Ashtray Maze

Un experimento social a gran escala llevado a cabo sin que la gente se de cuenta. Una gran cantidad de tiempo libre a nuestra disposición de un momento a otro, con el cual no sabemos muy bien que hacer. Confusión e incertidumbre. Y nuevamente, queramos o no, volvemos al concepto básico de vivir un dia a la vez.

Predicciones, vaticinios, augurios. Todos se cumplen cuando ya ha ocurrido lo imprevisible. Los “expertos” claman tener razón cuando en realidad, como siempre, nadie sabe absolutamente nada y vamos resolviendo la vida “de oído”.

La situación saca de cada uno su verdadera naturaleza y demuestra una vez más lo fragiles que son los cimientos sobre los que construimos la historia de lo que pasa. Quedan en evidencia (otra vez) las banalidades más extremas a las que hemos dado una importancia descomunal.

Tener que comer, un techo sobre la cabeza, ropa de abrigo y agua limpia. A eso se limita la existencia, a pesar de todo lo que puedan decir quienes propugnan por vidas “plenas” o “satisfactorias” (otra vez, eufemismos para el consumismo desaforado e innecesario).

Al final, el laberinto sigue cambiando a medida que lo recorremos, y aún así la experiencia es increible, aunque aterradora la mayor parte del tiempo. Veremos que ocurre mañana…

“That was awesome!”. Director Jesse Faden

Bloom

Un corto sobre la oscuridad de la depresión y, aunque sea dudosa a veces, la humanidad expresada en pequeños detalles…

Figuring Forward in an Uncertain Universe

En estos tiempos inciertos (aunque, si lo pensamos con algo de atención, hemos tenido tiempos de certidumbre alguna vez?), es bueno recordar la verdadera dimensión de la realidad en la que vivimos, sin entrar en pánicos o paranoias innecesarias. En su libro “Figuring”, Maria Popova explora, una vez más, el concepto de la mortalidad y el poner las cosas en su sitio, por decirlo de alguna forma. Disfruten!


Meanwhile, someplace in the world, somebody is making love and another a poem. Elsewhere in the universe, a star manyfold the mass of our third-rate sun is living out its final moments in a wild spin before collapsing into a black hole, its exhale bending spacetime itself into a well of nothingness that can swallow every atom that ever touched us and every datum we ever produced, every poem and statue and symphony we’ve ever known — an entropic spectacle insentient to questions of blame and mercy, devoid of why.

In four billion years, our own star will follow its fate, collapsing into a white dwarf. We exist only by chance, after all. The Voyager will still be sailing into the interstellar shorelessness on the wings of the “heavenly breezes” Kepler had once imagined, carrying Beethoven on a golden disc crafted by a symphonic civilization that long ago made love and war and mathematics on a distant blue dot.

But until that day comes, nothing once created ever fully leaves us. Seeds are planted and come abloom generations, centuries, civilizations later, migrating across coteries and countries and continents. Meanwhile, people live and people die — in peace as war rages on, in poverty and disrepute as latent fame awaits, with much that never meets its more, in shipwrecked love.

I will die.

You will die.

The atoms that huddled for a cosmic blink around the shadow of a self will return to the seas that made us.

What will survive of us are shoreless seeds and stardust.


Mientras tanto, en algún lugar del mundo, alguien está haciendo el amor y alguien más escribe un poema. En otras partes del universo, una estrella de varias veces la masa de nuestro sol de tercera categoría está viviendo sus momentos finales en un giro salvaje antes de colapsar en un agujero negro, su exhalación dobla el espacio-tiempo en un pozo de la nada que puede tragar cada átomo que jamás haya existido y que nos haya tocado y cada dato que produjimos, cada poema, estatua y sinfonía que hemos conocido, un espectáculo entrópico insensible a las preguntas de culpa y misericordia, sin un por qué.

