Si, finalmente he engrosado la lista de los sufridos usuarios de estos cacharros, en aras de una sonrisa seductora y sobre todo, de evitar complicadas lesiones futuras en mi mandíbula.
Al hacerme la revisión rutinaria anual, el odontólogo me aconsejó que escuchara la opinión de un ortodoncista de confianza, para que me comentara las distintas opciones que podía tener, dada la situación de mi boca. Sin pensarlo mucho, acudí a la reunión, donde me explicaron los problemas existentes y la manera de solucionarlos. Desde hacía tiempo sabía que era muy probable que tuviese que usar los artilugios estos, pero nunca le había puesto mucha atención al tema, hasta que comencé a tener molestias, por el contacto permanente de un molar con una pieza situada justo encima, causado por una mordida incorrecta. La parte menos agradable fue el saber que tenía que perder dos premolares para hacer sitio a los demás dientes, lo cual era engorroso, pero mucho menos que la opción que había escuchado mucho tiempo atrás, de romper la mandíbula para reacomodarlo todo.