, un botón: Afganistan, que se ha convertido en un enorme dolor de cabeza al no encontrar una “fuerza” a quien apoyar para estabilizar o “pacificar” el país. En Libia, el dirigente Gadafi ha invertido más de 40 años tratando de aglutinar el poder en torno suyo, sin resultado. ¿Alguien sabe lo que puede pasar si se apoya al “señor de la guerra” equivocado? Creo que no, y por eso hay tanto “entusiasmo” hacia la intervención armada para apoyar a los “luchadores por la libertad del pueblo libio”.

Lo cierto es que este tipo de hechos sólo benefician a unos pocos, y como dice un amigo, se individualizan las ganancias y se socializan las pérdidas. Más de lo mismo, y mientras tanto, seguimos pensando que aquí no pasa nada de nada…

Tokyo (no) vive una catástrofe

Y para continuar con la “contra-corriente” a los medios de desinformación masiva, un video de Marc Bernabé, traductor catalán de japonés, que se encontraba en Tokyo hasta hace muy pocos días, sobre la “anormalidad” que se vive en la capital nipona a consecuencia del terremoto y posterior tsunami. Pero claro, este tipo de cosas no llega a las portadas de los diarios ni de la televisión porque “no vende”…