Un cuento corto, de mi propia cosecha, salido de un sueño en una muy mala noche de verano. Fue escrito hace unos años, pero entre una migración y otra de mi sistema de blogging, había desaparecido. Disfruten por favor…
“Caminaba con paso decidido hacia la salida de la terminal, conduciendo con gracia su pequeña maleta de viajero frecuente, comenzando a sentirse agobiada por el calor pesado y humedo de la ciudad. A su alrededor, grupos de gente dispersa giraban la cabeza al sentir su aroma, distinto al de las mujeres del lugar, admirando su estatura y su figura esbelta. Ella, sin prestar atención, comenzaba a buscar en la distancia un taxi. Eligio uno, despues de haber examinado varias posibilidades. Abrió la puerta y se sentó con un movimiento rápido. Un momento despues, estaba apuntando con su pequeña calibre 22 en el cuello del chofer, mientras este a su vez le apuntaba con un viejo revolver S&W en el pecho.”De donde la habrá sacado?”, pensó el hombre, mientras sentía la mirada fría y precisa de la mujer en sus ojos caribes. Ella, acostumbrada desde siempre a este tipo de sorpresas, recordó al vendedor en aquella plaza de Praga que le ofrecia la pequeña arma que ahora empuñaba con decisión: “Es liviana, discreta e indetectable. Justo lo que necesita una persona como tu. Disuade a cualquiera en un rango de 10 metros, pero es letal a corta distancia”. Le parecía sentir la textura aspera de los seis billetes de 100 dolares con los que le pagó, la mirada indiferente del que hace negocios como estos todos los días y sus últimas palabras: “Prueba a viajar con ella dentro de tu ropa por cualquier aeropuerto.” Ahora, sintiendo el calor de la piel del hombre a través del arma, sonrió para si misma recordando los múltiples controles que hubo de pasar antes de abordar el avión, sin que nadie hubiese reparado en el pequeño bulto en la parte baja de su espalda y sin que los detectores de metales levantaran la curiosidad general con sus agudos pitidos.
Volvió a situarse. El hombre seguía apuntando hacia ella, desconcertado, acostumbrado a la expresion de terror de sus ocasionales víctimas cuando esto ocurria, pero no a la cortante mirada de aquella mujer de cabello negro. “Está bien, es un empate. Yo la bajo y tu la bajas, ok?”. Ella no reaccionó, todos sus músculos seguian en tensión. El hombre comenzo a desviar lentamente el cañon del arma hacia abajo, pero con sus ojos hizo una señal indetectable para ella a dos compañeros apostados en las cercanías, pendientes en todo momento de lo que ocurría en el vehiculo. Como un relámpago, abrieron la puerta de delante y la opuesta al sitio que ocupaba la mujer y se introdujeron en el taxi. Al segundo siguiente, encañonaban a la pasajera dificil y ella a su vez empuñaba una segunda arma, igual a la primera contra el cuello del que se encontraba delante y su tacon del numero 10 se clavaba dolorosamente en la entrepierna del que se habia situado a su lado. “Maldita sea” pensó el chofer, al notar que la presión del frio metal sobre su cuello no habia disminuido.
“Solo una? Preguntó ella, “tal vez convendría tener algo con que entretener mi mano izquierda, no crees?”. El ruso sonrió. “Bonita manera de obtener un descuento. Que casualidad. Justo el dia de mi promocion dos por uno”. Miro alrededor tranquilamente, asegurándose de que ningún transeunte impertinente estaba al corriente de sus movimientos, tomo un sorbo del Martini blanco que habia estado paladeando durante largo rato y puso sobre la mesa un segundo paquete, mas pequeño que el primero.”Esta no incluye el estuche”. “Es igual”, replico ella, “asi podré poner esos hermosos zapatos de becerro que acabo de ver en la misma bolsa. Odio llevar mas de un paquete, no va conmigo”.
Los tres hombres se miraban furtivamente, con una expresión de incipiente miedo, mientras ella, despues de un profundo suspiro, ordenó con voz suave: “Tu, abre la puerta”, dirigiéndose al segundo agresor, sentado incómodamente en el asiento delantero, al lado del chofer. Este obedecio sin pestañear. Cuando se vio libre para salir, retiró la pierna de su posicion de tortura, con la consiguiente expresión de alivio de su victima y salió al exterior, sin dejar de apuntar. “Mi equipaje, por favor”. El hombre del asiento trasero puso delicadamente el carrito de Louis Vuitton en el suelo, fuera del taxi. “Muchas gracias, ahora pueden retirarse señores. Que pasen un buen dia”. Mientras decia esto, guardó velozmente una de las armas en un bolsillo de su chaqueta y se dirigió al siguiente taxi de la fila, sin perder de vista a sus nuevos amigos, esta vez, mucho mas preparada. Al abordarlo, apuntó directamente a la nuca del sorprendido chofer. “Al Hotel Santa Clara, y sin trucos, gracias”, dijo en un susurro. El hombre puso en marcha el motor y se dirigió sin decir una palabra a su destino. Ella se acomodó lo mejor que pudo sin dejar de tener a tiro al hombre. Una vez allí, guardo la segunda arma dentro de su ropa, abonó el importe del viaje, y se despidió con una sonrisa inocente y angelical. “Un placer. Buen dia”. El chofer no dejaba de temblar…
Instintivamente, levantó la mirada. “Ha llegado”, pensó, siempre le ocurría lo mismo cuando ella estaba cerca. Giró su cabeza y la vio acercarse, majestuosa e insolente a la vez, con un traje de baño blanco de dos piezas, cubierta por un pareo color crudo y una pamela discreta pero efectiva. “Me encantan tus piernas” dijo el, “siempre que te veo pienso lo mismo”. Ella se inclinó hacia el y le dio un beso rápido en los labios. “Qué tal el viaje?”, pregunto él. “Muy entretenido. Adoro la hospitalidad de la gente de esta ciudad…”