Es raro poder volver a caminar casi con normalidad. Mi pie izquierdo está bastante “fuera de forma”, y se resiente fácilmente. Lo bueno es poder contar con una mano para poder hacer muchas cosas que antes eran físicamente imposibles, como transportar objetos de un lado a otro, y sobre todo, poder llevar un vaso lleno sin que se derrame el contenido por un movimiento brusco. Todavía me apoyo muchísimo en el lado derecho, por un miedo inconsciente a que la pierna convaleciente no me responda, pero si noto que poco a poco, a pesar del dolor, puedo moverme con más confianza.
Espero que de ahora en adelante cada día se note la mejoría y vea como los músculos que se han atrofiado, vuelvan a recuperar la forma y la fuerza. Me he dado cuenta de que la impaciencia a veces nos juega malas pasadas, y que por querer hacer más, resultamos retrocediendo, para más desesperación.
Ahora resulta que tengo una urgencia irrefrenable por salir y cambiar de aires. Antes, cuando tenía la férula, me lo tomaba con más tranquilidad y me decía “paciencia, paciencia, que ya podremos”, pero ahora, que veo (o me imagino) que cada día estoy más preparado, es muy dificil controlar el impulso de dejar atrás todo lo que me recuerde la lesión. Sería muy interesante entender mejor cómo funciona el cerebro y las motivaciones que tiene para hacer las cosas, porque así podríamos manejarnos de una manera mucho más inteligente. Pero bueno, todo tiene un propósito y este percance me ha enseñado, entre muchas otras cosas, que la atención que me brindo de manera conciente es bastante pobre.
Es un poco inquietante ver cómo llegan ciertos cambios a nuestra vida. Unos son radicales e impredecibles, otros más calmados y graduales. El problema es que muchas veces no sabemos cómo manejar unos u otros…