En cuatro mil millones de años, nuestra propia estrella seguirá su destino, colapsándose en una enana blanca. Existimos solo por casualidad, después de todo. El Voyager seguirá navegando hacia la vacío interestelar en las alas de las “brisas celestiales” que Kepler había imaginado alguna vez, llevando a Beethoven en un disco dorado creado por una civilización sinfónica que hace mucho tiempo hizo el amor, la guerra y las matemáticas en un distante punto azul.

Pero hasta que llegue ese día, nada de lo que alguna vez fue creado nos deja completamente. Las semillas se plantan y florecen generaciones, siglos o civilizaciones más tarde, migrando a través de camarillas, países y continentes. Mientras tanto, la gente vive y muere, en paz mientras la guerra continúa, en la pobreza y el descrédito mientras la fama latente espera, con muchas cosas que nunca encuentran su más, en el amor naufragado.

Yo Moriré.

Tu Morirás.

Los átomos que se acurrucaron para un parpadeo cósmico alrededor de la sombra de un ser volverán a los mares de donde surgimos.

Lo que sobrevivirá de nosotros son semillas sin tierra y polvo de estrellas.

Estupideces Colectivas

Más allá de teorías conspiranóicas, planes del nuevo orden mundial y demás temas de moda, la “crisis” (nótense las comillas) de la nueva variante de la gripa que supuestamente va a exterminar a la humanidad es una buena ocasión para reflexionar sobre nuestra capacidad de análisis y sobre todo, la absoluta fragilidad y estupidez que ahora parece ser la norma en nuestra sociedad.

El hecho de dejar que el miedo se apodere de la gente, olvidando por completo la capacidad de razonar en primer, segundo y tercer grado, dejándose convencer por los medios de desinformación masiva, a los que la gente toma como la verdad absoluta, y esto sin hablar de internet y las mal llamadas redes sociales, que no hacen sino contribuir a la desinformación y el pánico infundado, hace que sea necesario cuestionarse sobre la validez de los cimientos sobre los que hemos construido nuestra identidad en estos tiempos.

Tomamos todo lo que circula por el ciberespacio como una realidad incuestionable sin pararnos a pensar en los intereses que puede haber tras una noticia o rumor. Son económicos? Quieren ver cómo reaccionan los mercados a determinados estímulos o noticias? Aplica esto tambien para las personas? Es una prueba para saber cómo manejan determinada situación?

Lo más triste es que hemos olvidado el principio básico a aplicar a toda información que recibimos: comprobar las fuentes. Si bien el mar de internet está muy contaminado, hay maneras de comprobar que lo que leemos o escuchamos es verdad o no. Y esto nos ayuda a ser más objetivos a la hora de emitir (o no) opiniones.

Sin embargo, la reflexión va mucho más allá. El cultivar la capacidad de afrontar situaciones sin importar su naturaleza, de la mejor forma posible, sin depender de lo que pase fuera, es la clave para conservar la calma y no caer en la irracionalidad, que hace que se tomen decisiones erradas y con consecuencias graves en el tiempo.

Alguien que conozco dice que, en este orden, estos son los temas a los que hay que prestar atención en la vida: la salud, el dinero y el amor. El orden no es arbitrario. Sin salud, no se puede generar dinero y la conservación del amor se dificulta sobremanera. La pregunta es: cuantas personas tienen esto claro?

Cuantos pueden responder que su salud es a “prueba de todo” por tener una alimentación sana, practicar ejercicio regularmente, descansar y sobre todo, por vivir tranquilamente de verdad? (Hablo más sobre esto en breve)

Cuantos responderían confiadamente que tienen sus finanzas bajo control? Que no tienen deuda y que saben exactamente que está pasando y cómo manejar su dinero?

Y por último, y no por ello menos importante, cuantos pueden decir que van por la vida despreocupadamente porque saben que nada se puede controlar y que hay que saber adaptarse a las circunstancias, teniendo muy presente que sólo hay que preocuparse por las cosas realmente importantes, y que al final, se dieron cuenta que no hay nada que lo amerite?

