3652

Time

O 521 semanas y 5 días, o simplemente 10 años. Ese es el tiempo que ha transcurrido desde que decidí dejar mi país para comenzar una nueva etapa. Aquel miércoles 23 de agosto de 2000 desembarqué por segunda vez en el Viejo Continente (la primera fue en 1982), con la intención de permanecer indefinidamente aquí. Lo había dejado todo atrás por un sueño y un nuevo comienzo: familia, amigos, un buen trabajo, una vida cómoda sin apuros económicos, un entorno conocido y la certeza de tenerlo todo bajo control. Sin embargo, algo me decía que era momento de moverme.

Los comienzos, como casi todos ellos, no fueron fáciles, la nostalgia se convirtió en una compañera casi permanente, a pesar de estar deslumbrado por la novedad de mi nuevo entorno vital. Sin embargo, a medida que el tiempo fue pasando, me fui encontrando cada vez más como en casa. Debo confesar que vivir en una ciudad tan pequeña después de hacerlo en una metrópolis enorme como la que me vio nacer, fue un shock, pero poco a poco fui acostumbrándome a otro ritmo vital, donde el vivir en alerta permanente ya no era imprescindible.

Así fueron pasando los años: conociendo, aprendiendo y sobre todo, enfrentándome a cambios, muchos cambios. Algunos fueron agradables, otros traumáticos, pero todos me enseñaron y dejaron algo positivo: fui consciente cada vez más de mi propia evolución.

Hoy, 3652 días después, soy una persona distinta. Mis circunstancias han variado ostensiblemente: he vivido un divorcio, una ruptura dolorosa con mi familia, la muerte de mi padre, el llegar a la cima profesionalmente hablando, la ilusión de un nuevo matrimonio, el percatarme de que hay un mundo más allá de lo que percibo con mis sentidos “cotidianos”, el prestarme más atención, el haberme dado el permiso  de “lanzarme al vacío”, el vivir con intensidad cada momento, el poder frenar a voluntad y muchas otras experiencias que me han marcado y modelado para construir quien soy ahora.

Curiosamente, cuando llegué a este país en 2000, no tenía trabajo, mis reservas monetarias no eran muy boyantes, y aún así tenía unas ganas enormes de saber que me depararía la vida. Hoy estoy en una situación similar, aunque distinta. Lo que no ha cambiado son esas ganas de saber, aprender, conocer y vivir todo tal como venga.

Me felicito por lo que he logrado, me alegran las metas conseguidas, las personas que he tenido el privilegio de encontrar en el camino, las situaciones y momentos que he vivido, y más aún por estar aquí y ahora, escribiendo una retrospectiva sincera, despreocupada y sobre todo, extremadamente consciente. Me conozco mejor, y ese podría ser, en pocas palabras, el logro más importante de esta etapa vital.

No sé que me espera en el futuro. Por ahora, lo único que me interesa es vivir cada segundo como si fuera el último. Y en eso estoy.