Altas y bajas

Hay días en los que estoy completamente vital y lleno de energía. Son momentos para adelantar trabajo, para poner al día temas y para emprender proyectos. Sin embargo, normalmente después de esos momentos de intensa actividad, suelen venir horas de cansancio crónico, desánimo y ganas de no hacer nada. Al principio me molestaban estos ritmos, la incapacidad de poder concentrarme por largos periodos de tiempo y el no poder ser “productivo” continuamente. Sin embargo, al ver que este comportamiento no traía nada positivo a mi vida, decidí aceptar las cosas como son.

Tal vez alguno pensará que es una política simplista, que es necesario mejorar a toda costa. Sin embargo, creo firmemente que el primer paso para lograr algún cambio es aceptar y poder ver la situación tal como es, no como queremos que sea o lo que es más grave, tratar de llegar al objetivo sin detenernos a considerar desde donde partimos.

Es un proceso largo y laborioso, que en estas épocas de prisa omnipresente, puede que desanime a más de uno. Es en estos momentos cuando recuerdo las palabras de mi padre cuando describía el esfuerzo y la constancia: si algo vale la pena, hay que trabajar para conseguirlo. Con paciencia y sobre todo, mucha compasión hacia nosotros mismos es posible lograr cuanto queremos.

Por último, este ejercicio de paciencia y persistencia tiene un “bonus” adicional: el otro día al volver a ver la película “Zen”, escuchaba al actor que interpretaba a Dogen diciendo: “la mente humana es inquieta: quiere esto y lo otro, y así sólo consigue frustrarse”. Si puedo mantener la concentración y el interés en un asunto o actividad en particular, significa que mi mente va calmándose y lo mejor, que aquello en lo que me estoy concentrando realmente vale la pena.