De las crisis es vital sacar las lecciones aprendidas, porque de lo contrario habremos perdido el tiempo y, en muchas ocasiones, la salud y el dinero… Ojalá el ejercicio de reflexión sirva para estar mejor preparados para la siguiente, que no tardará en llegar…

Errores de cálculo

Una de mis discusiones recurrentes con Marcela es la de la utilidad o validez de los sentimientos y las emociones. La postura más controvertida y de casi imposible conciliación entre los dos es que estos no sirven para nada y alejan al individuo de la ecuanimidad y el poder ver la realidad tal cual es. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo. El “entrenamiento”(léase condicionamiento no consentido) que hemos recibido praácticamente desde que nacemos, hace que sea muy complicado imaginarse siquiera la posibilidad de ver las cosas tal como son, sin los filtros del drama y las ideas preconcebidas de cómo deberian ser de acuerdo a la escala de valores de turno.

Todo esto ha hecho que de una u otra forma, se cometan errores de bulto al apreciar ciertas situaciones que creíamos tener muy claras. El pensar que por los vínculos afectivos que podamos llegar a tener con ciertas personas y el hecho de conocerlas por largo tiempo, nos exime de analizar con lupa cada situación en la que se ven involucradas antes de emitir veredictos condenatorios hacia alguna de las partes, es una postura claramente equivocada y arrogante.

Es peligrosamente sencillo que la razón se vea obnubilada por ideas que llevan mucho tiempo presentes y que por ello, haya juicios y conclusiones que son, con casi total seguridad, erróneos y tendenciosos.

Lo bueno es darse cuenta, y al final del día, limitarse a observar el teatro en el que vivimos sin la necesidad de concluir, organizar, aconsejar o dirigir. Al fin y al cabo, la vida es una experiencia totalmente aleatoria que tiene todo el sentido del mundo (así no lo entendamos desde nuestro limitado punto de vista) y en eso, a pesar de todo, radica su peculiar encanto…

Idiocracy

El otro día Marcela hizo, sin proponérselo, un pequeño experimento social. Una de sus amigas se casó con su pareja y Marcela publicó en su estado de WhatsApp una foto de su mano (la de su amiga) con un anillo, junto con la leyenda “Celebrando el amor”…

Las reacciones no se hicieron esperar: la gente comenzó a escribirle felicitándola, preguntándo por qué no habían sido invitados al magno evento, manifestando su sorpresa por tan inesperada noticia, etc… Incluso gente que la (nos) conoce bastante bien, la contactó para expresar sus opiniones sobre la fotografía.

Lo más divertido es que, como dije antes, Marcela estaba simplemente contenta por el matrimonio de su amiga, y publicó algo para conmemorarlo. Nadie se tomó la molestia de verificar la veracidad de la noticia, si en efecto ella era la protagonista y simplemente, como ocurre casi siempre en la “selva” de internet y las redes sociales, “tragaron entero”y reaccionaron sin pensar.

Después de divertirnos durante todo el día de las reacciones causadas por la publicación, Marcela tuvo a bien escribir una nota aclaratoria que suponemos pasó sin pena ni gloria, o aún mejor, causó un desconcierto / mal humor / confusión entre sus contactos. El tema quedó rápidamente olvidado…

Lo que nos llamó la atención fue el grado de “idiotización” que mostró nuestro improvisado público, creyendo religiosamente todo lo que aparece en internet, como si fuera la verdad absoluta y observar que no se tomaron el trabajo de comprobar su veracidad y contrastar con otras fuentes (en este caso, haciendo algo tan simple como levantar el teléfono y preguntar sobre el tema) antes de reaccionar  y emitir una opinión al respecto.

Tristemente, si bien esta situación era algo inofensivo e inocente, se extrapola perfectamente a otros escenarios que hemos presenciado recientemente, donde rumores o noticias sin ningún fundamento se extienden con una rapidez pasmosa en internet y/o los medios de comunicación tradicionales y la gente simplemente los asimila como reales sin hacer una mínima verificación del origen de la información y reaccionan como autómatas, según el efecto deseado por quien crea la (des)información original.

