Ayer vi una película que me andaba “rondando” desde hacía tiempo, pero que por una u otra cosa, la había ido aplazando. Sin embargo, entendí, cuando por fin pude verla, cual era la razón de no haberla visto antes… Estoy hablando de “The hitchhiker´s guide to the Galaxy” o “La guía del autoestopista galáctico”, que está basada en un libro del mismo nombre escrito por Douglas Adams.
No voy a contar detalles de la película, porque lo mejor es sacar dos horas y disfrutarla. De lo que si voy a hablar es de los mensajes que pude entender o extraer. Aparte de una historia algo disparatada y en ocasiones aparentemente sin sentido, hay ciertos apartes que son realmente reveladores para el que los sepa entender. Cosas como la escena en que los protagonistas comienzan a pensar y surgen una especie de matamoscas gigantes del suelo y les golpean cada vez que tienen una idea (no cuestiones al sistema, solo vive según las reglas), o el pez babel (ese que permite entender cualquier lengua, una especie de interfaz universal con el mundo), aunque lo más impactante es el super computador al que le formulan una pregunta para que explique el mundo, la razón de la vida. Lo mejor es la respuesta: “42” dice, sin que nadie entienda qué significa.
En las últimas semanas aprendí que las respuestas a todas nuestras preguntas están listas, pero lo que pasa es que nunca sabemos formular la pregunta correcta, esa que contiene toda la información necesaria para obtener una respuesta clara, directa y sin posibilidad de duda. Somos muy generalistas, queremos resolverlo todo de golpe, sin darnos cuenta de los innumerables matices que rodean, como dirían los budistas, a todos los seres sensibles.
No basta pedir dinero, salud, pareja o lo que sea. Es importante saber por qué y para qué se piden. Por otro lado, por estar pensando siempre en escasez, nunca nos acordamos de agradecer por todo lo que tenemos y hemos recibido o vivido, es decir, sabernos en abundancia, por más necesidades que tengamos. Como decía mi padre: “no es más rico aquel que más tiene, sino el que menos necesita”.
Todos somos capaces de modificar la realidad a nuestro acomodo si sabemos cómo pedirlo y sobre todo, agradeciendo de corazón lo que ocurra. Es una forma de realimentar el sistema: si pasa, agradecemos para que lo que nos rodea “acuse recibo” y sea más fácil recorrer este camino de nuevo en la siguiente ocasión. Podemos entrenarnos para obtener lo que queramos, si sabemos formular la petición y esperar la respuesta sin prisas o agobios. El secreto está en preguntar adecuadamente…