Estaremos llegando a una era donde el sentido común desaparecerá y nos comportaremos como nos dicten unos pocos para satisfacer sus intereses? Una reflexión interesante para finalizar la década y comenzar la siguiente siendo un poco menos crédulos y aplicando el razonamiento con más frecuencia…

El fino arte de no hacer nada

El otro día alguien me preguntaba a que me dedicaría si me tomara un sabático. La respuesta automática fue “me entregaría por completo al fino arte de no hacer absolutamente nada”. Y tal vez la respuesta tiene mucho que ver con un hastío mayúsculo hacia la ingente cantidad de compromisos, distracciones, decisiones, obligaciones, apariencias y “mantenimiento de imágenes” a las que estamos sometidos todos y cada uno de nosotros durante el transcurso de la vida.

La lógica podría indicar que a medida que pasa el tiempo deberíamos volvernos más selectivos sobre cómo lo usamos, pero en su lugar hay una especie de vórtice invisible que, en lugar de alejarnos de toda esa vorágine de falsas ocupaciones (viajes, compras, reuniones, etc.), nos arrastra más y más hacia ellas, porque “es lo que hay que hacer / decir / pensar / mostrar”, sin darnos tiempo a cuestionar si es lo que queremos en realidad o si nos ponemos a ello con alguna falsa excusa (los hijos / la familia / los amigos / la inercia / el miedo / el aburrimiento…)

Y no se engañen, el no hacer nada no es tan fácil como parece. Requiere de tiempo y dedicación exclusiva para no ceder a los cantos de sirena de un futuro mejor que siempre está a una compra / viaje / fiesta / comida / evento de distancia. Debo confesar que me considero un neófito en el tema, sin embargo, creo que con algo de voluntad y dedicación, supongo que podré desarrollar la habilidad necesaria para volverme competente en este “oficio”…

 

La razón o la vida

Tarde tranquila de domingo paseando por la ciudad. Entramos a un aparcamiento con la precaución que la maniobra amerita. Vemos un niño que quiere cruzar la entrada del lugar y que al ver nuestro auto, prudentemente se detiene. Su mamá, a lo lejos le grita: “Pasa, pasa!” sin percatarse, creemos, que estamos entrando. Al final, el niño cruza después de haber entrado nosotros al sitio.

Cuando estamos aparcando, se acerca un hombre que nos dice en tono de reprimenda: “Tengan cuidado! Había un niño cruzando! Hay que bajar la velocidad cuando hay niños en la via!”. Yo lo miro con curiosidad y simplemente asiento sin decir palabra. El hombre se aleja, satisfecho, creo, de haber cumplido, según su criterio, con su deber de padre responsable.

La lógica más elemental dice que cuando estamos en un estacionamiento, hay que extremar las precauciones y no dejar niños pequeños sin supervisión porque circulan muchos vehículos entrando y saliendo. El buen señor que nos reprendió no tomó a su hijo de la mano, en previsión de males mayores y su mamá, creyendo que sabía más que el pequeño, le animó a cruzar, ignorando el buen juicio de la criatura, que le permitió ver que había un peligro en su camino, deteniéndose por un instinto elemental de supervivencia.

Conclusión: No hubo ningún incidente que lamentar, cada uno siguió su camino, y los padres del niño se fueron creyendo que por haber conservado la razón son mejores personas y arriesgando, quiero pensar que sin saberlo y de manera no deliberada, la vida de su hijo para conseguir una dudosa “victoria” moral.

La parte cómica del asunto se quedó en que el abnegado padre de familia buscó pelea donde no la había y se encontró con un silencio vacío de contenido y un gesto de asentimiento que le dio a entender, sin violencia ni segundas intenciones, que su mensaje había sido recibido. Su intento de tranquilizar su conciencia por un error que pudo haber tenido graves consecuencias, quedó, para bien o para mal, algo frustrado…